Pensamiento y crítica literaria en el siglo XX – VV.AA.

Fundación Ortega MuñozEscaparate de libros, SO9

MÍRIAM RUIZ-RUANO RÍSQUEZ

PENSAMIENTO Y CRÍTICA LITERARIA EN EL SIGLO XX

José María Pozuelo Yvancos - Mariángeles Rodríguez Alonso - Pere Ballart - Jordi Julià - Mari Jose Olaziregi - Lourdes Otaegi - María do Cebreiro Rábad e Villar

Cátedra, 2019.

Image

La normalidad cultural en un estado como España pasa por el respeto y conocimiento de las cuatro realidades culturales y lingüísticas que en ella cohabitan e interactúan. Partiendo de esta idea, se ha publicado Pensamiento y crítica literaria en el siglo XX (castellano, catalán, euskera y gallego), compuesto por teóricos de la literatura (Universidad de Murcia, Universidad Autónoma de Barcelona, Universidad del País Vasco y Universidad de Santiago de Compostela). Esta obra pretende cubrir especialmente dos huecos de investigación. El primero, profundizar en el pensamiento y la crítica literaria desde la realidad del multilingüismo, de suerte que el lector podrá comparar las trayectorias de las ideas literarias catalanas, castellanas, gallegas y vascas. El segundo, ofrecer una mirada abierta a las múltiples formas de ensayo –no solo a la crítica literaria– que han encauzado este flujo de pensamiento sobre literatura.

  El primer capítulo está dedicado a la crítica castellana. En la primera parte, José María Pozuelo Yvancos explica cómo la crítica desde sus inicios en el siglo XIX se ha preocupado por construir conscientemente una identidad nacional buscando una tradición literaria propia. Por ello, se centra en cuestiones de tradición y canon. Repasa los principales autores que han puesto los cimientos ideológicos para esta operación cultural: Menéndez Pidal y su escuela, que determinan el rumbo de los estudios filológicos hasta los años sesenta del siglo XX. También destaca que El Quijote jugó un importante papel en un debate ideológico sobre los clásicos castellanos y que Azorín hizo una aportación fundamental a la construcción del pensamiento crítico mediante Lecturas españolas (1912). Más adelante, Pozuelo Yvancos trata el pensamiento individual de intelectuales como Ortega y Gasset, Machado y María Zambrano para llegar, después, a la crítica militante de los años veinte y treinta, que ya no quiere corregir las obras sino erigirse en co-creadora de ellas. Esta parte termina con el pensamiento desarrollado tras la Guerra Civil. Se expone la aportación general de diversos autores de posguerra y la generación de los cincuenta. La segunda parte del capítulo sigue una periodización análoga a la primera y está centrada exclusivamente en las ideas teatrales, ya que la autora, Mariángeles Rodríguez Alonso, sostiene que tiene una evolución diferenciada de los demás géneros.

  El siguiente capítulo está dedicado al pensamiento literario catalán. Pere Ballart y Jordi Julià apuntan que la universidad no ha favorecido el conocimiento de la crítica y que, por ende, no existe ninguna obra que ofrezca una visión general de esta en Cataluña. Por ello, han seleccionado treinta nombres destacados con la intención de ofrecer un panorama del pensamiento literario catalán contemporáneo y de su evolución. Así, Ballart y Julià han optado por un planteamiento historicista que repasa la aportación individual de treinta autores vinculados a estéticas diversas (muchos de ellos, poetas a la vez que críticos). La periodización del capítulo tiene en cuenta hechos históricos comunes al resto de España, pero también circunstancias que afectaron solo la cultura catalana. Así, por ejemplo, «El impulso modernizador (1900-1930). Auge y desaceleración de una literatura contemporánea» cuenta el proceso de construcción de una literatura y cultura nacionales, mayormente con el impulso de las instituciones y el posterior truncamiento del proyecto con la llegada de Primo de Rivera. «Fractura y pervivencia (1931-1959). Del ideario de la república al desastre del exilio y la clandestinidad» comprende cierto desarrollo y modernización previos a la guerra y el pensamiento crítico de posguerra hasta la muerte del poeta e intelectual Carles Riba en 1959, auténtico mazazo para las letras catalanas. Concluye con «El lento camino a la normalidad (1960-2000). Balance e innovación para reconstruir una cultura», donde se trata de los intentos por recobrar una cultura normal, muchos de ellos exitosos tras la recuperación de instituciones políticas y culturales.

  El tercer capítulo, escrito por Mari Jose Olaziregi y Lourdes Otaegi, trata la literatura en euskera. Al inicio, las autoras señalan la escasez de bibliografía especializada en el tema de la crítica literaria vasca. Recuerdan al lector que las ideas literarias en este caso aparecen básicamente en prólogos de libros y debates en la prensa, no propiamente en ensayos. Seguramente, estos dos factores han propiciado que Olaziregi y Otaegi hayan optado por plantear en este capítulo una historia de la literatura vasca también, inseparable de la historia de la lengua. En cuanto a la periodización, distinguen la etapa de pizkundea o renacimiento vasco (desde finales del siglo XIX hasta la guerra) –y cuya cúspide se alcanza, como en las demás literaturas estatales, durante los años treinta–, la «Resistencia cultural y exilio» (hasta 1964) y la de «Desarrollo del campo literario» (1964-1976). Estas dos últimas son particulares de la literatura vasca: en 1964 empieza un período de modernidad para sus letras que termina a la par que el régimen franquista. Con la instauración de un régimen democrático, la condición del euskera mejora y se abre una etapa de posmodernidad y globalización.

  El volumen se cierra con el pensamiento sobre la literatura gallega, capítulo en el que María do Cebreiro Rábade Villar pretende establecer las bases para «una historia materialista de las ideas literarias en Galicia» (p. 613). El hilo conductor de los discursos en este caso es la construcción de un imaginario atlántico, diferenciado de las demás culturas peninsulares. Esta tendencia se inicia con el rexurdimento en el XIX y se prolonga hasta la guerra. A continuación, se explica cómo las letras gallegas afrontaron el exilio (desde el mundo académico, editorial e institucional). El capítulo concluye con la etapa que va de la Transición hasta la más estricta actualidad, en la que sitúa varios proyectos de estudio académico y de internacionalización de la literatura gallega. La autora también recuerda que una Historia de la literatura gallega renovadora en cuanto a metodología es una tarea pendiente. La obra muestra que las críticas de estas cuatro culturas han compartido intereses (la respectiva edificación de una tradición propia, por ejemplo) y cuán importante resulta el apoyo institucional y político para realizarlos. La articulación específica de cada capítulo revela los materiales (teóricos, historiográficos, etc.) que los autores echan en falta en su respectivo sistema criticoliterario.