Protagonistas de una historia: su historia.

Fundación Ortega MuñozAyN

Cartón, metacrilato, pegamento y lápiz, Ángel Jesús Sastre. © 2022 Asociación Debajo del Sombrero

Pero el territorio son también las lindes, los márgenes… Es necesario por tanto articular proyectos en torno al “arte como espacio de inclusión”, nuestro país sigue estando muy por debajo de lo alcanzado en centro Europa. La ciudad de Badajoz cuenta con varios centros de discapacitados; y hay usuarios que demandan esta atención, como mi amiga Anita, paralítica cerebral, con la que he quedado junto a Guadalupe, su madre, para hablar de ello. Me interesan sus opiniones, las de Anita son muy reveladoras, pues nacen de la experiencia (desde joven ha participado en diferentes propuestas), pero aún hoy necesita ocupar ese espacio relacionado con lo expresivo que falta en su vida, como me comenta Guadalupe, “Es la mejor forma que tiene para comunicarse, así es más ella”.

Me hablan, en todos los sentidos, de normalidad, por ejemplo, de la conveniencia de rehuir del tono un tanto conmiserativo y paternalista que suelen acompañar este tipo de iniciativas. Y les pregunto qué criterio elegir… No hacen distinciones: el mismo que se sigue para personas sin discapacidad, es decir, que estén en manos de profesionales del medio artístico y no, como sucede en ocasiones, de terapeutas. Incluso me pusieron en duda los métodos de aprendizaje, sobre todo la absurda obligación de copiar la “cocina” del maestro, en vez de aprender los rudimentos necesarios para que los usuarios creen con su propio sello, con la suficiente libertad para expresarse. Por último, tampoco entendían la separación por “capacidades”, aquí valoraban la mezcla, la importancia de compartir los mismos procesos creativos entre artistas y usuarios “con otras capacidades”, y el consiguiente y mutuo enriquecimiento. A este respecto, los profesores/artistas guardan un grato recuerdo de los talleres, como reflejan muchas entrevistas y comentarios en internet sobre estas experiencias, todos coinciden en destacar que es mucho más lo que ellos reciben que lo que aportan.

Recortes de tela zurcidos sobre lienzo, Marina Solana. © 2022 Asociación Debajo del Sombrero

Hace apenas unos días, durante la presentación de un libro de Guadalupe, me vino in mente el documental ¿Qué tienes debajo del sombrero?, dirigido en 2006 por Lola Barrera e Iñaki Peñafiel, y pensé en los paralelismos de sus vidas. Les hablé entonces de las hermanas gemelas Joyce Scott, escritora, y Judith, sordomuda y con síndrome de Down, protagonista del documental, y cómo Joyce quiso que Judith participara en las actividades del Creative Growth Art Center en Oakland (California, EEUU), que como veremos supuso un revulsivo en la vida de Judith. Dicho centro es un modelo de enseñanza artística para gente con discapacidad intelectual, digamos un “gran taller de arte”, que en un primer momento se estableció en la casa de la artista Florence Ludins-Katz y su esposo, el psicólogo Elias Katz, en East Bay, en 1974, como un espacio “para que las personas con discapacidad se expresen”. Ya en la década de los 80 se mudaron a su actual sede, un antiguo taller de reparación de automóviles.

En el documental vemos “construir” a Judith Scott sus piezas a partir de diferentes objetos que escoge de su entorno, así cajas, maderas, tubos, cintas de vídeo, papeles, maletines, ruedas de bicicletas… e incluso un andador que fue abandonado en la entrada del centro y que ella, como en tantas otras ocasiones, no dudó en “robar”. Después del acopio, de coger de aquí de allá, Judith envuelve todo ese material de manera concienzuda con lanas y retazos de telas de colores. ¿El resultado? Reconocemos un proceso de creación, de la consecución de una estructura, en definitiva, una necesidad de expresión, de comunicarse. Para el crítico Roger Cardinal, creador del término Arte

