Miguel Murillo

Fundación Ortega MuñozS10, Separata

MIGUEL MURILLO

ADIÓS A LAS PALABRAS

No hacía mucho tiempo que celebrábamos a Luis Costillo en Évora con palabras y vino de Eugénio de Almei- da, amigos y sueños editoriales, aquel proyecto que te iluminaba la mirada, aquella revista en la que querías recalar después del trabajo del MEIAC cuando llegase un descanso que no concebías. Aquella locura a la que nos arrastrabas emocionado.
      Pensé que no te acercarías a Castelo de Vide ese lunes 9 de diciembre de sol helado y cuestas empinadas. Es
tabas débil por entonces. Me pediste el brazo para subir juntos hasta el castillo y me pediste la palabra para volver a intentar descifrar el sentido de la falta de inquietud que planeaba y planea sobre la creación artística de nuestra tierra. Me hablaste con palabras de Juan Barjola «¿Qué puede hacer un pueblo que carece de los resortes de la inquietud?». Me hablaste de nuevo de tu sueño ahora frenado, decías que momentáneamente, por una depresión extraña, por una debilidad que te golpeaba de forma caprichosa. Cuando llegamos a la sinagoga y tras sentarte a la entrada, callaste. Con un gesto me demandaste silencio y con otro, apretando con fuerza mi brazo, me rogaste calor, sensaciones físicas, apoyo. Nos rogaste silencio, adiós a las palabras, a mí, a los amigos que te acompañaban y a Carmen. Silencio y contacto humano, allí en la puerta de la sinagoga.
     
Y se fueron las palabras. Comprendí que de nuevo aparecía el Antonio de silencios elegantes. ¡Cuántas veces después de iluminar una reunión con tus palabras exactas y sobrias, callabas, Antonio, callabas y llenabas de palabras por decir lo que era algarabía molesta e inconsciente!
     
Fue nuestro último viaje, fue nuestro último silencio en Castelo de Vide, tras bajar la cuesta del castillo y aparcar tu sueño, cambiarlo por calor humano y esperar bajo el sol a que llegaran tiempos mejores, tiempos de inquietud y, de nuevo, tiempo de palabras.
    
Atrás quedó la cuesta de los años, el camino tantas veces desconocido y lleno de maniobras, de ficticias conspi- raciones, de proyectos enloquecidos, ¿recuerdas a Enmanuelle bailando en el sótano del MEIAC y comulgando con carne picada?, lleno de amigos y palabras.
     Déjame que acuda a nuestro Ángel Campos.

Traía tantas cosas que contarte
que me he sentado solo
y me he puesto a decírselas
a tu lugar vacío.

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Antonio, Miguel y Esther, Castelo de Vide, 9 de diciembre de 2019.