MARIA FERNANDA DE ABREU
ADOECER
Hélia Correia
Lisboa, Relógio d’ Água, Março, 2010.
Por su parte, Hélia Correia, que publicó su primera novela en 1981, nos ha dado algunos de las más bellas obras de la narrativa portuguesa de las últimas tres décadas. Su novela Lillias Fraser es la que recabó más premios y más pasiones lectoras pero sus novelas cortas como Montedemo (1987) o Bastardía (2005), y son ejemplos de esa arte tan propia de construcción de personajes femeninos inolvidables, siempre extraordinarios, y de situaciones donde convergen, entre otros, la tradición literaria portuguesa y el realismo mágico, además de los vientos de su adorada Emily Brönte, el todo en un lenguaje literario conducido por la música.
En este Adoecer, la escritora vuelve a Las Islas Británicas y al siglo XIX inglés («casi una necesidad biológica», dice ella). Adoecer (que un traductor español no deberá, creo, traducir por “enfermar” sino por “adolecer”) puede parecer, en primera instancia, una novela/biografía en torno a Elizabeth Siddal, modelo del cuadro «Ofélia» de Everett Millais, la cual, más tarde, «adolecerá » en torno al pintor prerrafaelita Dante Rossetti. Pero la escritora advierte que no se trata de una biografía: «no se trata de una enumeración de hechos, ni Elizabeth Siddal lo necesita porque ya tiene biógrafos suficientes». «La enfermedad del amor, del intento de poseer completamente al Otro. Pero también la enfermedad de la sociedad, el malestar de una mujer que vive dilacerada entre una vida proyectada por el arte y por una relación amorosa… la agresividad de aquel universo (el victoriano) contra su diferencia» (V. entrevista, en JL 1030, 24 de março).
Fundamental es, pues, la mirada de la escritora, su interpretación de los innumerables datos que recogió, presa a la historia recibida pero interesada, sobre todo, en entender su verdad profunda y en juzgarlos, a los acontecimientos y a la sociedad victoriana donde se desarrollan. Ese «siglo insultuoso»… ¿Pero fascinante? Una mirada donde las casas, como en otras obras de Hélia Correia, quizás en todas ellas, son espacios, piedras matriciales, basamentos y protagonistas irreemplazables, de sus historias. A Casa Eterna (1999) es otra de sus mejores y más premiadas novelas.
Ordenada por fechas y lugares (Hastings, 1854, por ejemplo), la narración recorre desde las décadas de 30 a 60 del siglo XIX, mostrando las actividades de los prerrafaelitas. Pero la primera entrada está fechada en Highhate Cemetery, 2005, donde Siddal fuera enterrada en 1862, y donde, siete años después, un «portughee» viene a abrirle la «cueva» para recuperar el cuaderno de poemas de Rossetti y, ahora, la escritora visita, sin olvidar su «condición de portuguesa», su «identidad» y su «país». ¿Desde este incipit, señalando a su lector cuánto la importancia que ella misma y su «condición» tendrán a lo largo del libro y del relato?
Un magistral ejercicio narrativo este Adoecer, tejido en diálogo comprometido, con documentos epistolares, con la poesía y los cuadros prerrafaelitas, con la crítica y las noticias contemporáneas sobre los mismos, con las biografías de sus protagonistas (y con la de la autora). En fin, la ficción novelesca como método de lectura y de desciframiento de signos, de historias y de vidas. Prestando un homenaje escrupuloso a la belleza exigente y gozosa del lenguaje literario en portugués