Pablo Javier Pérez López – Fernando Pessoa e Iván de Nogales: Claves simbólicas, literarias e ibéricas de un encuentro

Fundación Ortega MuñozEnsayo, SO1

PABLO JAVIER PÉREZ LÓPEZ

Fernando Pessoa e Iván de Nogales: Claves simbólicas, literarias e ibéricas de un encuentro

Pablo Javier Pérez López (Valladolid, 1983) es investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid (España). Es autor de diversas publicaciones que tienen como temáticas esenciales la infancia, la dialéctica filosofía-poesía, el pensamiento trágico, la voluntad de ilusión, el viaje y la dimensión filosófica del pensamiento poético de Fernando Pessoa. Entre sus publicaciones pueden destacarse: Viajes, literatura y pensamiento (Uva, 2009) y El pensar poético de Fernando Pessoa (Manuscritos, 2010).

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A la memoria de Juanito
y todos los otros poetas olvidados

Un gran poeta, un verdadero gran poeta, es la criatura menos poética de la creación. Pero los poetas mediocres son absolutamente fascinantes. El solo hecho de haber publicado un libro de sonetos de segundo orden convierte a un hombre en irresistible. Vive la poesía que no puede escribir. Los otros escriben la poesía que no se atreven a vivir.

OSCAR WILDE

Hay secretos íntimos de la historia, anécdotas olvidadas que valen más que muchas vidas anodinas y alejadas de toda esencia literaria. Uno de estos secretos, unido a las relaciones ibéricas en el ámbito de la literatura de vanguardias, es el que me propongo anunciar aquí como si un profeta de la profundidad simbólica de las anécdotas literarias, de los pequeños secretos de las historias mínimas protagonizadas por escritores, se hubiera apoderado de mi voz.

Fernando Pessoa, cuando aún no era Fernando Pessoa y años antes de tener contacto con los Rogelio Buendía, Isaac de Vando-Villar y Adriano del Valle, ultraístas españoles, tuvo un contacto probablemente más leve pero de una profundidad estética, ficcional, literaria y poética impagable, para los amantes del imaginar, con otro escritor español, más que escritor o poeta, personaje literario de su propia vida, poeta olvidado y recordado sólo muy recientemente con más sorna que justicia, me refiero a Iván de Nogales.

Fernando Pessoa e Iván de Nogales se encontraron en Lisboa cuando aún nadie sabía que a uno le esperaba la gloria póstuma y al otro el olvido eterno, cuando no eran más que hijos de un mismo espíritu órfico, de un mismo anhelo de otredad, hijos de una época de crisis profunda en lo estético y todos los demás ámbitos de la vida que éste oculta.

Entre los papeles de Pessoa, universo de estómagos, guardador de papeles, de filosofías y de mundos, coleccionista de vidas y creencias, encontramos dos tarjetas de nuestro disparatado compatriota (ILUSTRACIÓN 1) que tuvo la oportunidad de conocer al discípulo de Caeiro. Tarjetas que dejan entrever la personalidad irónica y anárquica de Nogales que se presenta a sí mismo ante Pessoa a través de las mismas como “Amante de los hambrientos rusos y hambriento del amor de las Rusas”, entre otras muchas cosas (ILUSTRACIÓN 2).

El propio Pessoa confirma el encuentro con Nogales en su Diario de 1915 (ILUSTRACIÓN 3) presente en uno de sus cuadernos (144X) y que corresponde a los días 26 y 27 de noviembre:

“26.–A very curious mystical day. Met Cesar Porto. Made the acquaintance (really reacquaintance, though better now), casually, in Livraria Monteiro, of Juan de Nogales, the theosophist :likes of Orpheu, etc. Lost all time for translation. Had 3 times during day and night fits of a curious form of dizziness - an abstract physical kind; but was all day lucid. Smoked a lot and drank a lot of coffee the day was intensely agreeable except as lost. At night, long and very pleasant conversation w[ith] Leonardo Coimbra. 27.–A lazy day, more or less meaningless. Meeting w[ith] Nogales more or less interesting.”1

Existe además, entre el reino de papeles pessoano, un pedazo de papel firmado por Nogales con las indicaciones necesarias para la elaboración de un horóscopo (fecha, hora y lugar de nacimiento). Indicaciones que ofrecían muy a menudo a nuestro poeta para las consultas de este tipo (ILUSTRACIÓN 4). Y además hay una última presencia directa de interés, que puede llevarnos a pensar en algo más allá de un mero encuentro esporádico: la presencia de Nogales entre los autores de una de las tantas listas de proyectos futuribles para alguna de las publicaciones modernistas. Lista de 1918 en la que en el ítem número 56 de proyectos leemos:

“56-Juan de Nogales-article on sensationism”2

RAÚL VALERIO. Serie Fadistas. Lucilia do Carmo. 2010.

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2. Tarjeta de Iván de Nogales presente en el espólio pessoano. E3. 104-93

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3. Fragmento del Diario manuscrito de 1915 donde Pessoa menciona al menos dos encuentros con Nogales. (E3. 144X-142r)

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4. Nota manuscrita de Iván de Nogales presente en el espólio pessoano. E3. 902-11

Hasta aquí las referencias directas a Nogales localizadas, por el momento, en el espolio pessoano.3 Pero quién era Juan de Nogales y qué significa su encuentro con Fernando Pessoa en clave literaria, simbólica e ibérica.

Juan de Nogales-Delicado Arias, Ciudad Rodrigo (Salamanca), 1884 - Hendaya (Francia), 1929, rebautizado por él mismo como Iván de Nogales, probablemente después de su paso por Rusia, para ocultar la vulgaridad de su nombre para lo literario, fue un poeta, escritor, viajero, pintor, teósofo y otras nobles cosas, mirobrigense, castellano y español cosmopolita que figuró en la nómina de los llamados protagonistas menores del meollo literario de Pombo y del Ateneo de Madrid en las primeras décadas del siglo XX. Hijo de Dionisio de Nogales, Barón de Yecla, autor de una Historia de la muy noble y leal ciudad de Ciudad Rodrigo, tuvo hacienda personal suficiente para hacer de su vida literatura con decisión y ahínco no exento de una excentricidad lúcida y alegre.

