José Luis Puerto

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO5

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ELENA ASINS
Giro del Menhir (variación 6), años 1990-2000

JOSÉ LUIS PUERTO

Nueve enunciaciones

en memoria de José Ángel Valente

I

(lo que esconden)

Estas nubes de hoy,
Como si fueran ángeles.
El fulgor de los grises
Y todo lo que esconden
Los espacios celestes,
Melodías de un reino inalcanzable
Que avivan nuestro anhelo
De otra vida más alta.

Y nosotros aquí
–Surcos, semillas, tierra–
Ahora que llega el frío

II

(en el ara del mundo)

Nunca quiso dejar
De ofrecer lo pequeño
En el ara invisible de los días:
El gozo compartido de un instante,
El hallazgo imprevisto,
Ese descubrimiento
Del pájaro en la rama con su trino…
Melodías de un Dios
Que quisiera anunciarse.
En el ara del mundo
Depositó su ofrenda,
Melodía callada de su ser,
Apenas un granito imperceptible

De alguna inmensidad
De la que forma parte

III

(siempre lo más hermoso)

Dos transeúntes hablan
En árabe, abstraídos, por la calle
En la mañana limpia.
Su lengua, para mí ininteligible,
Me susurra no obstante melodías
De la chanson arabe,
El lienzo tan querido de paul klee
Que, a su vez, me transporta
A la blusa rumana de matisse.
Las melodías leves de lo extraño,
De aquello que no es nuestro.
Y sigo mi camino
Al tiempo que se alejan las palabras…

Siempre lo más hermoso
Es aquello que no nos pertenece

IV

(en la primera hora)

La madrugada de la luz
Y nuestra melodía que se ofrece
Y se hace entrega en la primera hora.
¿Qué oración o qué salmo
Podríamos decir,
Cuando el Dios se halla lejos?
¿A qué vacío entregar la súplica?
Estamos aquí solos
A merced de los vientos,
Perseguidos por fuerzas invisibles

Y no oye nuestra voz el Dios lejano

V

(esta plaza)

Corazón en que late la ciudad,
Esta plaza también es melodía
De mis últimos años;
Canción terrestre
De un tejido invisible de caminos;
Canción de tiempo
Que recoge alegrías y tristezas,
También cartografía de unos seres
Que me conocen y me desconocen
Lo mismo que yo a ellos

La dádiva constante de la luz
Nos santifica a todos

VI

(rosa celeste)

Como pequeños ángeles
Los copos de la nieve.
Como pequeños ángeles
Que callados descienden hasta el alma.
Caricias de silencio son sus pétalos
Blancos, apaciguados,
De una rosa celeste
Que llega hasta nosotros,
Que alguien nos ofreciera
Como ofrenda cifrada en la quietud
Y en una mansedumbre que serena.
Como pequeños ángeles,
Como estrellas calladas,
Partículas celestes de silencio,
Melodías de luz.
Todo nos llega al alma
Y se queda en nosotros
Para que seamos fieles
Al misterio del tiempo que nos unge,
Para que seamos dignos
De los dones que a todos nos regalan

Como pequeños ángeles
Los copos de la nieve.
Como pequeños ángeles
Que callados descienden hasta el alma.
Caricias de silencio son sus pétalos
Blancos, apaciguados,
De una rosa celeste
Que llega hasta nosotros,
Que alguien nos ofreciera
Como ofrenda cifrada en la quietud
Y en una mansedumbre que serena.
Como pequeños ángeles,
Como estrellas calladas,
Partículas celestes de silencio,
Melodías de luz.
Todo nos llega al alma
Y se queda en nosotros
Para que seamos fieles
Al misterio del tiempo que nos unge,
Para que seamos dignos
De los dones que a todos nos regalan

VII

(hasta tu luz)

Un año ya desde tu adiós. Invierno.
Rosas caídas. Árboles desnudos.
Salmodias de los números, las voces
Que siguen en silencio entonando los días.
Los niños por las cuestas
Suben hasta tu luz
En busca de tu imagen
Iluminadas por quinqués gozosos
Ya más allá del tiempo.
Todo florecerá.
La memoria es raíz que permanece,
Busca resurrección
De todo lo vivido,
Para que todo se haga transparencia:
Las cuestas, el quinqué, la lucerina,
La salmodia perenne de los números,
Porque tú te entregaste sin reserva
Y lograste ensanchar
La santidad del mundo

VIII

(para la mano izquierda)

Para la mano izquierda
Porque existe otra música
Para la mano hermosa del amor
Para la mano
Para la mano que es la más fraterna
Porque comparte el cántico y el pan
Para la mano de la luz
Para la mano que se ofrece a todos
Melodía de la fraternidad
Música de los dedos
Rumor del corazón
En el teclado mágico del mundo
Para la mano
Para la mano abierta
Para aquella que no se queda nada
Para sí
Porque se entrega a todos
Para la mano izquierda
Para la mano hermosa del amor

IX

(oraciones frágiles)

La muerte en día claro
Y limpio del verano
Viene a ultrajar la luz
Y siega un cereal aún no maduro
Con su hoz despiadada.
Frente a ella ¿qué podemos?
El dolor de los padres
Por el hijo segado,
Las oraciones frágiles
Que tratan de aliviar el sufrimiento
Y este día tan claro
Que proclama el latido de la vida
Para que haya un fulgor que nos consuele.
Y el vuelo de los pájaros,
Las copas de los árboles
Ofrecidas al reino de lo azul
Son los signos que arroja la mañana
Para que siga viva,
Ay, la resurrección