Álex Chico

Fundación Ortega MuñozPoesía, SO5

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ELENA ASINS
Giro del Menhir (variación 3), años 1990-2000

ÁLEX CHICO

De aquí

La vista lo divide en dos mitades. Una vuelve a mí, la otra se escapa más allá de la colina. Intento imaginar qué hay en medio. Qué se esconde detrás de la línea y del confuso trazo que las separa.

Un ruido percute en la distancia. Se parece a un animal. Su golpeo nos ofrece algunas claves. Coordenadas difíciles de encajar en una sola pieza. Como una incierta composición de lugar. Como el fuego que comienza a arder en el extremo más lejano de una montaña.

Tal vez no haya nada y esa mitad que no veo sea aún más oscura. Una imagen desplegada a ráfagas. Intervalos que se confunden al juntar luz y vacío. Opacidad y trasparencia. Sin embargo, sé que allí ocurre otra vida y que un pueblo recompone sus cenizas. La gente se reúne entre una sombra y la siguiente. Cierro bien fuerte los ojos y veo caminar a sus habitantes. Son una existencia interior en el interior de un bosque.
Alguien, a lo lejos, también a mí me llama.

lO QUE REGRESA

A veces algo muy simple viene a rasgar nuestra cortina. Algo tan simple como un golpe de agua. Una entrada súbita de luz que ilumina parte de la habitación. El vuelo circular de algunos pájaros al inclinarse sobre un lago que se ha vaciado lentamente.

La historia que, cuando acaba, da pie a un nuevo inicio.

Algo de eso es suficiente. Después nos basta con las manchas que deja en la pared. Allí permanecen, tan reales como una piedra que se rompe. Su fractura está cerca de la verdad, porque al chocar contra el suelo mantienen vivo su color. Aunque se hayan disgregado y su presencia se disperse en muchos huecos. Las piezas sueltas no aparentan más de lo que son.

Continuarán aquí.

Esa es, también, su condena.

ÚLTIMA

Una carretera inacabada suele plantear dos posibilidades. Siempre ocurre cuando el límite no se nos presenta con la simplicidad que esperamos. Será así un camino interminable, porque carece de origen quien no sabe concluir lo que ha iniciado.

La maleza se adelanta y alguien nos llama.

No hay final para algo ya finalizado. Sólo la memoria de lo que no conocemos y el temor que, de súbito, nos impedirá continuar hacia adelante.

Sigue el camino. Nosotros no.

Paisaje con John Berger

I

Nos preguntamos a qué hora cae la noche en la casa de verano.

Qué haremos mañana. Qué hicimos ayer.

Quiénes dejamos de ser.

Cómo reconocer el lugar que fue también el nuestro.

Los días suceden como las páginas de un libro. Se precipitan desde la mesa hasta el suelo. Nos aviva el recuerdo su forma de caer.

Enterramos nuestra lengua materna con un puñado de tierra. Hacemos distancia al convertirnos en el agua de un termo.

Allí delante, mientras bajamos y subimos las escaleras, el horizonte se abre como una boca.

Ahora sólo podemos golpear la puerta para despedir a los que parten.

Abrimos las manos.

Nos decimos que somos breves e insignificantes. Como una foto alojada en el bolsillo de
nuestra cartera.

II

Nos preguntamos cómo se construye un paisaje.

Conversamos en silencio, cada uno a un lado y con la vista puesta al frente, antes de hablar y de agotar ciertos temas. No hay palabras que puedan describir el temor a lo previo, el momento en el que no sucede nada, porque todo parece estar a punto de precipitarse. Justo en ese instante en el que tiembla el suelo y se tensa también la calma.

Somos los muertos, dices. Somos la cal sobre las paredes. Las voces que caen como una cascada. Las vías en desuso. El cuenco que se resbala. La palma de una mano flácida. Lo que quedará de ella más allá de la alambrada.

No hace falta despertarse antes del amanecer. Cuando otros muertos sean de nuevo expulsados, quedaremos nosotros como dos sombras. Formaremos parte de un reflejo en mitad de una casa.

Tenías razón: la piedra es el lenguaje. El agujero donde habita se parece a la poesía.

UN PLANO

…así las calles, las plazas semidesiertas y las entradas a portales oscuros. Esa forma de
abordar lo ya conocido y comprobar que todo ha cambiado, lentamente, como un delito
que no sufrirá ninguna condena.

Una mancha en la pared esconde una grieta que tú mismo provocaste en otro tiempo.

Debajo de la cal, sobre la madera, lees tu nombre y una fecha.

Las voces transitan por otra avenida distinta a esta.

Decirte: aquí se guarda un presente cualquiera.

Perdura el rastro de quien ha fabricado una ciudad o un recuerdo

La estructura se mantiene en pie.

Los andamios son ahora un dibujo o una miniatura.

Queda una clave que explica lo que eres. Aunque ya no permanezca y su presencia aún te abrase.

REFLEJO

El perfil de la montaña es un punto de fuga, un círculo de intriga. Su ondulación te conduce por la línea de sombra.

Se abre detrás una sima, otra vida. Que esté ahí, a lo lejos, te convierte en alguien lejano.

Observarlo nos trasforma también en seres distantes.

El perfil de la montaña es un hueco. Quien lo ocupe sabrá qué dudas le asaltan.

El vacío repite un silencio ya pasado. Una forma de clausura.

 

Frente al perfil de la montaña la vida comienza a replegarse sobre sí misma. Estar delante nos fija en un espejo. Permanecer entre sus marcos nos impide escapar a su memoria.