Jorge Villalobos

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO11

JORGE VILLALOBOS

Y TODO PARA ESTO

Aunque cueste aceptarlo, hoy ya sabes
que la vida es aquello que dijeron:
un trabajo, una casa, una familia.
Y nunca era esa vida lo que amabas,
sino la vida fuera de la vida,
sino el límite de lo prometido:
la aventura, el asombro, lo inefable.
Aunque cueste aceptarlo, ya conoces
todo lo que se oculta en tus silencios,
las preguntas del borde y del vacío,
la ansiedad repentina en el reflejo,
la fatiga en los sueños que se incumplen,
lo que no llega a ser pero quisieras.
Y tampoco resulta para tanto
ni sientes tan ajeno lo que tienes,
esta comodidad y el doble filo
de la contradicción, de querer siempre
lo que jamás persigues pero sueñas:
lo inefable, el asombro, la aventura.
Lo que fuiste está demasiado lejos.
Lo que buscabas ser ni lo recuerdas.

 

PALABRAS EXACTAS

Hay palabras que es mejor no conocer,
no decirlas, palabras que son una caída,
por ejemplo, jamás digo cadáver,
prefiero decir “cuerpo”,
prefiero “alguien que ya no está”,
así esquivo los huesos, la carne disecada,
el olor a productos funerarios
para que se conserve.

Obviarlas del lenguaje,
vendar los ojos al lenguaje,
continuar avanzando.
Pero notas el paso en el vacío,
la gravedad, la altura, el aire acelerándose
contra la piel de la mejilla.
Y miras la palabra cadáver frente a ti,
en la camilla, inmóvil.

Y sientes cómo caes.
Y sientes que no tiene fondo.

 

NO SIRVE EL MICROONDAS

Admiro a los amigos que hacen pan
Ben Clark

Porque a mi abuela el pan le recuerda a su madre
quise enviarle fotos del “pan” que he preparado.
Lo siento, abuela, no ha podido ser.
No sirve el microondas para el pan.
La hogaza chamuscada crepita fuerte y suena
como si maldijese su existencia y la mía,
le exige explicaciones
a algún dios de los panes recién hechos.
Y no se oye el graznido de gaviotas
que se acercan, lo agarran y lo sueltan
debido al mal sabor de la harina quemada.
Pero en medio del humo que huye
leo un mensaje encriptado:
nubes negras que sé que entenderá
cuando mirando el cielo se pregunte
que tal está su nieto.

 

OMNIA VINCIT

a Raquel

Protegidos en este frágil aquí y ahora
de amarnos olvidados en la felicidad,
interrumpida a veces por la propia conciencia
de que somos felices, y lo mucho y difícil
que resulta poder serlo así, con tan solo
los cuerpos que parecen estar aún más desnudos
bajo el agua desnuda.

No somos los primeros ni seremos los últimos
en venir a esta cala vieja y paradisíaca
para hacer el amor, ni esta naturaleza
sobrevivió a los siglos, a incendios, a erosiones
sólo para nosotros, y aún así me parece
hoy que existe esta cala porque tú y yo existimos,
olvidados en las olas que rompen,
en la embarcación roída por el musgo,
mientras el deterioro recuerda el fin de un tiempo
que nunca conocimos.

Y que un día esa misma embarcación
podemos ser nosotros y ese tiempo
ser este mismo instante. Hoy me da igual saberlo.
Hoy la felicidad me parece un milagro.

 

A ALTES HORES DE LA VESPRADA

Mi madre me enseñó a parlar valenciano
desde pequeño, pero aprendí pronto
a usarlo solo en casa o en familia.

Cuando alguien muere, también lleva
consigo los lenguajes que se construyen juntos:
incluso diecisiete años después,
respondo en español cuando habla mi familia
en valenciano porque me recuerda
demasiado a mi madre.

Hoy vuelvo a esa lengua más torpe y primerizo
que ese niño inocente, donde ara parlaré,
com fa amb tu, amb les ombres de sempre,
per parlar a l’silenci amb el silenci
que la teva mort m’ha ensenyat.

Mi madre aún no ha muerto en este idioma.