ALBERTO GUIRAO
Prólogo
Hoy no busco un poema de enumeraciones, quiero pedir simplemente perdón por adelantado. Aunque debe ser fascinante que escriban de ti, a todos nos gusta contarlo a nuestra manera. Lo primero no es la poesía, sino
la dedicatoria con su redención.
A aquellos que jamás podrán ya leer los llamaré “héroes”:
jornada completa y aún la resaca del drama en la arena con comas y puntos.
Les debo estas páginas y el anonimato. Los demás empezáis a aprender: mi amistad según la parábola de las subvenciones
a la vanidad. Nos vemos en fiestas.
Sé que podríais desmentir cuanto voy a contar (o añadir lo que es omisión
bienintencionada) Ahora bien,
¿vence aquel a quien creen
o aquel
consultado primero?
Jocántaro
La vergüenza de amar a mis amigos yuxtapuesta a un odio barajado. El corazón del
reencuentro es monstruo serie B.
La canción del verano (en las entrañas) se lleva cada tanto al coro: el ánimo filtrándose
por la entonación.
“Imposible elegir libremente”, lo admite cualquiera; incluso “contra uno mismo”. Pero
menos amable la versión del patriota-altruista: bromas soportadas por el bien
de los acuerdos.
El país donde no se debate: sus Tancredos serían simplemente golpeados; aun así, hay
que subirse y ondear lo evidente.
Un escaparate de excéntricos al alza (si lo raro no fuera de este mundo). Nadie tan original
como se cuenta.
Lo admito (desde el comienzo) todo consistió en trazar tristes consuelos. ¿La sinopsis del
verano? ¿Blancas y fugaces cosas? ¿Tan minúsculo caímos?
La juvenil tradición de anotar: un gélido segundo revive a tiempo. Habrá alguien
dispuesto a explicar tus proezas de cal (y de) bares, aquel golpe cuando creíste
estar siendo feliz. Madurar no se olvida.
Tan solo quería contar
cómo se me a-parecen las cosas.
Cultivando noblezas los hay que se han vuelto obesos. Ese sabio sendero acaso es el
único.
El premio es ganar confianza en los nombres. Si nos llaman alegres, ¿lo mejor de este
oficio de ser?
In extremis
Sabed, amigos
que antes de salvar todos los pasos, la numérica totalidad de escalones de la torre, hay que detenerse: rendir homenaje a los primeros y después continuar. ¿Cómo será la memoria de este ascenso? ¿Parecida a un postre o a un despido o a la cóncava nave? El consuelo: nuestra épica, la de aquellos que no querrán regresar.
Imaginad el clamor de una tarde de octubre, la calle, los faroles y las sopas de sobre rebosando a las seis de la mañana igual que el duelo en la boca: líquido origen de aerofobia
ese miedo fue conmemorado en un avión del cual él descendió y otros seguimos adelante
con interina valentía virtual escape de la muerte toboganes amarillos
aunque perdimos compañero
Para más señas, a salvo, os diré
(ni biografía ni ficción, retorno al soliloquio descriptivo de una catedral Añado personajes que sufren mimetismo)
y así, a la noche, el trovador cantó en la estación del metal
Pronto pesa el sopor / Tras horas en el tren
entretienen la voz / tres bostezos de miel.
Tarde recorre el vagón / el carro del café.
El vaho sobre el cristal /
De repente se atascó el engranaje
El lienzo trajo dudas de santidad: cara-sudor-espíritu ¿Qué va antes?
Siempre he reducido la cuestión a la fruta: gajos que se escapan del cerco de los dientes, los goznes de la espera en estación
Marlon Brando esforzado
empeño juvenil en malgastar
Regresamos al metal / al lagarto de andén
que va al deseo. Que va / de nuestra boca al pie.
Son nuestros pies su festín / y a la noche a caer
van nuestros cuerpos. Van / a besarse la sed.
¿Cómo diluir el cansancio? Paseándolo primero en los últimos moteles Pero al fin renunciamos y roímos un descolche al agotamiento
Probamos dos especies de espacios Uno de hornacina y confesiones Otro de pelusas
empotradas Uno de duchas compartidas Otro de síndromes franceses Ambos
saben zaherir, morir por misericordias
Y a qué contar el resto Es enojoso
repetir lo que a ti, dulce, y a tu esposa y tu dulce
esposa a ti claramente ha explicado
sobre los escalones claramente sobre
la torre justo antes
de volver
Allá, negro confín / Ítaca ya se ve.
Jónico, su sedal, / baña lunas de pez.
El anzuelo al temblar / nos recibe sin ser
viva ni son ni mar / sino muerte en la red.