Afonso Cruz – Para onde vão os guarda-chuvas

Fundación Ortega MuñozEscaparate de libros, SO4

maría jesús fernándEZ

PARA ONDE VAO OS GUARDA-CHUVAS
Afonso Cruz

Alfaguara, 2013.

Image

Para onde vão os guarda-chuvas es la última novela de Afonso Cruz, un peldaño más en una carrera que comienza hace tan solo 6 años, en 2008, cuando publica A Carne de Deus, y que ha ido avanzando a un ritmo ex- cepcionalmente rápido hasta dejar en las estanterías de las librerías una docena de obras, entre novelas, enciclopedias literarias o teatro, además de numerosas colaboraciones en obras colectivas. Si el ritmo de producción y edición puede resultar llamativo, aún lo es más si lo unimos a la sucesión de premios que cada una de sus obras ha ido cosechan- do, otorgados por jurados nacionales e internacionales. Un recorrido de este tipo difícilmente pasaría desapercibido a críticos y lectores asiduos a las novedades editoriales. ¿Qué ofrece al panorama de la literatura portuguesa actual este es- critor, que al mismo tiempo es ilustrador, músico y realizador de cine de animación?
Para onde vão os guarda-chuvas es un libro extenso (de 620 páginas) cuya primera propuesta es un cuento ilustrado (História de Natal para crianças que já não acreditam no Pai Natal). En él, texto e imagen se contradicen para subrayar la hipocresía del sistema capitalista, cuando se sustenta en el trabajo infantil en países como aquel al que la historia central nos trasladará. Además, como colofón y tercer libro dentro del libro, se nos ofrece una recopilación de aforismos y sentencias (Fragmentos Persas) que han ido apareciendo a lo largo de la novela, citados por algunos personajes. No es extraño, pues, que esta obra haya sido presentada en alguna ocasión como un libro que contiene tres.
Sin embargo, pese a su extensión, Para onde vão os guarda-chuvas es un relato compuesto de capítulos cortos, incluso algunos muy breves, engarzados como el rosario de cuentas que algunos personajes mueven continuamente entre sus manos. Un principio de fragmentación preside la obra, impregnando tanto los discursos como los acontecimientos. Se consigue así una sensación de rápido avance en la histo- ria, pese a que, en algunos momentos, se abran recorridos sin parte en el entramado principal o se incorporen detalles que ralentizan el ritmo. Al contrario, algunos capítulos con- cluyen dejando en el aire una premonición de tragedia que anima la intriga. El lector quiere descubrir qué vericuetos irá tomando la vida de Fazal Elahi, honrado y piadoso musulmán, fabricante de tapices en el Paquistán contempo- ráneo. Víctima del “desconcerto do mundo” del que tanto se quejara Camões, Elahi sufrirá varios dramas familiares, como el abandono de su mujer, Bibi, encandilada por el modo de vida occidental pero presa hasta su asesinato en un círculo del que difícilmente escapa una mujer musulmana, y la muerte de su hijo de cuatro años, Salim, a manos de unos soldados americanos. Otros personajes vinculados al hogar de Elahi, cada uno con su propio drama personal, completan el retrato familiar: su hermana Aminah, deseosa de casarse con un hombre rico; su primo Badini, derviche mudo, asceta y filósofo, conocedor de todos los textos clásicos del Islán; Nachiketa Mudaliar, hindú enamorado de Aminhah hasta el sacrificio de hacerse musulmán para ser digno de ella. En la órbita de la familia, otras historias son relevantes en la partida de ajedrez que es la vida de Elahi, como la del general ruso Krupin, mafioso convertido al Islán y auténtico antagonista, o el mulá Mossud, contradictorio guardián de la ortodoxia islámica.
Aunque en el título no aparezca un signo de interrogaci- ón, en sus palabras resuena una pregunta que nos invita a imaginar paraguas perdidos, arrastrados por el viento, acu- mulándose en alguna parte, fuera de cualquier geografía. La metáfora de los paraguas perdidos es varias veces evocada a lo largo de la novela en relación al discreto y tolerante Fazal Elahi que no encuentra consuelo tras la muerte de su hijo. El sentimiento de pérdida le sitúa al borde del caos vital, hasta que acepta la solución que le propone el hindú Mudeliar: adoptar un niño americano, visto que fueron americanos los que le arrebataron a su hijo. En esa búsqueda, que debería haberle llevado a América pero que sólo le distancia unos kilómetros de su hogar, su destino se cruza con el de Isa, un niño de la calle, americano de nacimiento, aunque de origen oriental. Con él empieza una segunda paternidad.
Si bien este es el trazado argumental, el relato no se cons- truye de manera lineal. Comienza cuando Elahi ha encontra- do a Isa y lo ha llevado a su hogar, para después regresar al pasado ofreciéndonos un cuidado trenzado de historias particulares que, como hilos, van componiendo un tapete, definiendo una partida de ajedrez o conformando una gala- xia de vidas dispares, pero entrelazadas por relaciones de dependencia, de interés, de poder y también de confianza y amor sincero.
