Pablo Fidalgo

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO4

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GUILLERMO PÉREZ VILLALTA - Serie Pabellones imaginarios. 2010.

PABLO FIDALGO

CINCO POEMAS

Yo estaba atado al mástil del barco
para no morir con el canto de las sirenas.
Una voz que canta no se puede silenciar
porque lleva dentro de sí todo un paisaje.
Me pregunto cómo será sin ti mi poesía.

Siempre decías vivo cada día como si fuera el último,
sin dejar de pensar en la muerte. Tú no vives así.
Sé bien lo que querías decir: que la muerte te impacienta,
que no logras esperarla en tu sitio, que necesitas matar a alguien
y que me has elegido a mí.

Desde la costa es fácil hablar mal de un hombre
que necesita atarse al barco para no morir.
Sin embargo es la única forma de curar una adicción.
Es un aprendizaje tan real como la ignorancia.
Tu construías la vida, yo la despreciaba.
Yo soy ahora la sirena, el que canta bajo el agua
y veo cómo alguien se ata por mí.

Mi palabra estaba antes que tú.
Las heridas del viaje son irreversibles.
Acepta que no puedes tenerme ni ignorarme.
Volví, con los años, al Atlántico.

El canto suave del mar en la noche
es la violencia inútil que busca mi generación.

A veces me pregunto cómo será sin ti mi poesía.
Yo canto al que ve venir su cuerpo,
al que no acepta los ciclos de la vida,
al que resiste atado al árbol sin madurar
para no pudrirse nunca.


Que duermas bien, me digo a mí mismo,
que consigas una canción, que un día pagues tu deuda,
que resistas el peso de las malas construcciones.
Que consigas dormir con luz. Que tu alegría se refleje.
Que nadie se vengue realmente de ti.

Si ella era para mí el primer amor
¿qué número era yo para ella?
¿Por qué hago cuentas si no sé?
¿Por qué decir no pudo ser, o esto queda entre nosotros?
¿Por qué fui cargando con cuadernos?
¿Por qué no comprendí que en los fallos de mi memoria
estaba la verdad?

¿Por qué me resistía a creer que pasaría
ante este paisaje el resto de mis días?
¿Por qué tardé tanto en adorarlo todo? ¿Perdí mucho tiempo?
¿Por qué yo, hijo único, amante de lo extraño,
habiendo acertado y habiendo fallado con igual pasión,
no voy a dar por hecha la alegría para siempre?

Si a mi primer amor no le salen las cuentas
¿he de pagarlo en cada momento de mi vida?


Un hombre camina por la arena.
No es, digamos, un hombre de mundo.
Sabemos que cuando tiene hambre
se come los huevos de las aves.
Pasa deprisa desde el agua helada
a la sangre ardiente de los pájaros.

Es un hombre que se llama a si mismo
supervivencia, belleza, espanto, música pura.
Es un hombre que nunca ha podido oír
su nombre sin pensar que era mentira.

Una vez encontró a una mujer en la laguna.
Ella lo llamó el hombre sin ley
Él le dijo he tenido tanta hambre,
he estado tan solo, he tenido tanto miedo
de la sangre y de las agujas
¿Quién eres tú para bautizarme?
Comprendo que la bestia en ti no exista,
pero es mi razón de ser,
salir de casa en la tormenta, someterme al viento.

Mientras me alimentaba en la arena blanca,
bajo el cielo negro, pensaba, dónde vais a estar
mejor que dentro de mí, que soy vuestra madre.
En mí saciareis vuestra sed.
Nunca jamás dejaréis el nido.
Mi pueblo aún es abstracto,
pero he tenido una visión, y la sigo,
y allí donde solo hay rocas, tomará forma una casa,
y otra, y otra, como huevos de aves.

Es un hombre que se llama traición,
madurez, padre, asesino, fin del mundo.
Sabe que cuando llegue el día de su bautizo
no llorará como la mayoría.
Es un hombre que se llama a sí mismo
por el nombre que nadie se atrevió a llamarle nunca.


Cada noche me descubro agarrado a ti
con un dolor que no es de este mundo,
y que no tendría por qué haberme llegado nunca.
Estas noches siento que este pueblo
se agarra a la tierra con demasiado amor
como si no confiara en sí mismo al margen de todo.

En este momento un hombre me mira desde el mar
como se mira un país atrasado.
Conoce todos los naufragios de esta costa
y sin embargo algunas noches se acerca a mirar.
Yo sería otro del que soy,
por eso me agarro a ti y soy consciente de que somos
una referencia moral no para la generación que viene,
sino para los hombres de mar. Su única certeza.

Muchas historias de amor van creando el paisaje,
muchas casas en las que se recuerdan náufragos
en las que se apagan las luces al mismo tiempo.
Y al mismo tiempo es el paisaje el que condiciona el amor,
es a través del mito del paisaje
como los amantes inventan su verdadera patria.

Quien está en el mar, y tiene ese ritmo,
y ve cada día el mismo azul inmenso
no piensa que puede existir un amor
en el que jugar a buscar las diferencias.

Estas son las consecuencias de un amor distinto:
vengar, amenazar, actuar, definir.
Esto es el amor: proteger lo que no posees,
proteger el mar de todos aquellos
que se han creído la tierra demasiado.


Retrato de Ungaretti e ingeborg Bachmann en Fiumicino

Si conoces el aeropuerto de Fiumicino entiendes
que aquel día Ungaretti insistiera en acompañarla.
Se llevan casi cuarenta años.
Bachmann adora Italia. Ungaretti ha visto morir a su hijo.
Bachmann le dice cada vez que pienso en esas notas
que escribías mientras luchabas en la guerra, lloro.

El avión parte con mucho retraso.
Ungaretti pide una botella de champagne.
Bachmann le cuenta su afición a comprar zapatos
y él le regala unos. Alguien dignifica la poesía.

Después se hacen una foto juntos sin pensar
que quizá ese sea el último instante
que encajan el norte y el sur de Europa.
Ella morirá en un incendio en Roma pocos años después.
Él morirá de viejo, riendo en una película fantástica de
Pasolini.
Pasolini morirá dos años después de Bachmann
en la playa de Ostia, muy cerca de Fiumicino.

Siempre viviremos atrasados, traicionados, abandonados.
Recordaremos un encuentro, un aeropuerto italiano.
Tardaremos años en entender
que la lengua es hostil pero sus mensajeros no.
Nuestras madres vendrán detrás de nosotros
y nos obligarán a hacer las paces
también con la poesía.