A esmorga EDUARDO BLANCO AMOR

Fundación Ortega MuñozEscaparate de libros, SO2

xosé manuel dasilva

A esmorga
EDUARDO BLANCO AMOR

Vigo, Editorial Galaxia, 2011.

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Para casi todo el mundo A esmorga es la mejor novela jamás escrita en lengua gallega. Blanco Amor logró labrar con ella una pequeña joya centrada en el testimonio de Cibrán, individuo mísero sobrepasado por el curso aciago de los acontecimientos que presta declaración ante un juez textualmente ausente. La trama gira en torno a la parranda –este fue el título escogido por el autor para la autotraducción al castellano de la obra– que durante unas pocas horas vive torrencialmente en compañía de dos personajes de sinuoso perfil, Bocas y Milhomes. Blanco Amor escribió A esmorga a mediados de 1955, en poco menos de cinco meses, en Buenos Aires, ciudad donde residía primero como emigrante y después como exiliado. Su deseo era que apareciese en Galicia publicada por Editorial Galaxia. Pero la censura franquista frontalmente lo impidió aduciendo el inquisidor correspondiente –un falangista de nombre Miguel Piernavieja del Pozo– que el libro presentaba un “lenguaje soez”. Dicho censor añadía en tono bastante tosco la siguiente opinión, desmentida felizmente por el porvenir: “Burda novela corta, en gallego, en la que se narran las aventuras y desventuras de tres borrachos”. Tras esta frustrada tentativa, la primera edición de A esmorga tuvo que salir a la luz en la capital argentina en 1959, imprimiéndose allí también dos años más tarde la versión castellana.

Si nos hacemos eco como novedad de una obra ya legendaria es porque los lectores gallegos solamente han podido acceder recientemente a su texto íntegro, una vez descubierto que todavía circulaba con algunas modificaciones exigidas por las autoridades franquistas para que pudiese editarse en Galicia a principios de los años 70. En un artículo en la revista Grial, con el título “As vicisitudes editoriais d’A esmorga”, de forma minuciosa pusimos de manifiesto la historia accidentada de la novela dando lugar así a la presente edición, que puede considerarse definitiva tal como se recalca mediante una faja incorporada a la cubierta de la misma, en donde se informa que el texto eliminado por la censura ha sido recuperado. Parece sumamente increíble, pero esto demuestra que no siempre resulta fácil borrar las huellas de las dictaduras, como ocurre en este caso en el que la mayor novela gallega de todos los tiempos continuaba llegando a las librerías mutilada, más de treinta años después de haber muerto Franco.

A pesar de lo que pueda parecer, la culpa no fue en ningún caso de Editorial Galaxia, encargada de poner en manos del público, durante todas estas décadas, miles y miles de ejemplares de A esmorga en una versión incompleta. Todo se explica más bien por una curiosa combinación de desafortunados azares. Recuperemos, para demostrarlo, el hilo de la historia externa de la novela que antes comenzamos a relatar. Algunos años después de ver, en efecto, cómo el régimen franquista la prohibía terminantemente, Blanco Amor quiso intentarlo de nuevo sometiendo otra vez la obra, tal cual había sido publicada en Buenos Aires, a la férrea supervisión de la censura. En esta ocasión A esmorga no la iba a publicar Editorial Galaxia, sino Edicións Castrelos, que se ocupó de tramitar el expediente administrativo. Según el inapelable dictamen del órgano competente, el libro podía, ahora sí, editarse, pero podando algunos pasajes relativos sobre todo a los malos tratos infligidos a Cibrán, el protagonista, por la Guardia Civil. Blanco Amor, sin que hubiese otro remedio, se sometió muy a disgusto al sacrificio de sustituir tales pasajes por otros menos conflictivos. No obstante, en aquel ínterin, el novelista decidió asimismo que Editorial Galaxia pasase a lanzar la novela, que se encontró con la versión ya enmendada, sin tener conocimiento por consiguiente de la resolución de los censores. Esto es lo que constituye, ni más ni menos, la razón de que no se hubiese reparado en tal circunstancia sólo hasta hace poco.

Es preciso indicar que los fragmentos restaurados en esta nueva edición de A esmorga no son numerosos. Comprenden en algunos casos poco más de unas cuantas palabras, concentrándose todos ellos en la parte final. Sin embargo, desde el punto de vista cualitativo, tales fragmentos son altamente relevantes, puesto que se refieren a situaciones que determinan el desenlace de la narración, facilitando de esta manera su interpretación más recta. Lo importante, en definitiva, es que se puede tener por fin acceso al libro tal y como salió de la pluma de Blanco Amor. Por cierto, no quisiéramos terminar sin resaltar que La parranda, versión castellana de A esmorga, sigue siendo editada en territorio español incomprensiblemente con los mismos párrafos rectificados por imperativo de la censura. Y es que Blanco Amor, cuando estampó su autotraducción por primera vez en España en el año 1973, también se vio forzado a introducir tales alteraciones, sin que nadie se haya preocupado hasta hoy de restituir el texto original.