Ha sido un autor olvidado y sólo recordado desde la curiosidad y el chisme, olvidando quizá que la literatura y los poemas no sólo se escriben con tinta china o tipográfica. Fue un hombre seducido por el amor y el sexo y casi todo lo restante, incluyendo en esta seducción la práctica de la poligamia sucesiva, el fetichismo genital, la peluquería púbica en muchachas alegres, la condición de hiperpolíglota relativo y esperantista decidido, ermitaño impenitente, teósofo pasional, cubista primigenio, humorista involuntario, animalista, vegetariano ocasional, filántropo poliforme, alcalde anarquista y en definitiva hombre del renacimiento surrealista de la modernidad literaria.

Encontramos en coetáneos suyos como César González Ruano, Ledesma Miranda, pero sobre todo en Ramón Gómez de la Serna, retratos más o menos malintencionados y crueles, que van desde el humor ácido e ingenuo a la crítica cruel del susodicho interlocutor de Fernando Pessoa que ahora nos ocupa.

Nogales estudió el bachiller en el colegio San José de los jesuitas en Valladolid, comenzando después un periplo por deseos impares y diversos. No llegó a completar el curso preparatorio de Medicina e ingresó en la Academia de Caballería, de la que también acabó por salir. Intentó infructuosamente ingresar en la Marina y acabó por obtener el título marinero en Toulon y Marsella. Esta primera vocación de marinero eterno prendió su deseo de viajes insospechados y muy bastos para la época.

Como marino mercante recorrió puertos lejanos hasta Nueva York, Cuba, México o Panamá y pasó un año en Veracruz recuperándose de una malaria o un escorbuto que acabó con sus dientes pero no con su excentricidad mezcla de niño ingenuo y ebrio disparatado y depravado hambriento de novedad y calor. Entonces comenzó sus viajes convertido en una suerte de antropólogo del amor y del cosmopolitismo ingenuo del que siempre hizo gala. Viajes innumerables narra su biógrafo prematuro, Modesto Pérez, pasante en su juventud y propagandista en plena época de conflicto político en la alcaldía de Miróbriga. Viajes que lo llevan a Moscú y San Petesburgo en 1908, a Polonia y posteriormente, ya en 1909, a Viena donde según cuenta Modesto, es decir la leyenda, su propia leyenda que es tan verdadera quizá como falsa, tomó clases de violín con Lichgemstern, profesor del imperial teatro de la ópera que le enseñaba sin nada a cambio al encontrarle parecido a un hijo suyo. En la ciudad alemana de Lemberg recibe clases de fotografía trascendental de la mando del profesor Okchorovit. Después de una estancia breve en Italia acaba por pasar un tiempo en una colonia naturalista en el Pireo ateniense.

En 1910 anduvo por todo EE.UU. y Canadá y en 1911 por Francia, Bélgica, Holanda, Inglaterra e Irlanda. Volvió a Rusia en 1912 y paseó su melena rígida por Polonia, por la que sentía gran atracción, Austria y Suiza. En 1913 recorrió Portugal, tras casarse, donde quizá tuvo ya algún contacto con los hijos de Orpheu. En 1914 regresó a París y peregrinó hasta Berna y Berlín. Según Modesto, su biografiado también anduvo por lugares africanos y marroquíes.

Su aspecto, a medio camino entre lo cómico y lo siniestro, con una dentadura completa de oro, una nariz borbónica, grandiosas melenas rizadas y peinadas al medio con inevitable aspecto de rastafari, frecuentemente teñidas de verde o de rubio con agua oxigenada, trajes de dandy teatral, ojos inflamados y grandes, le hizo aparecer a los ojos de Pessoa, ser reconocido por él como un indubitable miembro de la sociedad teosófica (ILUSTRACIÓN 5).

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5. Una de las páginas del álbum de Pombo donde podemos encontrar la firma de Nogales acompañada de un símbolo teosófico

Fue después de este peregrinar cuando ya Nogales, convertido en un personaje quizá de Verne o de Cervantes, aterriza en el Madrid repleto de Literatura mayúscula al que todos los aspirantes a escritor llegaban hambrientos. Allí aparece en pleno meollo literario de Pombo y del Ateneo (en cuyas actas de la época figura como secretario cuarto de la sección pictórica y de bellas artes) entre los fieles a los oficios de la Sagrada Cripta de Pombo, encuentros literarios de grandes de la literatura y el arte que quizá nunca se repitan con ese grado de autenticidad, ironía y mesianismo vitalista y poético. Imaginar la sombra de Nogales entre Girondo, Borges, Machado, Picasso, Ortega, Valle Inclán, Unamuno, Diego Rivera y entre sus subalternos, que algunos se atreven a llamar personajes menores, se nos antoja un acto de impagable deseo novelesco y de la mejor literatura vivida y pensada.

Allí, entre ellos aparece Nogales ofreciendo sus tarjetas siempre disparatadas con las que, como dice Ramón, abruma a sus nuevos amigos (entre ellos al propio Pessoa quizá en la propia librería Monteiro, situada por entonces en la Rua de Ouro lisboeta, centro editorial e ideológico del modernismo portugués, o quizá en algunos de los cafés frecuentados por ellos). En Pombo, en los entreactos de los concursos de pedos y greguerías, en los banquetes inolvidables, se presenta como miembro de todas las sociedades teosóficas existentes, comentando sus viajes y hazañas genitales (entre ellas su aguja perenne en salva sea la parte instalada para su disfrute en Madagascar y por la que recibió el bautismo pombiano de “Guarda-Agujas” entre un estruendoso reír y su afición a la peluquería femenina de cabellos no nacidos en las cabezas, para los que siempre llevaba en su cartera un peine por si algún pubis se ofrecía en alguna esquina oscura, ese mismo peine le sirvió para hacer lo propio con las modelos de la Escuela de Bellas Artes de París).

