antónio apolinário lourenço
Roteiro da Lisboa de Eça de Queiroz e seus arredores
A. CAMPOS MATOS
Lisboa, Parceria A. M. Pereira, 2011, 174 págs.
Jordi Cornudella (Barcelona, 1962) es autor de dos volúmenes de poesía: Felí encès (1985) i El germà de Càtul i més coses (1997), un libro cada docena de años. En el 2010 se publicó Les bones companyies, una obra que trata y traza una particular manera de abordar los poemas, su lectura y la vida que se lleva consigo. El libro que nos ocupa es tan raro como exquisito. El autor integra un conjunto de ensayos y notas sobre poesía de un aspectro cronológico amplísimo que incluye lo más granado de la tradición occidental: griegos, latinos, medievales, barrocos, románticos o modernos. Ya advierte Cornudella al inicio de la obra que no se trata de un volumen miscelánico. Tal vez aquí recaiga una de las principales virtudes (y también uno de los riesgos): elaborar un discurso de múltiples registros en el que el poeta lee poemas de otros. El helenista que elucida un pasaje abstruso de Arquíloco no se sobrepone al oyente emotivo y emocionado del tema «Resolution» de Jonh Coltrane. Esta organicidad que procura el libro incorpora la humanísima ambigüedad de cualquier acto de lectura y, por consiguiente, del propio lector. Cordudella puede aplicar sus conocimentos de los principios métricos y cuantitativos del verso clásico (conocimientos que, por otro lado, se alejan lamentablemente del saber común de los lectores de poesía), sin dejar de referir el momento preciso en el que, con dos amigos en un atardecer de verano en el Garraf, la conversación le llevó a la memoria un poema de Carles Riba.
El concepto de compañía que propone el título del libro y la praxis de la filología (el amor al logos) conlleva esta lectura conjunta. Nunca leemos solos. Y Jordi Cornudella se propone romper cualquier solipsismo al acto de leer. La fraternidad lectora no es veleidad estética, sino un ethos para todos aquellos que comparten la compañía (y la necesidad) de unos versos. Versos no para mascar los domingos por la tarde o diseccionarlos desde la asepsia académica, sino versos trabajados, exprimidos, iluminados que tejen la existencia y la búsqueda de la felicidad.
Hace unos años, Cornudella publicó en una plaquette la traducción de cuatro poemas de Catulo de Verona y, a la postre, ensayó una voz ficticia epistolar, cercana al cometido de este libro. Sin máscara heteronímica, con la compañía cómplice de amigos lectores de poesía, el libro busca la interlocución deliberada y mantiene al lector en un discurso solidario.
Toma cuerpo específico el último capítulo: «Versos llegits en vers» en el que Cornudella traduce buena parte de los poemas tratados anteriormente del mundo clásico (Hesiodo, Safo, Píndaro, Horacio o Anacreonte), dos poemas de Goethe y uno de Robert Frost. Es innecesario poner de relieve que este capítulo no es un anexo o complemento del discurso ensayístico. «Versos llegits en vers» es la justa conclusión del discurso desarrollado por lo que tiene de toma de posesión, de lectura personalísima de los versos de otros. Lo escribió Carles Riba: «traduir, així mirat, fóra res més que llegir assajant una forma a la personal interpretació? I el qui bonament llegeix, si llegeix bé, què fa sinó traduir per a ell –més provisionalment encara?». Son versiones que dan debida cuenta de Cornudella como poeta: de su saber, pericia, y de uno de los tonos más personales y sólidos de la poesía catalana actual. Una buena muestra es «Dedicatòria», poema propio con el que abre el volumen y la suite compuesta de siete piezas dedicada al amigo y también creador, Perejaume.
No podríamos pasar por alto que Les bones companyies es un sentido homenaje al también poeta y acerado crítico Joan Ferraté: «l’amic amb qui he parlat més de poesia i de qui he après sobre l’art de llegir amb el màxim rigor i amb el màxim profit». El recorrido por el helenismo, los poetas catalanes medievales, el barroco español o el siempre admirado Josep Carner, fue también trillado por el que cabe considerar como uno de los más aventajados críticos peninsulares de la segunda mitad del siglo XX. La lectura reiterada de Josep Carner no es una reivindicación, sinó la llana y simple constatación de una de las grandes figuras poéticas del siglo XX. A Ferraté, el ciudadano que por voluntad expresa murió sin dejar rastro en los obituarios oficiales y oficiosos, Cornudella le dedica un retrato de sus últimos días. O de cómo la muerte del amigo y del poeta también nos descubre y grava el sentido de unos versos.
Joan Ferraté en Dinámica de la poesía, un punto y a parte de la crítica en nuestro país, reivindicaba un arte comprometido con la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad. Frente al arte no vale mantener una actitud objetiva y neutral. Jordi Cornudella ha tomado buena cuenta de ello. Les bones companyies es uno de los libros más inteligentes, imaginativos y sensibles escritos en catalán estos últimos años.