¡Los «sorpassos» de Antonio! Ese ir más allá de lo dado cuando me relataba un nuevo proyecto. Escribo estas palabras y me viene a la cabeza Mnemosyne, una instalación que contemplé hace ya bastantes años en el MEIAC. Recuerdo entrar en una sala oscura, donde había una pantalla y frente a ella un dispositivo con teclado. Al tocarlo se animaba una «galaxia» de líneas, vectores, puntos de luz, instantes... Se sucedían con lentitud imágenes antiguas, sobreimpresionadas, fotografías anónimas, de retratos individuales, de grupo, de calles y edificios en las que siempre había gente. Me imaginé incluso sus vidas... En esos momentos fui, con palabras de Muñoz Molina, «soberano de mi propia soledad». La instalación Mnemosyne se presentó en la exposición Secuencias 76/06 Arte Contemporáneo en las colecciones públicas de Extremadura. Julián Rodríguez construyó su discurso en el texto «Máquinas anónimas para conservar el tiempo», en el que defendía el «anónimo fotográ- fico», grosso modo aquellas imágenes sin intencionalidad digamos estética pero reveladoras de los modos de ser de una época. Como escribiera Brecht, «Bajo el hatillo de fotografías se encontraban todas las vidas / que allí habíamos conocido. No sólo nuestros antepasados / sino también los hombres anónimos que vivían colina abajo, / en otras calles y ciudades».
      Sería Antonio quien le dio «forma». Me hizo el encargo de desplazarme a un pueblo para digitalizar fotografías anteriores al 1936, con su correspondiente ficha: lugar y fecha de la foto, el estudio que la realizó, el nombre de las personas fotografiadas... Esto último era imprescindible. Me imagino el MEIAC —«estas soledades encerradas», como llamaba Valéry a las salas de los museos— visitado por cada uno de esos retratados... ahora ya con sus nombres. Yo creo que en Mnemosyne quizás esté configurado buena parte del pensamiento de Antonio: recuperar «memoria» apegada a un territorio, Extremadura, y al mismo tiempo crearla. A ello dedicó toda su vida.