Ada Salas & Jesús Placencia – Diez mandamientos

Fundación Ortega MuñozEscaparate de libros, SO7

miguel ángel lama

DIEZ MANDAMIENTOS

Ada Salas & Jesús Placencia

La Oficina Ediciones, 2016.

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     Vivir. Confiar. Estar atento. Disfrutar. Aprender. Respirar. Maravillar se. Suspender el juicio. Callar y obrar. Seguir. Estos son los Diez mandamientos que propone este libro de Ada Salas (Cáceres, 1965), escrito por su colaboración con el arquitecto y dibujante Jesús Placencia (Melilla, 1964), con cuyos dibujos dialogan los poemas. Dicho sea ya desde el principio: no se trata de un libro de poemas ilustrado por un artista. Como ocurrió con Ashes to ashes. Catorce poemas a partir de catorce dibujos a partir de T. S. Eliot (Editora Regional de Extremadura, 2010), aquí el primer impulso es el del trazo, la figura o dibujo que sugiere y activa la escritura del poema. Vivir. Confiar. Estar atento. Disfrutar. Aprender. Respirar. Maravillar se. Suspender el juicio. Callar y obrar. Seguir. Es, estrictamente, el índice del libro, los títulos de los poemas que conforman esta relación de infinitivos llenos de significados. Ese índice, así, es el último poema del libro: Vivir / Confiar / Estar atento / Disfrutar / Aprender / Respirar / Maravillar se / Suspender el juicio / Callar y obrar / Seguir. Un poema que a muchos no resultará extraño. Porque les traerá a la memoria enumeraciones poéticas de infinitivos como, ni más ni menos, la de Lope de Vega y su soneto sobre el amor que comienza «Desmayarse, atreverse, estar furioso», el que termina con aquello de «creer que un cielo en un infierno cabe, / dar la vida y el alma a un desengaño; / esto es amor, quien lo probó lo sabe.» Así que esta nueva y moderna propuesta artística de Ada Salas, junto a un dibujante y pintor como Jesús Placencia, se inscribe, como todo lo grande, en la mejor de las tradiciones poéticas.
     La tradición inmediata de estos Diez mandamientos es, sin embargo, el libro citado arriba, Ashes to ashes, que Jesús y Ada hicieron, como este, al alimón. En aquel no solo estaba el germen de estos Diez mandamientos, sino el sentido de la antología que también vamos a comentar en estas páginas de Suroeste, pues ese «escribir y borrar» está en un poema de Ada de aquel libro y está en la explicación que Jesús Placencia dio en su momento sobre su intención con aquella lectura que hizo de ese «Cenizas a cenizas» que proviene de los Cuatro Cuartetos de Eliot: «Partiendo de dicha traducción hice una serie de dibujos —escribió Placencia—, catorce en total, utilizando exclusivamente la escritura como forma gráfica y permitiéndome como ‘reglas del juego’ sólo escribir y borrar (sin ‘dibujar’), y tomando como temas de los mismos palabras, versos o conceptos que aparecen en la obra de Eliot.» (T. S. Eliot; pero también David Bowie de fondo). No deja de ser mágico que una poeta dibuje con sus versos en la página en blanco y que un dibujante quiera expresarse escribiendo palabras que representan figuras como una mano, una hoja, espirales, el tocón de un árbol, huellas, un iris, unos pulmones, una caracola..., a partir de la lectura de unos poemas.
     Como aquel libro, estos Diez mandamientos, es un viaje de ida y de vuelta, del texto a la imagen y de la imagen al texto. Estos Diez mandamientos no prohíben, no advierten ni conminan; si acaso comparten algo con el decálogo clásico es su carácter instructivo. Instruyen en su propuesta de vivir, de confiar, de poner atención, de disfrutar, respirar, maravillarse y, por encima de todas las cosas, de seguir. Son diez propuestas verbalizadas poéticamente en veintidós poemas, dado que algunos, como «Respirar», tienen dos partes; otros como «Vivir», «Confiar», «Callar y obrar» y «Seguir» tienen tres; y uno «Disfrutar», se descompone en cuatro partes.
     Por otro lado, la medida formalidad de los textos se confirma también en un significativo y expresivo orden de la serie, que comienza en «Vivir» (que empieza así: «Podemos empezar / desde el principio») y concluye con «Seguir», de tal modo que la idea de lo renacido es el último apunte del libro y su última palabra la palabra «resurrección». La correspondencia entre dibujo y texto, ilustración y poema es perfecta. Se apoya en el excelente criterio editorial de presentar los dibujos en página impar, precedida y hermanada pues con una página tintada en negro en la que se ha impreso el título en negativo. El efecto es muy sugerente, como si al abrir el libro por cada uno de esos dibujos la página se iluminase, naciera desde lo negro para impregnar lo blanco. Así, el lector lee el poema posteriormente con la presencia aún de la imagen, como si retuviese la huella del dibujo mientras ya está leyendo el poema. La sensación es de placidez, de equilibrio, natural; y de una cierta levedad que lógicamente aportan los poemas que sugieren otro efecto impresionante, como si el texto surgiese después de una leve pulsación en la página, de la misma manera que la piel modifica su aspecto con una leve presión sobre ella.
     «Hay siempre algo pequeño que habla con la lengua de los astros», escribe Ada en uno de los textos («Maravillar se», pág. 43). Y así, con su lenguaje poético, Ada ha logrado elevar a otra categoría, sublime, hay que decirlo, estas acciones esenciales de Vivir. Confiar. Estar atento. Disfrutar. Aprender. Respirar. Maravillar se. Suspender el juicio. Callar y obrar. Seguir.