“Outsider”, este tipo de expresiones buscan consolidar la idea que tienen de sí mismo. Una manera de ser, pero sobre todo de estar en el mundo, el resquicio para ejercer cierto poder (de “dominar” un trozo de espacio creativo) en un mundo en el que no tienen poder. Como espectador, comenta Roger Cardinal “te asombra la intensa concentración que existe en este tipo de obras, es la expresión de algo muy urgente y esencial en la vida de esa persona. Por eso nos llega el arte outsider, porque vemos seres humanos luchando por encontrarse, por encontrar su voz, y eso es algo muy conmovedor”. En el caso de Judith no se sabe exactamente en qué consiste su búsqueda, hacia dónde va… Pero hay búsqueda, y resolución: ella sabe que esas estructuras que ha construido están ahí, pero sobre todo estarán al día siguiente. Para ella es la única certeza que se mantiene en el tiempo.

Rotulador y cinta adhesiva sobre papel, Miguel García. © 2022 Asociación Debajo del Sombrero

Nos sorprende la evolución de Judith, dejamos de ver a la persona discapacitada y descubrimos la artista. A medida que va ganando confianza en sí misma las piezas son cada vez más grandes. Una de ellas asemeja un cuerpo, al que se abraza. “Hay un beneficio -comenta un profesor- muy importante que nace cuando la gente hace arte y se expresa artísticamente. Cuando nuestros usuarios llegan aquí tienen acceso a este maravilloso privilegio de poder ser artistas todo el día”. Me gusta la idea de que los usuarios sean protagonistas de una historia -su propia historia-, y lo que es más importante: que la vivan además de puertas para afuera. Porque a menudo sucede que se mueven en los límites de cada centro. Los usuarios son tratados como verdaderos artistas. En el Creative Growth Art Center se les proporciona los recursos necesarios para que puedan realizar su trabajo, además de espacios para exhibirlo e incluso venderlo. No falta además el interés de galeristas y coleccionistas, que muestran su interés en las visitas al centro, y siguen muy de cerca los preparativos para el montaje de una exposición que vemos justo al final del documental, a partir de una selección de piezas no solo de Judith Scott. Muchas de ellas son adquiridas para museos, como el Museo de Arte Popular en Nueva York, el de Arte Contemporáneo de Dublín o el Museo d’Art Brut de Lausana. E incluso el centro también ha colocado el trabajo de sus residentes en los grandes museos del mundo, incluido el MoMa de Nueva York y el Smithsonian de Washington.

El búho y las estrellas, 2020, Rotulador sobre papel, Isabel Holgueras, Debajo del sombrero

El Creative Growth Art Center es un proyecto eficaz, convirtiéndose sin duda en un referente que ha creado escuela, véase la asociación “Debajo del sombrero” (https://www.debajodelsombrero.org/), en Matadero Madrid, impulsada por Lola Barrera sobre la base del documental. Merece la pena conocer sus reflexiones al respecto, sumamente interiorizadas, con objetivos exigentes y perfectamente definidos, “Nosotros -asevera Lola Barrera- tenemos una misión, que es abrir puertas a las personas con discapacidad para que el arte contemporáneo tenga en cuenta su obra”. Asistimos a un arte fuera de toda norma académica, por tanto, en el territorio más libérrimo de la imaginación, con artistas que no aspiran a vivir de esto, sin ánimo de fama, de lucro… Para Lola Barrera, “Moverse en este tipo de arte, con este tipo de artistas, es fácil, porque es un arte intuitivo, tiene algo muy verdadero, y ofrece mucha confianza. Siempre, además, hay algo enigmático, pero no es un enigma de dificultad, sino de brillo, interés y emoción. (…) En aquellos casos en los que no existe el lenguaje verbal, el arte entonces aporta mucho más, es un magnífico medio de comunicación. (…) Hablo de felicidad, que se puede ver, y también evaluar”.

Martín Carrasco.