Maribel Andrés Llamero

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO11

MARIBEL ANDRÉS LLAMERO

Arte poética

Esta tarde yo también quiero confesar,
como Sá de Miranda,
que me gusta lamer mis versos
con el mismo amor y dedicación
que la osa a sus hijos
más necesitados.

Origen de la floricultura. Estudio previo

Ni aunque este árbol jamás
en fruto se multiplique
será estéril
su belleza.

Origen de la floricultura

Habrás de cuidar tú solo
de este bosque que te cerca,
sin esperar nunca que sea
geométrico jardín.

Atiende a los árboles, a las plantas,
a las flores y a sus frutos con pausa
y dedicación
para que sean.
Observa y admira bien
la naturaleza que reclama tu calor
como todo lo que germina.
Acaricia su generosidad
yema contra yema, y también frente a la biología
confía siempre en el Verbo:
quieren de tu voz palabras
agradecidas.
Necesitarás descifrar por dónde
pide la savia ser podada
para arremeter con vigor
y que vuelvan, fuertes y radiantes,
a crecer sus envejecidas ramas.
Las hojas agostadas
como tarde de otoño,
querrán decir –pero no dicen
y ahí estará el milagro
de tu afecto–
cuánto necesitan beber para vivir, o bien
que no había sed para tanta agua
y entonces tendrás que secar
sus cordones umbilicales,
el punto exacto donde siempre
se origina la fuerza, el suelo que los rodea
y mantiene –quién dijo que la tierra
no era parte de los seres–
con cuidado.

De entre todas deberás asimismo velar
y aún con más esmero
a la flor de secano que brotó
del desamor.
No olvides nunca que ella también
como nosotros
hace lo que puede
por la belleza.

Promete que protegerás
con tu desvelo este bosque
sin esperar nunca que sea
geométrico jardín,
porque sólo así todo en él
volverá algún día
a brotar y prosperar.

Y cuando de pronto llegue la mañana
en que todo lo que crece
sólo esté entre sus piedras,
sentirás al fin dentro de ti
lo absurdo de la impaciencia
el sentido de la espera

la paz

de que contra todas tus ansias
nada florezca
sino en la primavera.

Frente a Wayne Shorter

I

Soy de las que llegan
lentamente al espectáculo
contenida en un caminar que solo
roza el aire,
desacompasada siempre,
con pies a contrapunto
solo por negar
los ritmos ajenos
el vaivén impropio y obsoleto
del reloj

y del endecasílabo.

II

Nunca nadie me aguarda ya
en las puertas de los actos sociales.
Este paso torpe que me precede
convoca el único espacio posible
para mí; no quiero estruendo
ni ceremonia
me dirijo atrás,
donde todo acaba
o comienza:

elijo –porque me gusta
además elegir– siempre
los últimos asientos
del anfiteatro, el lugar
privilegiado del margen
donde todo
sucede, las mejores visiones,
los sueños
más grandes;

elijo
la soledad
de quienes aún
intentan la intimidad.

III

Nunca me verán participar del tumulto,
de la existencia ruidosa,
pero desde mi rincón observo
y créanme que sé vibrar
ardorosamente.

IV

Retirada y sola, soy ya soberana de mí misma,
dueña del silencio del que no me ha de arrancar
diálogo obligado –qué podría confesar
a quien me acompañase–
y me entrego al fin impúdica
al delirio, al entusiasmo obsceno
que me invade:

en los conciertos siempre sueño
con la libertad
del saxofonista de jazz.

 

                                                                                                A Miguel

Sucede que una se levanta con la voluntad
doblegada
por los intereses del sistema,
y decide ir
quiere ir
y camina pero a veces no
llega al trabajo
ni a la peluquería
ni tiende la ropa
ni paga facturas
ni se enfrenta al funcionario
de la ventanilla del ministerio
porque la claridad
la retiene
en los cafés.

Son los cuerpos asimétricamente perfectos
que pasean al sol,
la visión de la armonía,
el encuentro fortuito
bajo la gracia de la luz
de ciertos matices insólitos
de color, el corazón
que como rayo no cesa y nos arrastra
a los movimientos curvos,
a la celebración de los dones,
de los solsticios;
unos versos luminosos
que cantan
el palpitar
del mundo
o la alegría
de tenerte.

Nadie nos pagará nunca por esto
pero
deje en paz el gobierno a los felices,

sea la vida.