Tomás Sánchez Santiago

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO4

TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO

LO MUSITADO

Eso que deja abiertas las puertas
al sollozo
                
(su voz sin hueso
y su tejido roto y escurrido)

y todavía hace posible
mover entre los dientes
la extraña compasión de los significados.

Eso que empieza a arder
aun antes de encenderlo y pide paso justo
cuando ha encontrado perdición,
y atraviesa pasillos oscuros
lavándose las sílabas en saliva cansada.

Eso, lo dulce escatimado,
lo que llega sólo a morder la luz
de lo intermedio,
lo musitado, sí, de donde sale nada más
el humo hilado de unas pisadas en la nieve.

Hasta ahí, hasta ahí llega
la rozadura pequeña del poema.

Un ruido de uñas rotas
y nada más.

Tócame, al menos tócame otra vez

con los nombres sumergidos.


OBLIGACIÓN

Abre la boca y tira ya
las acumulaciones.
                                  
Aguas
tan retenidas mal pueden dar
otra cosa que olor y escarmientos.

Deja que, aun mal sentadas, pesen solo en tu oído
sílabas solas.
                       
Las que ahora te visitan como pasos sueltos.

Ponlas afuera,
lejos de los músculos, del ennegrecimiento.


COMO LA VIDa

A medio morder, la fruta llora y se oscurece.

Fulgor de lo empezado, se mueve la dulzura entre los dientes.

Tintineos de azúcar niña que se esconde del mundo
para librar la tormenta del hueso, que ahí viene

retumbando.


ESTACIÓN ROJA

Hacia dónde va octubre con sus ventanas rotas, con sus caballos revueltos de inmedia-
tez. Te persigue un lujo frutal de esferas, cielos desconsolados y el bramido de turbios
animales que las nubes descuelgan cada tarde.
                                                                                   
Octubre, octubre..., sabes dejar que es-
cuezan despacio las horas tras una música cancelada. Mientras tu luz se pierde, echas
al aire moscas sin gobierno y entregas adjetivos maniatados por la melancolía. Y habla
por ti tu población tranquila: hojas que borran solas nuestros pasos, lluvias con un
dictamen que atraviesa las avenidas de la intimidad.

Cuando te vayas, olvida entre nosotros algunas brasas sucias y pequeñas que nos
guarden de los abatimientos. Y empuja suavemente la loción del otoño hacia últimas
habitaciones, allá donde alguien cuida perchas frías y paños donde lloran, cansados,
socios amarillentos.


LA LLEGADA

He venido a buscar
tus dientes inmediatos,
la pequeña pasión de tu pisada
y el humo blanco,
el humo
que despiden tus palabras más largas,
las de plata callada,
las que salen al convite del mundo
entre las aberturas de lo obvio.

Todo he venido a buscarlo.
Y a ti con todo.

(poemas del libro inédito Pérdida del ahí)