Luis María Marina

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO4

LUIS MARÍA MARINA

JANELAS VERDES

aunque ningún mundo nuevo oculte
la impávida máscara
del mundo anciano que tus manos
buscan destazar

y esa jacaranda al cabo de la rúa
no sea símbolo nota ideograma pincelada
sino esqueleto nada transida ahora
de color

aunque no haya colores
sino en las sutiles mudanzas de temperatura
de tu alma escindida
y destemplada

y sus entrañas humeantes
hablen en manos de Sibila
el alacre idioma del invernal
silencio

aunque las rejas vegetales
me protejan de ti
del chafariz de tu futuro

sé que he volver a caminarte
con los pasos blancos de la memoria
creyente de los amores retoñados a la sombra de árboles yertos
de todas las historias trágico-marítimas
y de la universal ruina
de tu nombre

lisboa


ARC DO CEGo

tres jóvenes corren la calle
atardecida de septiembre
tres franjas —ella al medio
ellos flanqueando la estrechez de sus caderas—
forman la bandera de un país
que nunca nadie ha construido
que ni siquiera tiene nombre
que destierra a todo extraño
sin necesidad de muros
tres caminos paralelos cuyos pasos
no se conjugan en pasado
pues de polvo ardiente son
indisoluble galaxia fraguada
con la materia misma del
futuro


hospital da luz

este poema es de sofia

en la planta cuarta del hospital privado
state-of-the-art del salutífero negocio
no hay biombos que separen la curación propia de la postración ajena
ni ventanucos carcelarios o cortinillas ajadas
como los de ciertos hospitales públicos de mi infancia
ni cintilan aquellos neones yendo y viniendo según un ritmo irregular
que inevitablemente atribuimos a la muerte ajena
la muerte siempre ajena
cada chisporroteo del neón
una vida que se extingue
en la gélida atmósfera de un quirófano
en un sótano cualquiera

en la planta cuarta del hospital privado
no hay rastro alguno de la mugre
que hace en otros lugares
más fácil más natural la disolución
intestinal
la tos sangrienta
el sudor que anega las entrañas
la aniquilación
el último espasmo
no es fino no queda bien
parecen decirnos las paredes recién pintadas
en pulcros colores térreos
y elegante cenefa
morirse
en lugar así

en la planta cuarta del hospital privado
como en los sanatorios para tuberculosos ricos
en la europa central
de comienzos del siglo pasado
la atmósfera y el silencio invitan
a sumergirse con un manta sobre las piernas
en la contemplación abstracta
del mundo
a través de los amplios ventanales
a mecerse interiormente
mientras suenan los compases
de un divertimento mozartiano

por ejemplo este K.136
cuyo allegro
suena ahora en el hilo musical

en la planta cuarta del hospital privado
solo hay vidas que comienzan
vidas balsámicas como las de sofía
cuyo imperio dentro de los límites
de la habitación 405
dura ya dos eternas jornadas
y ni tan siquiera
aquel recoleto camposanto
que semioculto entre los cipreses
sobre un suave otero
contemplo ensimismado
osa justo ahora discutir


rua áurea

siembro con mis huellas el mosaico
iridiscente de tus huesos

soy el primer anfibio liberado
de la secular cadena de las aguas
y siento aún en mi osamenta
el peso implacable de la historia

me sostiene la orfandad de la insólita
columna reflejada
en el extático ojo del pez
que me interroga con su ausencia
lívida
anticlimática

detenido frente al escaparate
el ojo
enfundado en gabardina
y vidriado tras lunas redondeadas
me sonríe al entregarme una tarjeta de visita
con cuatro iniciales en huecograbado

en el primero derecha
descubro mi pasado
que sumergido en el formol de la indigencia
imparable destruye la membrana entre mis dedos

y mecido ya por la secreta letanía
de la ciega celebrando con palabras arrancadas
el imperio del Señor que en mí ha de mostrar
el milagro de las aguas
aprendo a declinar en sus silencios
el lento desterrarse de mis horas


winterreise da graça

1

 nombrar con palabras invernales
los desiertos de la ciudad baldía
la jacaranda hoy yerta que a su luz
ha de traer el fulgor de una morada sombra
un sabor dulzón occidental
la memoria de otros días

2

dejarse deslumbrar sin antiparras
por la vetusta luz de oriente
aquí
sorprendentemente
renacida

3

retoñar
en el gélido aliento de occidente
verdecer
en su impúdica esperanza


tres canciones algarvías

I
cacela velha

aquí la portugal eterna
un sendero garrido arbolado
un camposanto cal
y aquella barca detenida
que eternamente se imagina
sobre la arena ser mar

II

salinas

corre el agua a la piedra
como el hombre a su destino
regalando la luz del misterio
aun a la mesa más pobre

III

iglesia de santiago en tavira
que no es iglesia que es barco
dile al terremoto suicida
que te quiso iglesia y no barco
y te quebró las alas
y te encaló los flancos
que bien sabemos tú y yo
que no eres iglesia que eres barco


fahmi alqhai en la iglesia de santiago en almada

un arco de medio punto
cinco dedos
siete cuerdas
las doce puntas de la cruz
de santiago
cifras que por un instante convierten
la modesta mano de un hombre
en clave de la bóveda
celeste