Valter Hugo Mae – Homens imprudentemente poéticos

Fundación Ortega MuñozEscaparate de libros, SO7

MARÍA JESÚS FERNÁNDEZ

HOMENS IMPRUDENTEMENTE POÉTICOS

Valter Hugo Mãe

Porto Editora, 2016.

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     Valter Hugo Mãe publica su séptima novela Homens Imprudentemente Poéticos en 2016, año en que además cumple veinte de carrera literaria. Un recorrido que ha estado acompañado del reconocimiento del público y de la crítica. Reediciones, traducciones y varios galardones, como el Premio José Saramago en 2007 por su novela o remorso de baltazar serapião, le han confirmado como autor de referencia obligada en el actual panorama literario portugués. Dos de sus novelas han sido traducidas al español: El Apocalipsis de los Trabajadores (Alpha Decay, 2010) y La Máquina de Hacer españoles (Alfaguara, 2012).
     Una mirada sobre la reciente producción narrativa de Valter Hugo Mãe nos devuelve la imagen de un escritor que gustosamente canjea espacios, en un nomadismo que le ha llevado a ambientar sus novelas más recientes en Islandia, A Deshumanização (2013), y en Japón, en el caso de Homens imprudentemente poéticos (2016). Lejos de una visitación superficial a los espacios, tan alejados del contexto portugués al que el autor pertenece, la vivencia real trasciende a los textos dejando en ellos la impronta de una cosmovisión propia de las culturas islandesa, en el primero, y japonesa en el segundo.
     Sin embargo, ninguna de las novelas de Valter Hugo Mãe provocará en el lector, seguidor o no de su obra, un desconcierto tan estimulante como esta última a la que nos vamos a referir. Ya desde el título, reconocemos el hábito de bautizar los relatos con títulos sugerentes, intrigantes y que permanecen significantes al acabar la lectura. Homens imprudentemente poéticos nos anticipa un recorrido por un texto a cuyas puertas hay que abandonar el equipaje de lo prosaico, lo banal e incluso de lo racional, para avanzar hacia un mundo mítico en que son parte de lo real cotidiano la adivinación del futuro, los sueños premonitorios, la visita de los espectros de los antepasados, la ubicuidad de los hombres sabios…
     Partimos hacia una aldea japonesa, anclada en un pasado impreciso, en un tiempo arcaico, donde viven, en vecindad inestable, Itaro, fabricante de abanicos, y Saburo, alfarero. Como reflejo de la tensión entre el Yin y el Yan, cada uno de estos hombres tiene su complementario femenino. Itaro mantiene a su hermana ciega, Matsu, a la que salvó al poco de nacer de la muerte, convirtiéndose así en su auténtico progenitor. Saburo vive con su esposa, la señora Fuyu, a la que ama devotamente, incluso tras su muerte. En ambos casos, se trata de un amor protector, dominado por el miedo a la tragedia y marcado por la pérdida. No obstante, aunque ausentes, las dos mujeres son para Itaro y Saburo una presencia constante e irrenunciable. Entre ellos, Kame, la vieja criada de la familia de Itaro, “visitada pelo sopro da inteligência universal” (p. 19), trata de tender un puente que serene la convivencia de los dos hombres.
    Itaro es el personaje más perfilado. Cuando se inicia el relato, es ya un hombre temeroso del futuro que le habla en la muerte de los insectos destripados. Su poder es a la vez una maldición que lo apresa, pues el destino que vislumbra para sí y para los demás es siempre desalentador y oscuro. El vaticinio de su propia ceguera es a la vez presagio de pobreza y, en su deseo de salvar a su hermana de una vida de necesidad, la aleja de sí, casándola lejos. Saburo, el alfarero, sospecha rencoroso que Itaro antevió la muerte de su esposa, la señora Fuyu. El quimono de la esposa muerta ondea al viento en el jardín como espíritu protector y como bandera de su resistencia al olvido de la compañera. 
     Desaparecidas las mujeres y desequilibrada la balanza de los afectos, los dos hombres se dedican a alimentar el odio y el temor del uno contra el otro. Su enemistad crece, profunda pero contenida, sin que medien grandes actos de violencia. La de Itaro es también una enemistad hacia sí mismo, que le arrastra por un precipicio de desesperación e insomnio. El monje sabio, a quien recurre en busca de auxilio, determina que sea confinado a un pozo donde tendrá que aprender a convivir con la fiera de su propio espíritu desdoblado. El artesano vivirá una experiencia de soledad y silencio que lo redimirá de sí mismo. Aunque existente en otras tradiciones culturales, el mensaje que llega desde Oriente en esta novela remite a los principios de su sabiduría espiritual: el silencio y la meditación reconstruyen al ser humano.
     A lo largo de la obra, más que a un enredo de acontecimientos desplegados para dar lugar a una trama, asistimos a un suceder de incidentes mínimos y a la descripción de ciertos elementos que permiten al lector recrear un ambiente: la sabiduría de los jardines, los dibujos esquemáticos de los abanicos, la figura de un monje en meditación, los cerezos florecidos, el Bosque de los suicidas, donde se retiran silenciosos aquellos que deciden poner fin a su vida. Un cuadro que tiene su propia respiración y su propio orden: “O Japão era uma ordem generosa” (p. 19).
     Como decíamos, una novela desconcertante y estimulante que demuestra que Valter Hugo Mãe no es un autor al que podamos aproximarnos con etiquetas. Lo que ayer parecía a simple vista definir su estilo (“la democracia de las minúsculas”) hoy ya no sirve; la preocupación local por el terruño portugués es ahora una apertura a la extensión de nuevos mapas (Islandia, Japón). Sin embargo, puede que el mayor de los desconciertos, a la vez que de los estímulos, provenga de la modulación que la lengua portuguesa alcanza en esta novela al servicio de una prosa poética que, como tal, se libera de reglas: “quem por ali passava ignorava absolutamente o négocio e comprava nada” (p. 98), “Viu nada” (p.113), “Já sentiam nenhuma respiração” (p. 114); se depura como un aforismo: “O amor deixado sozinho é uma condição doente” (p. 132) o como un haiku: “As cerejeiras enviaram suas lágrimas em flor” (p. 208). De aquí resulta que la lectura de la novela de Mãe no concluye cuando acaba el libro. Como si se tratase de un poemario, cualquier página servirá para un nuevo inicio y fin de la lectura.
     A pesar de las novedades, la novela comparte con la narrativa precedente del autor un profundo deseo de comprender la esencia de lo humano, su oscuridad y la revelación que lo ilumina. En cada nueva obra, Valter Hugo Mãe parece encaminarse hacia el centro mismo de esa humanidad contradictoria, para indagar en lo oculto, a la búsqueda de esa materia profundamente poética que nos compone a todos.