Martín López-Vega

Fundación Ortega MuñozPoesía, S10

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JOSÉ PEDRO CROFT
SIN TÍTULO, 2017

MARTÍN LÓPEZ-VEGA

POESÍA ASTURIANA ÚLTIMA

Es una lata; pero es inevitable, cuando toca hablar de la literatura en asturiano, comenzar haciendo una referencia a la situación de la lengua. Una situación que, a primera vista, puede parecer mejor que nunca. Según un estudio del Conseyu de la Mocedá del Principáu d’Asturies y la Academia de la Llingua Asturiana realizado en 2018, el 86% de los jóvenes apoyan la oficialidad del asturiano. Un poco anterior, pero más fiable y de más amplio espectro, según la III Encuesta Sociolingüística de Asturias, dada a conocer en 2017 por la misma Academia de la Llingua Asturiana, un 53% de los encuestados apoya total o parcialmente la oficialidad de la llingua, mientras que un 25% muestra un descuerdo total o parcial, siendo el resto indiferente. Además, otro dialecto del viejo asturleonés, el mirandés, es oficial en Portugal desde 1999 (una oficialidad, todo hay que decirlo, bien diferente a como se entiende a este lado de la raya); y el leonés está cobrando una vitalidad cada vez mayor en los últimos años. Descendiendo al detalle, la situación parece un poco más precaria. No deja de llamar la atención que un lingüista de prestigio como Ramón d’Andrés, muñidor esencial de las normas ortográficas, la gramática y el diccionario de la Academia de la Llingua, haya dedicado un análisis detallado a la traducción de las normas de uso de las mascarillas en la cartelería oficial durante la reciente pandemia. Si aún existe discusión a ese nivel, algo falla.  
      Dos grandes hitos en la solidificación del asturiano, y en la cada vez mayor aceptación social de su posible ofi- cialidad (que en esta legislatura, y tras el cambio histórico del PSOE, que se ha posicionado por primera vez en su favor, está a solo un voto de distancia en el parlamento autonómico) tienen que ver con los medios de comunicación. Por un lado, la existencia de un semanario en asturiano, Les Noticies, entre 1996 y 2012, que era básicamente una revista literaria y cultural en la que colaboraron todos los escritores en asturiano del momento, contribuyó a la creación de un estándar lingüístico y literario afinado, fiel con el habla y amable en ese sentido, lejos del asturiano “furioso” (así conocido) que había propuesto la Academia en años anteriores. Por otro lado, en 2005 arrancaron las emisiones de la televisión pública asturiana (TPA), que si bien en un principio dedicó poco o ningún espacio al asturiano, poco a poco fue cediendo a la evidencia de que la llingua no restaba sino que sumaba audiencia. Un caso emblemático es la serie documental Camín de cantares, presentada por el musicólogo Xosé Antón Fernández “Ambás”, que centrada en la recuperación de la música tradicional fue también un tratado de etnografía y lingüística al que se le puede atribuir buena parte del mérito del espacio que el asturiano ha ganado en esa televisión desde entonces, donde alternan los programas que lo usan como lengua única (pocos, bien es cierto) con otros en los que alterna con naturalidad con el castellano.
     
