Teresa Soto

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO2

TERESA SOTO

Oviedo, 1982

De no saber si se quiere avanzar o no.
En el lapso,
los dedos se aprietan
como raíces de boj,
el cuerpo quieto
contracturado a la espera.
Sin aire casi
que baje del bronquio al pulmón,
¿cómo esgrimir el próximo movimiento?


El calor, el ruido nos reconfortan.
Así es que buscamos hogueras.
Una combustión,
algo que arda contra la piel,
forma única de salvar el pellejo.


Llevamos algo de la muerte encima
y no es el manto, ni la palidez,
no penséis en la guadaña, el frío.
Llevamos algo de la muerte,
es un latido,
algo que se oye.
Es también un movimiento,
algo que llega.


Algún día supimos cantar.

Cantamos melodías
separadas por tres tonos,
sonaban compactas,
                sonaban.
Pero nuestra música
fue efímera, era
una música esforzada:
demasiado aire contra las cuerdas,
la espalda no muy recta,
sudor crespo en las manos.

Pero dejamos que saliese
a pesar de todo.
Nos rodeó, rozó la carne.
Su abrazo era el de la serpiente.


¿Cuál de las dos guardó el secreto?
Creció dentro.
Una hiedra que no para de medrar,
de hoja dura, agria.
Aunque dejemos de regarla
no morirá,
¡mírala!
Avezado jardín vertical
bosque forzudo.


¿Cuál de las dos guardó el secreto?
Si hay un foso
se va a llenar de agua.
Tardará en secarse
incluso después de la lluvia.
¿Quién quiere llevar
toda esa agua sucia tan adentro?


Porque al secreto le sigue la revelación
alimentamos así
aquel animal salvaje,
lo lustramos,
lo cuidamos
con nuestro silencio.
Su aparición
sería espectacular:
bestia limpia, bien brillante,
rebosante de salud.