José Luis García Martín

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO4

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN

LAS VOCES DEL ÁGORA

Por muchas veces que la hayamos visto reproducida, por mucho que hayamos leído
sobre ella, siempre impresiona ascender por primera vez hasta la Acrópolis, cruzar
los Propileos, ver cómo se eleva ante nosotros la armoniosa geometría del Partenón. Si
descendemos luego hasta el Ágora y paseamos entre los restos arqueológicos, no será
extraño que creamos escuchar la voz de Sócrates, las respuestas de sus discípulos, su
asombro al descubrir que el que sabe que no sabe es más sabio que el que cree saber.
En torno a la Atenas de ayer, la Atenas de hoy bulle confusa, maltrecha, exasperada.
            
Una mañana de verano, apenas amanecido, el Ágora solitaria y el eco de los pa-
sos de la gente común, la que desapareció sin dejar rastro. O sin dejar más rastro que un
nombre ya sin rostro y unas pocas palabras grabadas en la piedra funeraria. Recreo aquí
algunas de esas inscripciones. Hablan no solo de padres, esposas, amigos, jóvenes muertos
en la flor de la edad; también de algunos queridos animales domésticos. Muchas nos han
llegado incompletas. Hoy se encuentran esparcidas por los museos de todo el mundo.

NO ESCUCHA NUESTRAS QUEJAS

Apenas apuntaba la barba en mi rostro
y ya una envidiosa deidad
me ha llevado para siempre consigo.
Cesen cantos y lágrimas y golpes
de pecho: el Hades
es sordo a cualquier queja.

EN UNA ENCRUCIJADA

Uno de estos tres caminos lleva a Tebas;
cualquiera de los tres al mismísimo infierno.
Vayas a donde vayas, caminante,
disfruta de los goces de la vida.
Pronto vendrás a hacerme compañía.

LA DEUDA

Nadie se escapa de pagar la deuda
que todos tenemos con la Moira.
Corta o larga la vida, tiene el mismo final:
una noche sin fin bajo la tierra.

ETERNAMENTE

En poder del sueño estás, amado Sabino.
No has muerto, duermes bajo los árboles.
Las almas de los justos viven eternamente.

EN UN DULCE SUEÑO

Esta tumba construyeron los hermanos de Arsínoe
para que cubra su virginal hermosura.
Ni siquiera la muerte quiso verla sufrir
y con delicadeza, en un dulce sueño,
se la llevó consigo.

EN MEMORIA DE ATIS

Atis, yo que te aventajaba dos veces en edad
y esperaba la tierra de tus manos,
hice esta tumba para ti. También para mí
definitivamente se ha apagado el sol.

NO FALTARÉ A LA CITA

Este sepulcro construyó Lisímaco
para su esposa muerta antes de lo debido.
Ten ánimo, Antióquide, y espérame tranquila:
no faltaré a la cita.

UN MARINERO

Aquí, oculto bajo tierra, reposa Filón,
un marinero que conoció muchas tierras
y pocas cosas buenas.

DEL LINAJE DE DELFOS

Este montón de tierra cubre a Leuco,
hijo de Sosímenes, del linaje de Delfos,
que había vaticinado el día de su muerte
y él mismo se quitó la vida
por miedo a fallar en su profecía.

FIELES SIRVIENTES

Aquí yacen dos fieles compañeros,
uno era mi escriba imprescindible,
el otro solo un pobre barbero
al que podía sustituir cualquiera
y en mi afecto nadie sustituye.

UN ARTISTA

Olorosas hierbas y coronas de rosa,
algo de música y también suave lino,
no pido nada más cuando me muera.
Salvo que no me condenéis,
vosotros que me aplaudisteis tanto, demasiado pronto al olvido.

DE DONDE NO SE VUELVE

No he bebido en el Hades las aguas del olvido.
Por eso, de entre los muertos, te llega mi consuelo.
De los dos, tú eres el más desdichado,
pero en la soledad del lecho no estás solo.
De donde no se vuelve vuelvo cada noche
a enjugarte las lágrimas.

JUGUETONA FIDELIDAD

Los huesos guarda este sepulcro
de mi perrita muerta, el resto queda
para siempre en mi corazón:
su juguetona fidelidad, su ciego amor,
su bella estampa.

EL MÁS VELOZ

Esta estela de mármol es la tumba de Eutídico,
el más veloz de todos los caballos,
al que nunca venció nadie en las carreras.
Pero la muerte, como a todos,
un día le dio alcance.

LADRARÁ GOZOSA

En la tierra de Lesbos he enterrado a mi perra,
compañera de viajes por el inmenso mar.
Cuando yo muera, ladrará gozosa
y volverá a seguirme por los campos del Hades.

A PARTÉPONE

A Partépone, compañera de juegos, enterró su dueño
agradecido por la alegría que siempre regalaba.
Haced, dioses, que yo, como mi perra fiel,
encuentre un amigo que me quiera mientras viva
y honre mi cadáver tras la muerte.

A GAYO

Tú, que para todos eras el más dulce,
mi querido y buen Gayo, qué joven has muerto.
Todo el dolor del mundo nos dejas en herencia.

UN ESCLAVO

Yo soy Navio Cosmo, y felizmente he disfrutado
de todas las dichas que la vida ofrece.
Con sus propias manos me ha enterrado mi señor.
Llorando llegó hasta mi tumba, llorando se alejó de ella.
Cuando yo era niño, él, niño también, jugaba conmigo
y ahora ya anciano ha enterrado a otro anciano.
Esclavo fui, más gocé del amor de mi dueño.
Esclavo fui y solo siento haberme adelantado.
Otro será quien rinda el último servicio
a quien tanto y tan bien me quería.