¿Y la literatura? Puede decirse que la literatura en asturiano arranca con el Barroco y gana peso con la ilustra- ción (el propio Jovellanos fue el impulsor de la Academia Asturiana de les Bones Lletres, que acabaría dando paso a la actual Academia de la Llingua Asturiana). El gran hito del siglo XIX es la publicación de una piedra miliar de la literatura asturiana: la Colección de poesías en dialecto asturiano preparada por Xosé Caveda y Nava, editada en Oviedo en 1839 y que tuvo una amplia difusión en todo el ámbito hispano, y donde se recogían las obras más significativas que el asturiano había dado hasta entonces. Luego vendrían altos y bajos, y por fin, en un movimiento análogo a la Renaixença catalana o el Rexurdimento gallego, el conocido como Surdimientu, ligado a la aparición del movimiento Conceyu Bable en 1974 y a los movimientos en favor de la oficialidad, y aunado a un especial re- nacer de la canción en asturiano. Suelen distinguirse dos etapas en el Surdimientu: una más ligada al compromiso y la reconstrucción del estándar lingüístico, con nombres como Manuel Asur, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Vicente García Oliva o Teresa González; y una segunda, más empeñada en demostrar que se podía escribir en asturiano con la misma profundidad y los mismos referentes y tradición que en castellano o en inglés. En poesía, es el verdadero gran momento de la literatura asturiana. Su nombre más importante es Xuan Bello (Paniceiros, 1965) que con una poesía que aúna la memoria rural de la infancia con el cosmopolitismo libresco y una inmersión moral en la propia biografía es el más conocido en España, en buena medida gracias al éxito de la traducción de su libro en prosa Historia universal de Paniceiros (2002). Su poesía está reunida en el volumen bilingüe Ambos mundos (2010) al que siguió la publicación del que es hasta el momento su última obra poética, El llibru nuevu (2017). “Paniceiros” es el título de un poema de Xuan Bello que es quizás el centro simbólico de esta literatura:

Conozo un país onde’l mundu llámase
Zarréu Grandiella Picu la Mouta Paniceiros

Un mundu que perdéu l’aldu los caminos
Xerusalem llevantao na palma la mano d’un nenu

Un mundu que yera altu luminosu esbeltu
Naciente y fonte y vocación de ríu

Onde los homes callen y el silenciu ye renuncia
Onde escaecimos el ser Onde claudicamos

Un país onde la casa cai cai l’horru la ponte
El molín la ilesia l’home tamién cai