Ramón consideró a Nogales “inagotable en historias de gracia” y en Pombo y el Ateneo lo “conocía todo el mundo pero nadie sabía quién era”. Creo reconocerlo en una de las fotografías de los amigos de Pombo, concretamente en la tomada durante el banquete a Don Nadie, donde creo ver a un joven Nogales junto a un jovencísimo Ortega. (Seguramente sólo creo reconocer pero me pregunto qué diferencia habrá entre la verdad y la mentira llegados a este punto.)

Lesdesma Miranda dice que “ante el estilo de Nogales, para montar la singularidad artística, las maquinaciones de Dalí dan la impresión de un ingenuo salto atrás” y es así porque Nogales se nos aparece como auténtico primigenio cubista, como él mismo se quiso en una de sus exposiciones, arrebatando este honor a Dalí y Juan Gris. Pintura compuesta la suya no sólo de cubos sino de anatomías diversas vividas y devoradas. Cómo presumió Nogales de aquel cuadro en que la mujer dibujada era muchas mujeres en una, muchas modelos de lejanos lugares unidos por el destino de su deseo voraz y sacro instinto para las hembras a las que elevó, como todo cuerdo que se precie, a la categoría de divinidad primeriza, sosteniendo incluso en uno de sus opúsculos, “La mujer, primer pintor de la humanidad”, que ellas fueron las autoras de las primeras pinturas rupestres por la ingenuidad y finitud del trazo paleolítico. Nogales se nos aparece como hijo prematuro de Dalí y como tío olvidado de Fernando Arrabal, otro mirobrigense de daliniano trato que nos lleva a pensar en la autenticidad de surrealismo literario que atesora Miróbriga.

Nogales fue bautizado por Ramón (ILUSTRACIONES 6 y 7) como “el humorista que se pasea por Madrid” y no tiene esto nada de insulto sino todo lo contrario, pues mantuvo un compromiso humorístico con el absurdo en el que radica la esencia de su poesía, no sólo la escrita, sino la representada en el teatro del mundo (quizá nunca tuvo tanto sentido esta expresión). El compromiso trágico, poético, filosófico que Pessoa mantuvo con el absurdo es en Nogales un compromiso irónico de alguien que cumplía la máxima de lo irónico, parecer tonto o pueblerino, ser hombre “que jugó toda su vida a pasar por tonto” como dice González Ruano. La felicidad de Nogales estaba quizá en el refugio del absurdo, vivido, contado y representado teatralmente. (Pessoa diría que no hay nada que le admire más que la inteligencia que hay en la estupidez de la mayoría de la gente.)

Nogales, hombre siempre disfrazado, que según testimonios tenía un ropero superior al de muchos teatros, es el envés de lo trágico pessoano, es la teatralidad cómica de la ingenuidad y la golfería. Su humor, es decir, su estado de ánimo, su alma es “valiente, incesante y abracadabrante” en palabras de Ramón que, quién si no, fue uno de los pocos que lo supo entender frente a otros contemporáneos:

“Ya desde hoy, hay que mirarle de otra manera y reírse de él más hacia adentro, como se deben reír las personas cultas y distinguidas, de los rasgos distinguidos y excepcionalísimos del humorismo.” 4

 

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6. Nogales en una imagen recogida en La Sagrada Cripta de Pombo

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7. Nogales tocando el violín en Viena (en otra imagen que nos ofrece Ramón en La Sagrada Cripta de Pombo)

Los demás exégetas de Nogales no han sabido, no han querido o no han podido ver la dimensión literaria de su supuesta mediocridad poética. Su libro más conocido, Nueces eróticolíricas, heteroclitorizadas y fervescentes de Nogales, que incluía una nuez embutida en el lomo y un partidor, ocultaba hipotéticamente un sentido cabalístico en esos poemas eróticos que homenajeaban con una poética vulgaridad los rincones femeninos dispersos y plurales en los que Nogales anidó en búsqueda carnal y teosófica. Las ilustraciones femeninas del libro son de Enrique Ochoa, pintor amigo de Picasso y Lorca e ilustrador de las obras de Rubén Darío. En Nubarrones en la Sociedad Teosófica Nogales advierte del peligro de Alcyone, del deslizamiento de la Iglesia católico-liberal en el seno teosófico y de la propagación del culto al Sagrado Corazón y expone su moralidad teosófica diciendo: “Cada hombre debe ser su propio legislador; debe olvidarse de sí mismo, viviendo para los demás…” Es ésta precisamente la cara teosófica que menos agrada a Pessoa, que reconoce a Sá Carneiro sólo unos días después del encuentro con Nogales que

A primeira parte da crise intelectual, já V. sabe o que é; a que apareceu agora deriva da circunstância de eu ter tomado conhecimento com as doutrinas teosóficas. O modo como as conheci foi, como V. sabe, banalíssimo. Tive de traduzir livros teosóficos. Eu nada, absolutamente nada, conhecia do assunto. Agora, como é natural, conheço a essência do sistema. Abalou-me a um ponto que eu julgaria hoje impossível, tratando-se de qualquer sistema religioso. O carácter extraordinariamente vasto desta religião- filosofia; a noção de forca, de domínio, de conhecimento superior e extra-humano que ressumam as obras teosóficas, perturbaram- me muito. Cousa idêntica me acontecera há muito tempo com a leitura de um livro inglês sobre Os Ritos e os Mistérios dos Rosa-Cruz. A possibilidade de que ali, na Teosofia, esteja a verdade real me «hante». Não me julgue V. a caminho da loucura creio que não estou. Isto é uma crise grave de um espírito felizmente capaz de ter crises desta. Ora, se V. meditar que a Teosofia é um sistema ultracristão—no sentido de conter os princípios cristãos elevados a um ponto onde se fundem não sei em que além-Deus — e pensar no que há de fundamentalmente incompatível com o meu paganismo essencial, V. terá o primeiro elemento grave que se acrescentou à minha crise. Se, depois, reparar em que a Teosofia, porque admite todas as religiões, tem um carácter inteiramente parecido com o do paganismo, que admite no seu Panteão todos os deuses, V. terá o segundo elemento da minha grave crise de alma. A Teosofia apavora- me pelo seu mistério e pela sua grandeza ocultista, repugna- me pelo seu humanitarismo e apostolismo (V. compreende?) essenciais, atrai-me por se parecer tanto com um «paganismo transcendental» (é este o nome que eu dou ao modo de pensar a que havia chegado), repugna-me por se parecer tanto com o cristianismo, que não admito. E o horror e a atracção do abismo realizados no além-alma. Um pavor metafísico, meu querido Sá-Carneiro!5