Las muertes violentas e imprevistas aparecen en la vida de Fazal Elahi reiteradamente para hacerle dudar de la exis- tencia de un equilibrio en el orden creado por Alá (“Equi- líbrio absurdamente/moralmente/estéticamente desequilibra- do”). Un equilibrio imposible, a juzgar por los contrastes entre los momentos de violencia y deshumanización y los de entrega y ternura. De la mano de la muerte, llegan las interpretaciones y el consuelo que ofrecen las religiones y la filosofía. Las ideas que fluyen de los personajes al reflexio- nar sobre la existencia humana, alegando sobre su sentido o sinrazón, son la auténtica sabia de este relato. Al margen de laberintos verbales, la máxima y la sentencia surgen a cada paso, aliñadas a veces con humor e ironía, evocando, pese a las distancias, el ingenio de la greguería de Gómez de la Serna o de las tisanas de Ana Haterly.
En esta obra se confirma y profundiza la construcción de un estilo visible en anteriores obras de Afonso Cruz. Una modulación que persigue la sencillez expresiva, realizándose en frases mayoritariamente cortas y en diálogos frecuentes y naturales, y que se asienta en la metáfora como principal recurso para mirar la realidad desde el prisma de la imagi- nación. Con ello, la prosa se impregna de matices poéticos. La presencia constante de analogías, parábolas y aforismos confiere profundidad filosófica a los gestos más simples y a los objetos comunes que pueblan lo cotidiano.
Como en otras novelas (A Boneca de Kokoschka, por ejemplo), la diversidad se erige en principio esencial de lo real, pues en la realidad que habita Fazal Elahi coexisten religiones y sus libros sagrados, nacionalidades, lenguas, razas y problemáticas vitales diferentes. A la búsqueda de este efecto de lo múltiple y lo diverso, la obra acoge dis- cursos de distinta naturaleza (cartas, cuentos, máximas...), incluyendo ilustraciones y fotografías que dialogan con los acontecimientos narrados; incorporando varias tipografías para diferenciar intervenciones del narrador y de los perso- najes, las cartas de Elahi a su hijo muerto o las citas de los Fragmentos Persas; mezclando todo ello con efectos de eco, con lenguas extranjeras, con algún caligrama y frecuentes onomatopeyas. Recursos todos que, sin ser novedosos, aquí reunidos actualizan algunas de las atrevidas soluciones del surrealismo literario. Otro tipo de estrategias se vinculan más directamente con el marketing editorial, como realizar dos ejemplares diferentes del resto de la tirada, invitando al lector a entrar en un juego de identificaciones; o abrir un espacio en facebook para que los lectores dejen ahí sus car- tas a seres queridos ya desaparecidos, al modo como Elahi escribe a su hijo muerto para intentar así calmar su dolor.
Quien se haya acercado antes a alguna novela de Afonso Cruz reconocerá estas marcas de estilo, además de otros lazos que trenzan esta obra con el resto de la producción del autor, como la mención a autores imaginados por Cruz:
Théophile Morel, recopilador de los Fragmentos Persas o Tal Azizi, filósofo o místico. Una intertextualidad de corte borgiano que va haciendo de la producción de este escritor un acuífero con afluentes diversos, presidida en todos los casos por un planteamiento fuertemente imaginativo, aparen- temente infantil, acentuadamente filosófico.
Como también sucede en gran parte de sus obras (quizás la excepción sea Jesus Cristo Bebia Cerveja, ambientada en el Alentejo), la novela no se localiza en Portugal sino en un país que no se nombra, pero que todos los indicios permiten identificar con Paquistán. En la visión de Oriente que se nos ofrece resuenan los mil cuentos de Sherezade o la filosofía destilada por el profeta de Khalil Gibran. Este Oriente poé- tico y filosófico, en ocasiones tolerante, existe en medio de la injusticia social y la corrupción, el racismo de las castas, el sometimiento y la brutalidad con las mujeres, la despro- tección de la infancia...Con sus claroscuros, Fazal Elahi es un musulmán común, que sufre, piensa y resuelve como ser humano, mucho más preocupado por contribuir al equilibrio y a la armonía universales que la mayoría de los occidenta- les. Se trata, sin duda, de una imagen literaria de lo oriental muy distante de la socialmente construida en nuestros días por los medios de comunicación.
Mejor sería no afirmar, como hacíamos, que Para onde vão os guarda-chuvas es la última novela de Afonso Cruz, porque quizás para cuando estas páginas vean la luz, el escritor ya habrá concluido otro relato, igualmente imaginativo, igualmente equilibrado en el desequilibrio estético, moral y absurdo que toda la literatura propone.