Patricia Gonzalo de Jesús

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO3

PATRICIA GONZALO DE JESÚS

BARCELONA, 1978


DOS POEMAS

RAÍCES AÉREAS

La genética
(resulta palmario)
tiene un sentido del humor
algo perverso.
Puede dotarte,
por ejemplo,
(y ése es mi caso)
de raíces aéreas,
a pesar de no ser
un baniano,
ni una higuera,
ni un ciprés de los pantanos.

Tampoco es que el fenómeno debiera
cogernos por sorpresa:
al fin y al cabo,
bien mirado,
había hecho ya ciertos amagos
en un árbol familiar
(qué apropiada terminología)
claramente estrafalario
que cuenta en su haber
con vástagos capaces de
oír voces inaudibles,
comunicarse con los animales
(aunque no lo hagan con los humanos)
o compartir el injusto castigo
de la ninfa Eco.

Tampoco es que el fenómeno debiera
preocuparme demasiado:

al fin y al cabo,
bien mirado,
las raíces aéreas tienen
innegables ventajas y atractivos
(¿no depende todo del ojo
del que mira?),
como en el sorgo,
a modo de raíces fúlcreas
útiles
para el soporte
y la absorción de nutrientes
(aunque mi índice de masa corporal
lo contradiga)
o, como en la hiedra,
para aferrarse a
la superficie de objetos
suministrando apoyo al tallo que
trepa
(aunque mi incapacidad para medrar
no lo demuestre)
o, como en el mangle,
para sobrevivir en hábitats pantanosos,
sin drenaje ni espacio adecuados,
mediante pneumatóforos que
emergen del lodo
(¿por qué si no ese infructuoso empeño mío en
arraigar en entornos laborales adversos?).

Tampoco es que el fenómeno debiera
tener resultados espectaculares:
al fin y al cabo,
bien mirado,
no se trata más que de
una variación más,
un matiz tal vez inapreciable
(desde luego así es
para el ojo poco atento, incluso el más allegado).
O quizá se trate de

un problema de taxonomía:
siempre me he sentido
identificada con

las epifitas.

No me entiendan mal:
no es que aspire a
la espectacularidad de las orquídeas.
De poder escoger,
elegiría la humilde autosuficiencia
de la «planta con maceta»
(Dischicia rafflesiana),
cuyas hojas,
recipientes vacíos,
recolectan desperdicios y agua de lluvia
para albergar
colonias de hormigas productoras de nitrógeno.
Sus raíces, descendentes,
se internan en
el interior
de su propia maceta
para nutrir a la planta.

No me entiendan mal, no:
no es que sea
ferviente defensora de
la autogestión,
tan sólo admiradora
de la perfección pitagórica.

                                                           


álbum familiar

Ambos mirábais fijamente a cámara
con melancolía y solemnidad
propias de una Castilla en blanco y negro,
impropias de críos que aún no habrían cumplido los siete años.
Él: pantalones cortos, americana diminuta, raya a un lado.
Ella: chaqueta sobre vestido, trenzas rematadas con lazo.
Idénticos calcetines de lana que
no alcanzaban a cubrir
rodillas rasguñadas y casi idénticas.

Años después os encontraríais.

Por aquel entonces aún
no sospechábais que
compartíais
idénticas onzas de chocolate
a buen recaudo en
cajas de Cola Cao idénticas,
idénticos y aborrecidos platos de legumbres,
idéntica educación nacional-católica,
idénticas etiquetas con vuestros respectivos nombres
cosidas en la ropa
(única distinción entre
idéntica multitud de mocosos),
el sentimiento de orfandad
de todo interno en colegio religioso
grismente idéntico.

Años después os encontraríais.

Por aquel entonces ya
teníais la certeza de que
compartíais
idéntico el tacto rugoso
del granito y de la siega,
de manos de padres y ropa de luto idénticas,
el apego a una tierra mísera y las ansias de partir

(esperanza en idéntica medida que
culpa)

también idénticos.

Años después os encontraríais.

Por aquel entonces al fin
compartíais
idénticas pisadas apresuradas sobre
idéntico asfalto de
idéntica ciudad
(la vuestra sin gauche divine,
por más que dijeran),
idénticas Ray Ban y discos de vinilo idénticos,
idénticas navidades a solas en pensiones y alquileres idénticos,
idénticas noches en vela
en calles en ebullición idénticas.
Una vida a medio estrenar
repleta de incertidumbres idénticas.

Años después os encontraríais,
vuestra mirada a través del objetivo de una cámara
recién estrenada,
en una mirada idéntica,
impropia de un Madrid en color,
impropia de una cría que apenas habría cumplido el año.
Abrigo granate sobre vestido, raya al medio.
Idénticos calcetines de lana.
Aún se parece a la vuestra,
por más que en ocasiones
prefiriera no hacerlo.
Por más que en ocasiones
prefirierais no hacerlo.