Pessoa siente atracción no por el humanitarismo y moralismo universalizante teosófico sino por el carácter pagano de la teosofía que es la ciencia de las religiones, la adoración de los dioses plurales y en este sentido la superación del cristianismo. Pessoa encuentra, en la época en la que se produce el encuentro con Nogales, las doctrinas teosóficas, en el período de su trayectoria intelectual que se suele denominar estadio neopagano, en una primera fase de interés por lo esotérico que coincide con el final de su etapa filosófica. Pessoa entró en contacto con el esoterismo teosófico traduciendo libros de Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, Leadbeater y Annie Besant, todos ellos para la Colecção Teosófica y Esotérica de la Livraria Clássica Editora. Que Pessoa, en las breves líneas que dedica a Nogales lo califique de teósofo da una idea de la importancia de lo teosófico en el momento del encuentro, lo que nos hace suponer que quizá buena parte de aquella conversación pudo tener este contenido, además de literario, no olvidemos que Pessoa identifica a Nogales con el espíritu de Orpheu.

La postura crítica de René Guenon contra el núcleo teosófico de Blavatsky encaja mejor con la postura de Pessoa respecto a la Teosofía. Un René Guenon, matemático, filósofo y metafísico francés al que sí conoció Nogales en torno a 1924 como se deduce de una de las cartas del francés:

El Dr. Peyre me escribe por su parte que le había satisfecho mucho Atanòr y que se había suscrito. –¿Le ha escrito a usted el Sr. de Giorgio? También tuve ocasión, últimamente, de recomendar Atanòr a un español, el Sr. Juan de Nogales, a quien igualmente le he dado su dirección.6

Nogales se mantiene al parecer más próximo al núcleo teosófico de Blavatsky que traza los objetivos, ya muy conocidos de la Sociedad Teosófica:

— Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, credo, sexo o color.
— Alentar el estudio comparado de las religiones, las filosofías y las ciencias.
— Estudiar las leyes inexplicadas de la Naturaleza y los poderes latentes del Hombre.

Nogales sería un verdadero teósofo original, filántropo y aventurero, tan viajero o más que la propia Blavatsky y Pessoa un interesado en la posibilidad teosófica del neopaganismo clave para el núcleo de su pensamiento poético. Raphael Baldaya se manifiesta en contra de la democratización teosófica del hermetismo y de su proximidad al budismo y el cristianismo y es quizá el heterónimo con el que trató Nogales en aquellas ocasiones, al hablar de estas teosóficas cuestiones.

Aún así Nogales también advierte del peligro del deslizamiento teosófico hacia el cristianismo: “…yo no niego la Iglesia Católico-Liberal, pero afirmo que es una nube densa en nuestro cielo teosófico. Por los siguiente: da interpretaciones limitadas de las grandes verdades cósmicas…”7

No parece ser esta proximidad teosófica el único punto de convergencia entre Nogales y Pessoa. Nogales es esbozado en sus breves notas del Diario, ya vistas, además de cómo teósofo, en primer lugar, como un hombre “likes of Orpheu”, próximo al espíritu de Orpheu en un momento en el que el tercer número de la publicación aún no había salido y acabaría por no salir debido a los problemas financieros ligados a Sá Carneiro, que se suicidaría un año después en París.

Nogales, sin duda, tiene el espíritu de Orpheu, porque es provocador, irreverente, novedoso y aparentemente absurdo; es el prototipo órfico de poeta que escandaliza a los líricos clásicos de una exquisita cordura, y quizá por su excentricidad pudo ser visto, entre los combatientes órficos de Lisboa, como un gemelo español de Ângelo de Lima, si bien su locura era más teatral que instintiva y mucho más próxima a una genialidad absurda. Nogales comparte el espíritu de Orpheu porque pertenece a uno de esos exilios del temperamento que hace revelaciones sobre el arte, que nacen de un principio aristocrático y de un ideal esotérico (características todas estas enunciadas por Luis de Montavôr en la introducción y presentación del espíritu de la publicación en el número uno de la revista)

Nuestro poeta puede imaginarse dentro de este rebaño sin guardador, como otro más de lo que para muchos de la época era una “horda de locos”, de estas personalidades paúlicas y genuinas.

Es órfico en su instinto de un arte nuevo, no sólo literario sino pictórico. El propio Pessoa menciona a Nogales en una lista de proyectos ligándolo a un texto sobre el sensacionismo, y Modesto Pérez confirma, no sin la aureola de la leyenda personal de su biografiado la relación de Nogales con los doidos de Orpheu:

“En Orpheu, periódico futurista de Lisboa, cuyo director Sá Carneiro se suicidó tomando unas píldoras de estrictina en la capital de Francia, ha discutido y difundido las nuevas orientaciones de la pintura.”8

No hace falta decir que Nogales no publicó artículo alguno en Orpheu pero quizá pudo escribir uno destinado a un número futuro o publicarlo en alguna otra revista menor, de esto no tenemos constancia. Estas dos referencias cruzadas nos hacen pensar en una relación menos circunstancial de lo aparente entre nuestro compatriota y el grupo de Orpheu.