Onde la mirada yera pura cenciella
la xaceda que dexara la nube en cielu

Onde namás nos queda la memoria
corrompida de la infancia La nuesa soledá

L’abandonu de nueso

Compañero suyo de generación y de primeras andanzas es Antón García (Tuña, 1960), autor de una obra poética variada, desde el impresionismo de Estoiru (1984) al realismo de la experiencia de Los díes repetíos (1989) o la síntesis de Venti poemes (1998). En 2011 se publicó su poesía reunida en la edición bilingüe La mirada ajena, al que seguiría el más experimental Ferralla (2016). La tercera pata de este banco (pues compartieron múltiples pro- yectos, quizás el más emblemático la revista Adréi) es Berta Piñán (Cañu, 1963), cuya obra poética está recogida en el volumen bilingüe Noches de incendio (2005) al que seguirían Un mes (2008) y La mancadura (2010). Con algún guiño inicial al surrealismo, su poesía evoluciona hacia un tono comprometido que alterna con la memoria de la infancia. Esther Prieto (Arenas de Cabrales, 1960) es autora de una obra breve y esencial; los pocos poemas de Edá de la memoria (1992) y La mala suerte (1998) le han garantizado siempre un lugar de honor en todos los recuentos y antologías. Pablo Antón Marín Estrada (Sama de Llangréu, 1966) es el más prolífico y variado de todos. Se estrenó en 1989 con Blues del llaberintu (1989), al que siguieron títulos fundamentales de la poesía asturiana hodierna como Un tiempu meyor (1996) que no falta en ningún listado de los títulos imprescindibles de esta época. Hay, sin duda, más nombres. Quien esté interesado puede recurrir a antologías bilingües como la pionera Nórdica (1994), preparada por José Ángel Cilleruelo; Fruta del tiempo (2002), editada por mí y que es una versión corregida y aumentada de la de Cilleruelo; o la más reciente y completa Toma de tierra (2010), preparada por José Luis Argüelles, y sin duda la gran antología de referencia de este período. Arranca con los autores del primer Surdimientu (Pablo Ardisana, Xosé Bolado o Roberto González-Quevedo, además de los ya mencionados) para hacer una nómina exhaustiva del segundo Surdimientu, desde Taresa Lorences a Pablo Antón Marín Estrada. Se añaden algunos autores más jóvenes que comparten rasgos esenciales con esta segunda generación pero que ya avanzan modos nuevos: se trata de Chechu García, Xandru Fernández, Pablo Texón, Héctor Pérez Iglesias o Ana Vanessa Gutiérrez, que cierra el volumen.
      ¿Y después? ¿Qué cantan los poetas asturianos de ahora? Es la pregunta a la que intentó responder Antón García en su antología La prueba del once (2015) donde se recogía la obra de otros tantos poetas en asturiano posteriores a Vanessa Gutiérrez. Son Henrique G. Facuriella, Alejandra Sirvent, Pablo X. Suárez, Iván Cuevas, Carlos Suari, Laura Marcos, Sofía Castañón, Rubén d’Areñes, Sergio Gutiérrez Camblor, María García y Xaime Martínez (el más joven de todos, nacido en 1993). Una nómina de autores por fuerza aún en formación en su mayoría y cuya variedad de intereses (desde la poesía más intertextual de Alejandra Sirvent a la más ácida e intelectual, en el buen sentido de la palabra, de Pablo X. Suárez o Sergio Gutiérrez Camblor, pasando por el tradicionalismo de Xaime Martínez o la búsqueda más variada de Sofía Castañón) anunciaba un momento vital y muy interesante de la poesía más nueva en asturiano.
      La brevísima selección que ahora proponemos arranca con Vanessa Gutiérrez (Urbiés, 1980), bisagra, quizás, entre dos generaciones, lejana de la segunda generación del Surdimientu por sus diferentes intereses (es, de todos los escritores en asturiano de las últimas décadas, la que con más talento y dedicación ha derivado hacia el ensa- yo) pero también más consolidada que los autores incluidos por García en La prueba del once. Su obra poética arranca con dos libros casi seguidos en 2003 y 2004, Onde seca l’agua y La danza de la yedra, reunidos en el volumen bilingüe La quema (2011) al que debería seguir pronto Refraneru popular, que ganó el premio Teodoro Cuesta (el más prestigioso de la poesía asturiana) en 2018, y que condensa todas las vetas de una obra rica que aúna la memoria familiar y de la comunidad con la introspección sin analgésicos. Es importante subrayar, en ese sentido, un libro en prosa como La cama (2008), verdadero ejemplo de una forma distinta de elaborar una biografía familiar, y el muy singular El paisaxe nuestru (2016), donde, tomando como punto de partida el olvidado género de las monografías médicas, traza un retrato que partiendo de las vivencias de los habitantes de su aldea y de las monografías que hacen referencia a su comunidad elabora un verdadero tratado sobre el uso del espacio y sus lecturas. Uno de los libros más originales y hondos que uno haya leído en cualquier lengua en los últimos años.
      Pablo X. Suárez (Samartín d’Anes, 1981) es también narrador y alterna el castellano y el asturiano, algo que no es raro entre sus compañeros de generación. Su obra destaca por su carácter directo, que no teme a mezclar la tradición clásica con las referencias pop siempre con una ironía que nunca cae en el cinismo, que a menudo busca en el lector una sonrisa que nunca deje de ser inteligente. Su obra poética en asturiano la encontramos en los libros Asturiana Beat (2005), El sistema débeme una chocolatina (2011), y Little Babilonia (2018).
      Sofía Castañón (Xixón, 1983) también alterna la creación poética con la audiovisual. Su documental Se dice poeta, que dirigió en 2014, es un análisis esencial en voz de algunas de las más importantes poetas de su ge- neración y alrededores de lo que aún hoy supone ser mujer en un medio, el literario español, que sigue siendo profundamente machista. En su poesía alterna también el asturiano con el castellano. En castellano ha publicado libros en editoriales “alternativas” bien conocidas del estado, como La Bella Varsovia, Ya lo dijo Casimiro Parker o Baile del Sol. Su obra en asturiano está recogida fundamentalmente en los volúmenes Tiempu de render (2009) y Destruimientu del xardín (2012). Una poesía, la suya, que gusta de contaminarse de influencias diversas, siempre en pos de la búsqueda de sentido.