El Bar roco en el siglo XXI
Martín lópez-vega
La tierra nos agobia
JORGE GIMENO
Valencia, Pre-Textos, 2011.
Cuando en 2003 Pre-Textos publicó el primer libro de Jorge Gimeno (Madrid, 1964), conocido hasta entonces como traductor, sobre todo, del portugués y el francés, la recomendación se fue extendiendo poco a poco entre los lectores de poesía. Aquello era una sorpresa. La poesía española había sido hasta entonces bastante inmune a la lección de Ashbery y los poetas de la New York School con Frank O’Hara a la cabeza. No es que esa influencia, que tantos estragos ha causado en otras tradiciones europeas, no estuviera presente, pero quienes hasta entonces habían optado por esa vía lo habían hecho de un modo más mimético y tosco que original y brillante. Teníamos, sí, algún que otro teórico más bien decimonónico disfrazado de posmoderno y alguna que otra imitadora sin gracia; también algunos poetas ligeramente impregnados de la cascarilla de esa poesía, pero sin profundizar más allá de los vicios o manías más evidentes. Ese era el cambio, la novedad que aportaba Gimeno: esa lección de O’Hara, Ashbery y compañía estaba asimilada de un modo evidente pero, a la vez, mezclada con otros elementos e influencias que convertían su escritura en un caudal brillante y asombroso, sorprendente y revelador. En los modos, en la elección de las formas y el lenguaje, parece, sí, que leemos a alguien capaz de mimetizar los modos de Ashbery (un poema como «Epítome», por ejemplo, tiene aún algo de pastiche) pero no sólo; es alguien capaz de haberle hecho leer a fondo a los barrocos franceses, a los conceptistas españoles y toda una serie de influencias que no están en el, con perdón, original.
La tierra nos agobia viene a confirmar, ocho años después, aquella primera impresión: Jorge Gimeno es uno de los poetas más brillantes que están escribiendo ahora mismo en España. Su mirada se ha ampliado y sus tics más o menos posmodernos parecen más controlados. El único peligro que acecha a Gimeno son sus propias virtudes: verse perdido en su propia brillantez elaborando poemas que no pasan de una demostración de ingenio y fuegos artificiales sin llegar a profundizar. Quizás por eso parece que destacan en La tierra nos agobia los poemas largos como «La madona de lo innecesario», «Está en mi cabeza, está en el mundo» o el impresionante «Vida de Al-Maarri», quizás el más representativo de la escritura de Gimeno a la vez que el que más muestra sus costuras, que los más breves del tipo «F1 haiku» que uno no sabe cómo vale menos, si como poema o como chiste. Un uso estudiado de lo escatológico sirve como contrapunto irónico de las manías lingüísticas del autor.
A veces el autor confía tanto en su brillantez que el asunto del poema no es más que el perchero inane en el que colgar el idioma. «Mamíferos» es un buen ejemplo de este riesgo. Cuando lo evita, como en el ya citado «Está en mi cabeza, está en el mundo» su uso del lenguaje, su capacidad para conducir el ritmo del verso (y del versículo) nos conducen de modo casi hipnótico: «Soy como las iglesias y las mezquitas, no tengo amigos. // Las palomas se acurrucan en el vano de la celosía de piedra. // De noche, insomne, visito el corazón de la ciudad, una nuez agrietada, con cabezas y talles de hace un siglo. // Hay hombres que no lloran porque tienen medio pulmón y las costillas roídas. Son como un cordero descuartizado por hombres, olvidado y comido por bestias […]».
Reparos, en cualquier caso, muy menores. Si un libro se mide por sus aciertos, y así lo creo, estamos sin duda ante uno de los libros importantes de la poesía española de los últimos años, y la aparición de un nuevo libro de Jorge Gimeno tiene ya la categoría de acontecimiento de nuestra lírica patria. Y no por lo que se trae de otras tradiciones: por lo que crea en esta.