Nogales, que frente al “creador de mitos” pessoano se definía en alguna de sus tarjetas como fundador de religiones, fue además un alcalde anarquista. Quizá hecho de la misma pasta que el banquero de la misma especie que dibujó Pessoa. Hay mitología sobre este asunto, algunos han llegado a decir que Nogales fue alcalde de Ciudad Rodrigo apenas doce horas. No es así, fue alcalde unos meses, desde el 1 de enero al 1 de junio de 1918,9 unos pocos meses que también se nos antojan días en comparación con alguno de los alcaldes vitalicios aún supervivientes.

Llega a la alcaldía muy bien recibido y laureado: “Es el nuevo alcalde joven estudioso, de relevantes dotes y de una vasta cultura adquirida no sólo en los estudios oficiales de su carrera, sí que ampliada por las enseñanzas y experiencias que ha podido aprender en los continuos viajes que, para su perfeccionamiento, ha verificado por distintas naciones de Europa y América”.10

Nogales, que ya había advertido cuando fue elegido concejal que “no sirvo para concejal” y que “seguro que cuando muera como concejal me pondrán como epitafio Aquí yace un concejal de buena voluntad, que no fue ni Perales ni Dimas y nada más”,11 mostró una actitud solidaria y poco propia de la política actual. Se vio envuelto en una incautación de harina para garantizar el pan a la población municipal, lo que le valió pugnas con los industriales harineros y las autoridades centrales del Gobierno Civil. Aunque él ya había advertido “no tener temperamento de alcalde, frecuentes viajes y comienzo de la carrera pictórica” aún aceptando que “me debo meter donde me llama la necesidad o la utilidad de mi presencia aunque no me llame ser alcalde”,12 se despide de la Alcaldía después de mostrar la peculiaridad novelesca que era esencial a él desde el puesto de primer edil.

Sin embargo bien parecían conocer los mirobrigenses el anarquismo literario traducido en político que vendría a representar Nogales como alcalde incautador de harinas al advertir que “a algunos compañeros de profesión le hemos oído decir que cuando hacía su guardia se asomaba mucho a la banda de babor”.13

Más cercano a la leyenda se cuenta que Nogales, durante esta etapa política, decidió multar por desacato a la autoridad a una señorita mirobrigense por no aceptar sus cortejos. Anécdota que se nos antoja más real que cualquier otra.

A través de las páginas de La Iberia y de Tierra Charra podemos encontrar esos rasgos que han sido utilizados en las pocas caricaturas hechas de Nogales. Aparece siempre entre los primeros nombres listados en las cuestaciones populares por una u otra causa o para cualquier organización u homenaje e incluso como filántropo desmesurado cediendo parte de sus terrenos al alcalde para la apertura de una nueva calle.14

A estos diarios de Ciudad Rodrigo envía sus crónicas, y se convierte para sus conciudadanos en corresponsal inusual desde lejanas tierras de las fiestas vienesas en honor a su kaiser (junio de 1908), de los pormenores, siempre narrados a medio camino entre la seriedad y el surrealismo, de los congresos esperantistas, por ejemplo el de Dresden de 1908, o de las múltiples visitas europeas, del Congreso Internacional de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas en noviembre de 1929 en Madrid (recordemos que Nogales fue un decidido y adelantado proteccionista y antiviseccionista de animales y plantas y que se negó a comer carne y beber alcohol, aunque César González-Ruano afirma que en Lisboa esta prohibición no la seguía y Ramón dice que pedía en Pombo una copita de cualquier cosa porque siempre la tiraba bajo la mesa). Nogales se reclama miembro de aquellos “locos idealistas… que quieren extender la caridad y piedad hacia las pobres bestias, tan desvalidas y abandonadas por su hermano superior: el hombre”.

Además fue nuestro paisano el representante municipal de Ciudad Rodrigo en el homenaje al poeta mirobrigense Cristóbal de Castillejo, que muy al estilo de Nogales anduvo por esas tierras de Viena siguiendo a su señor y si bien aunque monje tuvo amoríos prolijos a la par que versos tradicionales frente a los de métrica latina. Este ancestro vital y paisano de Nogales ya dedicó un buen poema de goce del ósculo inspirado en el de Catulo que bien pudo reescribir Nogales y que está re-escrito a su manera en sus Nueces:

Dame, Amor, besos sin cuento,
asida de mis cabellos,
y mil y ciento tras ellos
y tras ellos mil y ciento,
y después
de muchos millares, tres;
y porque nadie lo sienta,
desbaratemos la cuenta
y contemos al revés».15

Se nos antoja Castillejo un ancestro directo de Nogales el golfo y el poeta del amor obscenamente espiritual. Y el propio Nogales lo afirma con su admiración en una semblanza biográfica que elabora del poeta en Tierra Charra el 31 de marzo de 1929 donde celebra al poeta inflamado en el amor a la mujer que el mismo fue tan a su manera sintiéndose quizá “influenciado por los bellos ojos y las bocas abrileñas u otoñales” de la misma manera que su paisano cuatro siglos antes.

