Óscar Díaz

Fundación Ortega MuñozPoesía, S10

ÓSCAR DÍAZ

LANGREO, 1997

LA NOVENA SINFONÍA MÁS TRISTE DEL III REICH

Wilhelm Furtwängler adoraba la cultura
así que preparó unas letrinas para el himno
de Schiller los campos se teñían por la música
política de cuerpos y el cráneo de Beethoven
interpretado a pleno pulmón por los judíos
afilaban sus uñas contra el culo del imperio
si pongo palabras evocáis la imagen y no sabréis
aquellos angelitos vestían con zapatos en la flecha del tiempo
creo que verdaderamente le gustaba ellos se escribieron
notas a punzón al modo de una red social pionera
el demonio se encuentra en los zapatos
un joven matrimonio se felicita por la escuela de sus hijos
duermen la siesta y oyen la novena te echaremos en falta
no es verdad que seamos instrumentos en las letrinas de la feliz Europa


PIENSO SUS CUERPOS

Retrato de Durero

Pienso sus cuerpos porque tengo cuerpo.
Barbara Holper retratada, piel
que siento con imágenes
no como un cuadro sino como un texto
fuera de nosotros,
una ancha y larga turbulencia:
vería los objetos en el agua,
no reflejados, muerte
por agua
y en Egipto medían con cuerdas los terrenos.
Ha compuesto de nuevo el retrato de su madre,
la carne de los párpados, las líneas
inventadas que desencajan la mandíbula,
así ha compuesto el cuerpo de su madre,
ese monstruo visual sin advertirlo:
pese a que no hay profundidad, enseña
profundidad.
                            Durante
diferentes vivencias componemos
el testigo ocular, que con su voz
quede la madre en gloria celebrada
sustrayéndose al juicio de la muerte.
Hemos durado
verbales y vacíos:
un animal o un hombre tras el árbol,
un animal o un hombre que lo enfrenta
y para verlo
en movimiento el lazo se promulga:
el escondite, forma de olvidarse los cuerpos.
Detener el aceite al deslizarse
en la sartén que pide ya materia,
huele, también podría
ocurrirle lo mismo a mis ideas
con desprecio descritas en palabras,
despobladas jamás sin rectitud
no en la imaginación
sino en la facultad de imaginar.
Pienso sus cuerpos, su perezosa metafísica.


XII

Hay que escamar el dátil para alcanzar el fruto
desnudarse en la fronda de la virginidad
con gargantas translúcidas que muestran el galopar del caballo
los zarcillos pueblan la lanza de los abrigados
mientras el aroma a juncos escruta el pulmón simbólico
nada más que el vacío es hermoso, y yo aún no lo vivo...
vestía jarras de hojas en los cielos
callado, esperando la piedra que se hiciese cúpula
entre las venas rayadas de firmes y ancianos charcos
en diferentes espacios, realidad de adobe amaneciente
cuando alcance el fin por el limpio barro seré aceptado
esplendor sibilino del hocico contenido en un racimo
provisto de una nodriza, mujer de blancas manos
caminante de corazones preocupados por el macizo amanecer
lengua ejemplar de techos hórridos que son negados
conocedora de pliegues y del encuentro dorado
de cómo cortar los nacarados tallos del bálsamo
en torno a los frutos que ofrece la materia en su infinita gloria
guardo el oficio de la ceniza en nombre de la bruma
primero llamó el gemelo unión doble de la raíz
pétalos de montaña en la cuna del hueco sin forma
danza el cordero al ritmo del rebaño y abandona sus tesoros
ya no forjó más palabras, sino el sebo del hogar
siempre elemental de hondos brillos de carbón
oraciones hilvanadas por la lechosa catarata
música es el goce de los faisanes
oscura herida de los soles besados por el orden
abanico mi reflejo con la burla de un mohín
selváticos ramos de osamenta era mi infancia
aún guardo la risa de la corola que ahora es nieve
la crin del placer es el nimbo del parnaso
sus cálices amamantan el lúcido sueño con su jugo
tapan las cortinas mis anhelos con mortaja
pestañas de gorjeo secular alumbran la campana
ese reguero del lívido horizonte se acuesta alfombrado
no visita la aurora con su diamante el agua sin fondo
un orfebre hiciera con marfil esplendores de resina
prendados los leones de crueles cabellos y arrebatada virtud
puras vértebras en los glaciares del bautismo
piedad que murmura a unos talones ardorosos del tránsito
libación a la ausencia de juiciosa amplitud su orilla.