Sin embargo de todas sus crónicas, casi todas firmadas con pseudónimo como Iván de Miróbriga, Iván Segalon o su genuino Iván de Nogales, destaca una de sus crónicas ilusas, en este caso como él escribe luso-ilusas, donde habla de la Lisboa a la que no dejó de ir (y donde estuvo antes de su muerte) sobre todo desde su matrimonio con Carmen de Quevedo, hija de Vasco de Quevedo, diplomático portugués y cónsul portugués de Ciudad Rodrigo en 1911, cuya pedida de mano se produce sólo un año después, según recoge La Iberia:

“Ha sido pedida la mano de la bellísima señorita lusitana Carmen Vasco de Quevedo para nuestro paisano, el distinguido sportment y piloto de la Marina mercante, don Juan de Nogales Arias.”16

Quién sabe si Nogales siguió en contacto con los ambientes literarios lisboetas y con el propio Pessoa. Lo cierto es que la toma de contacto documentada desde 1915 a 1918 coincide con la época de mayores contactos sociales del interlocutor portugués de Nogales. En esta crónica lusoiluso de 1928 Nogales narra un inesperado y muy humorístico encuentro con un ratón, al que por su vocación animalista, claro está, no quería hacer daño y sin embargo quedó con la columna quebrada en un cepo de la habitación. Nogales curó esa herida de su conciencia rociando la habitación del Hotel Borges (el mismo que según la leyenda albergaba los encuentros de Salazar y sus queridas y el mismo que situado al pie de A Brazileria del Chiado garantizaba cercanía a los meollos literarios de Lisboa) con medio queso por si los familiares del difunto aparecían por allí.17

No sabemos si la proximidad de su pueblo con Portugal, su boda con una mujer portuguesa o su propio descubrimiento de Portugal en 1913 durante su época de trotamundos fueron las causas exactas de su amor al país vecino. Es cierto que La Iberia, que en el nombre lleva su actitud muestra siempre un interés por lo portugués. De lo que no hay duda es de que Nogales tenía esta relación especial con Portugal en la que se enmarca su encuentro con el grupo de Orpheu y con Fernando Pessoa:

“Muy pocos españoles conocen a Portugal, como Nogales, que podría escribir, y es muy probable que escriba, un libro acerca del paisaje de la joven y vecina República, de sus gentes, de sus costumbres, de sus poetas, pensadores, novelistas, historiadores, científicos, estadistas y de otros aspectos de la vida lusitana, con la que hará un entrañable y cada día más necesaria labor de aproximación ibérica.”18

Nogales falleció el 27 de agosto de 1929 (no en 1927 como dicen algunos de sus comentaristas), en la playa de Hendaya, a los cuarenta y seis años de edad (uno menos de los que tenía Pessoa a su muerte). Sus paisanos reciben como absurdo acto el de su muerte a la par que en la misma fecha en que conocen su desaparición reciben su última carta en la que les anunciaba su fin. Nogales acepta su última aventura, manteniendo la ironía ácida que siempre exhibió quizá como símbolo de una inteligencia casi siempre confundida con la estupidez o la locura (ILUSTRACIÓN 8):

“…me resigno a soportar lo que venga sin desesperarme. Eterno viajero, como usted sabe, me dispongo a realizar esta última excursión, de la que nunca se vuelve, con la misma tranquilidad que hiciera cualquiera de mis frecuentes viajes por el mundo”19

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8. Noticia de la muerte de Nogales aparecida en Tierra Charra el 1 de septiembre de 1929

En la fecha de su muerte sus paisanos, quizá los que mejor pudieron conocerlo de verdad, lo reconocen como un soñador que en muchas ocasiones fue incomprendido por sus paisanos y todos los demás. Era como dicen de él en esta su despedida un inadaptado y leyendo este calificativo recuerdo lo que de Pessoa me dijo un librero de viejo en Lisboa “era un tipo incrustado en la vida”. La inadaptación de Nogales lo llevó a la “adaptación a los exotismos más variados. Y así por ejemplo cuando venía de China nos sorprendía con su indumentaria oriental y su bagaje de perros, pájaros y otras mil cosas características de aquella remota tierra. Y era chino hasta que un nuevo viaje a Rusia inoculaba en su espíritu el anhelo de vivir la vida de las estepas”.

Unos días después de su muerte César González Ruano le escribe una nota biográfica en El Heraldo de Madrid, periódico en el que también colaboró Nogales. Nota biográfica que fue duramente criticada en Tierra Charra por sus paisanos. González-Ruano dice de él que era un humorista triste, que parecía un bastardo de la casa de Austria. Encuentra en él un cínico que huele a la peluquería de la Rua Áurea, que presumía de tonto, siendo inteligente, aunque concede en él cierta sensatez en su locura:

“¡Magnifico hombre que probó la coartada del desequilibrio! En realidad siempre fue un hombre absolutamente sensato, que cultivó la insensatez por algo que se parecía mucho al rencor social…”20

El final de su recuerdo del que según él mismo fue amigo suyo21 es un tanto hiriente, consideran sus paisanos, tras la muerte tan reciente de Juanito, como le llamaban en Miróbriga: “¿Morimos también los hombres absurdos, Dios mío?”

Si bien este fue sin duda un piropo involuntario para quien sepa leer la sensatez literaria de lo absurdo. Desde Tierra Charra González-Ruano fue correspondido con contundencia defendiendo la memoria de Nogales (ILUSTRACIÓN 9):

“González Ruano era, según parece, muy amigo de Nogales, lo conocía mucho al menos… Y en su pintoresco reportaje, después de llamarle inteligente dos o tres veces, acaso para despistar, nos dice que era feo, sucio, cínico, erótico, ignorante, etc. Todo esto con la descripción insultante e ingrata de la vida del pobre muerto, cuyas extravagancias no vamos a discutir ahora, pero si a olvidarlas piadosamente… Lo que hay en su crónica es una cantidad de chungueo macabro y de falta de delicadeza, capaz de hacer resucitar a un muerto, aunque sea tonto, para darle las gracias… Yo le prometo, señor González Ruano, que el día que usted se muera –quiera Dios que tarde mucho– no he de aprovecharme, si le sobrevivo, de su confesión de que es un hombre “absurdo”, para indagar detalles de su vida y hacerle una esquelita amasada con ese fraternal humorismo con que ha entonado usted su responso a Juanito Nogales. Me limitaré únicamente a dar el pésame a Ramón Gómez de la Serna y a exclamar, acordándome de su información sobre Nogales:
—¡Dios lo haiga perdonao! Que es lo que se ocurre decir a un charro, cuando saber que se ha muerto un “absurdo” por muy absurdo que sea.”22

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9. Palabras de reacción a la reseña biográfica de González-Ruano en Tierra Charra (se incluye poema en homenaje a Nogales de Cándido R. Pinilla)

Nogales, eterno viajero, no podía imaginarse lejos de Lisboa, puerto de todas las fantasías como supo bien Ramón: “Esta ancha desembocadura del Tajo, es como la base naval, no para las guerras, sino para los descubrimientos y los viajes de fantasía”.23

Nogales fue un viajero como lo fue Pessoa, de las dos maneras de viajar que hay en el mundo. Pessoa para quien para viajar bastaba sentir, fue un viajero de las sensaciones y los pensamientos y Nogales un primer aventurero del mundo que viajaba también con el cuerpo y con su hambre de otredad mundana. Estos dos viajeros, de la fantasía sentida y pensada no podían encontrarse sino en Lisboa. No es posible dejar de pensar a Nogales recién llegado de Ciudad Rodrigo en su asiento de primera del Sud- Express saliendo a la plaza de Rossio donde por entonces todos los tranvías daban la vuelta primera e infantil de su recorrido. Cómo no pensar a Nogales en el zoológico de Lisboa, repitiendo su diálogo no ya con aquél león del retiro con el que según dice la leyenda iba a conversar revestido de una piel de león, sino con aquél hipopótamo que a Ramón tanto le gustó.

Para mí, esa foto de Nogales y Pessoa caminando recién encontrados por la Rua de Ouro (áurea) camino a algún café para hablar de teosofía o de literatura nueva sí hubiera sido una auténtica fotografía trascendental, como la que estudió el Nogales extravagante (ILUSTRACIÓN 10). Trascendental por su triple dimensión simbólica, poética o literaria e ibérica. Una triple dimensión que han ignorado los plumíferos que aspiran a la gran literatura olvidando la grandeza de la poesía mediocre que salva la vida propia y da sentido a lo absurdo de una existencia, que olvidan la necesidad de la fantasía para el propio universo individual, eso que Sábato llama el Unomismo, la propia narración fantástica de nuestra vida, la novela de la que somos protagonistas, nuestra película. Ramón sabía esto bien: “Va haciendo una película silenciosa y humorística que no hay ningún operador que recoja”.

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10. Imagen actual de la Rua de Ouro (áurea) en el lugar donde estuvo situada la Livraria Monteiro, lugar del encuentro Pessoa-Nogales

Lisboa, años veinte, un poeta maldito español y un poeta portugués en el que empiezan a nacer las mayores originariedades y originalidades literarias del siglo se encuentran y se reconocen en una librería como interlocutores simbólicos del poeta maldito y el poeta que será sin saberlo grandioso, plural y eterno. El poeta contingente que para algunos queda reducido a humorista de vagón de tercera, espeleólogo del origen femenino del mundo (para decirlo con Courbert), viajero infatigable, estrambótico en su vestir y su proceder, seriamente absurdo, se reúne con el poeta serio que camina y camina por la Baixa entre oficinas donde sueña todos los sueños del mundo, donde viaja sintiendo por todos, en la pieles de otros, lejano de la sexualidad bulliciosa, próximo al amor dantesco. El encuentro de dos personajes tan diferentes y tan fascinantes desde sus diferentes circunstancias y perspectivas se nos antoja esencialmente literario, como literatura entretejida dentro de la literatura, como encuentro novelesco de personajes novelescos, como una paradoja quizá heteronímica.

El simbolismo de este encuentro nos deja entrever la existencia de tres tipos de hombres en relación con la literatura: aquellos que hacen, paren, engendran, crean literatura; aquellos que son literatura, personajes de sí mismos o de un dios juguetón que a veces es escritor mundano, y por último aquellos monstruos, mundos, universos hombres que hacen y son literatura, aquellos que son ellos mismos cuentos contando cuentos como diría el creador de los heterónimos. Pessoa pertenece a esta tercera categoría de esta triada sagrada, Nogales a la segunda y en buena medida su encuentro simboliza, quizá la síntesis total entre la creación literaria y la vida literaria, entre la literatura como oficio y la literatura como salvación vivencial, como necesidad biológica. La literatura como artesanía, la vida como literatura y la literatura como melancolía se unen en un acto simbólico sagrado en este encuentro, en esta historia mínima cuyo olvido es un error.

Es por ello que la afirmación de Wilde sobre la poeticidad de los poetas mediocres queda aquí demostrada. Hay poetas para quienes su obra es su vida y otros para quienes su vida es su obra y otros para quienes estas dos expresiones son redundantes como el binomio Literatura y Vida. El poeta mediocre vive su literatura, su poesía con la autenticidad de un niño y a veces el poeta grandioso que crea sin vivir su creación es un ser absolutamente gemelo del funcionario y el burócrata. En este caso un mal poeta para los que creen que la poesía sólo se escribe se encuentra con un universo literario no sólo creado sino vivido y pensado. El poeta malo es acusado de no distinguir lo verdadero de lo falso, de dejarse seducir por lo esencial de la apariencia y por eso es sumamente grandioso, casi tan grandioso como la gloria eterna e ignorada de la literatura. El poeta malo vive de su fantasía que le sirve para sobrevivir, el poeta que llaman bueno sobrevive y evoca supervivencia en los demás pero escribe para salvarse él. Los dos se salvan a través de la fantasía y la mentira literaria y por eso los dos triunfan. El triunfo es salvarse; el triunfo es aceptar la vida como literatura.

En este encuentro también trasluce lo ibérico, la profundidad simbólica, también, de ser uno de los pocos, si no el único junto a Vando Villar que frecuentó los dos núcleos literarios esenciales del modernismo ibérico entre La cacharrería y los malucos de Orpheu. Cómo no imaginar a Nogales trasportando las semillas de la amistad de Borges para Pessoa. Pessoa se encuentra con un español peculiar, un viajero, esperantista, teósofo y poeta que en España es considerado un humorista y un enajenado y que parece encontrar cierta consideración en Portugal, donde al menos se le concede una conversación interesante, una proximidad a Orpheu y un contenido teosófico. Esto es muy propio de la metafísica de lo ibérico, en España toman por loco a quien en Portugal creen alguien entusiasta.

Nogales, manifiesta un interés por lo portugués que no es común ni fue común en la época, a pesar de que los mirobrigenses atendieran los asuntos lusos y estimaran la República vecina. Que en estos momentos de modernismo literario sean personajes literarios considerados menores los que viajen a Portugal buscando la esencia lusa, que sean los que emprendan esa aproximación ibérica es por otra parte muy significativo. Son los actores secundarios los que se acercan a Portugal (exceptuando las aproximaciones de Ramón y Unamuno).

Un poeta tomado por loco, genialmente próximo a la manía, español, habla con Fernando Pessoa. No puede haber nada más literario.

Algunos llegados a este punto, pensarán que muchas de estas cosas aquí dichas sólo pueden ser mentira, pero si lo son, son de ese tipo de mentira (fictio) literaria que engrandece el teatro del mundo. Algo así sólo puede ser verdad o mentira que es ya lo mismo, pues como dijo Borges “la vida es apariencia verdadera”,24 la vida es ya literatura, y esta historia mínima aquí recordada nos lo confirma.

A veces pienso que este Nogales, a quien aquí recordamos conversando con Pessoa en un paseo por la Rua Áurea, quizá fue el heterónimo español olvidado del discípulo de Caeiro.

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11. Otra de las tarjetas de Nogales, posterior a las que recibió Pessoay donde nuestro amigo enumera sus habilidades y particularidades

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ciudad Rodrigo y sus hombres: Juan de Nogales, Modesto Pérez, Sucesores de Hernando, Madrid, 1918.

El Ateneo en su antiguo marco, Ramón Ledesma Miranda, Ateneo de Madrid, Madrid, 1961 (pp. 29-31).

Iván de Nogales, heteroclitorizado y efervescente, Juan Manuel de Prada en Desgarrados y excéntricos, Seix Barral, Barcelona, 2007, p. 223/ Clarín, n.º 5, 1996, pp. 35-40.

Nogales en “Pombo”, Ramón Gómez de la Serna, Visor, Madrid, pp. 148-149.

Nogales el humorista, en “La Sagrada Cripta de Pombo”, Ramón Gómez de la Serna, Visor, Madrid, pp. 363-369.

Nueces eroticolíricas, heteroclitorizadas y efervescentes, Juan de Nogales, Ed. del autor. Biblioteca Pinpilcamechautesca. 1921.

Nubarrones en la Sociedad Teosófica, Juan de Nogales Madrid, Imprenta Helénica, 1921.

El ateneo y su ambiente, en “Mi medio siglo se confiesa a medias”, César González Ruano, Renacimiento, 2004, p. 108.

Vida, humorismo y muerte de don Iván de Nogales, César González Ruano, Heraldo de Madrid, 9 de septiembre de 1929.

La Iberia, Semanario Independiente (Biblioteca virtual de Prensa Histórica).

Tierra Charra. Semanario Independiente (Hemeroteca digital. Biblioteca Nacional de España).

NOTAS

1 Sensacionismo e outros ismos, Fernando Pessoa, Lisboa, INCM, 2009, p. 331.

2 Ibid, p. 438.

3 António Pina Coelho refiere en su obra “Os fundamentos filosóficos da obra de Fernando Pessoa” Vol. I, p. 44 a Nogales junto a Crowley como autores con los que Pessoa mantuvo correspondencia. De la hipotética correspondencia con Nogales no tenemos pruebas al día de hoy.

4 La Sagrada Cripta de Pombo, Ramón Gómez de la Serna, Visor, Madrid, 1999, p. 369.

5 Correpondência (1905-1922), Assírio & Alvim, Lisboa, 1998, p. 181-83.

6 Rene Guénon (cartas a Arturo Reghini, 16 noviembre de 1924) Il Risveglio della Tradizione Occidentale, Edizioni Atanòr, Roma, 2003, p. 54.

7 Nubarrones en la S.T, Juan de Nogales, Madrid, Imprenta Helénica, 1921, p. 17.

8 Ciudad Rodrigo y sus hombres: Juan de Nogales, Modesto Pérez, Sucesores de Hernando, Madrid, 1918, p. 13.

9 Según consta en las noticias y actas municipales publicadas en La Iberia.

10 Enhorabuena, Editorial de La Iberia, 5 de enero del 1918.

11 Carta a La Iberia, Madrid, noviembre del 17.

12 Carta de renuncia del 9 de marzo del 18 La Iberia.

13 La Iberia, 17 de noviembre del 1917.

14 Ver Tierra Charra, 23-6 del 29.

15 Poemas de Cristobal de Castillejo, Linkua Ediciones, 2007, p. 60.

16 12 de octubre de 1912, La Iberia.

17 Crónicas luso-ilusas. Ridiculus Mus. Tierra Charra, 5 de febrero de 1928.

18 Op. Cit, Ciudad Rodrigo y sus hombres: Juan de Nogales, p. 15

19 Tierra Charra, 1 septiembre del 29.

20 Vida, humorismo y muerte de don Iván de Nogales, César González Ruano, Heraldo de Madrid, 9 de septiembre de 1929.

21 “He conocido al doctor Christian de Nogales, hijo del escritor Iván de Nogales, curiosísimo personaje del Madrid literario de 1920, a quien yo estimaba mucho”. Diario íntimo (1951-1965) César González-Ruano, Visor, Madrid, 2004, p. 416.

22 “César González Ruano, el lánguido de Estampa, biografía cruelmente a Iván de Nogales” Tierra Charra, 29 de septiembre del 1292, por Jacinto S. Vasconcellos.

23 Ramón –Cartas desde Portugal- en Pombo (op. Cit) p. 353.

24 Inquisiciones, Madrid, Alianza, 2007, p. 102.