EL PAIS. BABELIA | SABADO, 20 DE FEBRERO DE 2010
Isidoro Reguera
PETER SLOTERDIJK tiene la cabeza en el futuro o el futuro en la cabeza. Conoce la historia universal en todos sus aspectos, como ha demostrado espectacularmente en su magna trilogía Esferas (Siruela), pero su arqueología del saber no es museística, la atmósfera que crea en su derredor con su habla y escritos resulta como una inmersión en un panóptico de inteligencia, desde el que se atisba en todas direcciones el futuro, pergeñado ya de algún modo sobre el horizonte de una nueva oportunidad de grandeza para el ser humano. En ese sentido de futuro, y en tiempos de esfuerzo por la integración europea y global, ha sido importante y modélico su viaje a Extremadura. Sloterdijk ha pasado en Extremadura unos días en noviembre, invitado por la Fundación Ortega Muñoz a conocer esa tierra y escribir sobre ella, en el marco de una literatura de viajes con otro sentido, además, que el peregrinar libre y estético. Como otras regiones de España, la Extremadura que un día se abrió al mundo en ciertas condiciones, hoy quiere hacerlo de nuevo en otras. Al filósofo le interesaba sobremanera conocer la tierra prototípica de los esforzados descubridores del Nuevo Mundo, que iniciaron la «historia» en el sentido en que él la entiende: los quinientos años de irrupción europea en el mundo, ese proceso de medio milenio en que la imagen del mundo no era ya una esfera perfecta, como en la antigüedad filosófica y el medievo religioso, que recubría al ser humano como un caparazón de sentido, sino la del globo terráqueo imperfecto, que los europeos hubieron de descubrir y registrar tras una ardua empresa técnica de salida afuera (no es momento de valoraciones). Le sigue hoy una época poshistórica de espumas, estructuras lábiles, irreconciliables ya con sistemas de mundo unitarios e imperialistas. Con ideas como éstas y otras muchas, de las que ha escrito extensamente en sus obras, entre esferas, globos y espumas, Sloterdijk ha visitado Extremadura, enmarcándola en ellos mientras recorría sus paisajes, pueblos y ciudades, sus lugares de mayor proyección universal: Mérida, Guadalupe y Yuste. (En Yuste conoció muy de cerca la Academia Europea, una institución del mayor prestigio, que desde Extremadura honra a Europa entera). En Extremadura ha sentido, dice, por ejemplo, la profunda relación entre inmanencia y trascendencia. La trascendencia de mitos e historias de esta noble región, y la inmanencia de su apego al suelo y a la vida animal. Vida animal y natural exuberante, que tanto él como su mujer, Regina, adoran contemplar: «cerdos felices», campos de olivos y encinas, enraizados todos ellos en una naturaleza en gran parte todavía inviolada, que hace de esta tierra uno de los últimos reductos ecológicos y de vida humana en Europa. Sloterdijk quiere para Europa una segunda oportunidad, ahora como un «imperio soft», pacifista, ecológico, modélico en sus históricas consecuciones sociales, todo un ejemplo frente a otros aires que corren por el mundo. Creo que tras este viaje, Sloterdijk fue con perspectivas renovadas a la reunión que a continuación tuvo en Madrid sobre Valores españoles-valores europeos. Pensando el tema, paseó por Trujillo, buen escenario, contrastando su alta y poderosa figura de vikingo, melena rubia, con las viejas piedras tristes ese día por la lluvia, sumido en una niebla histórica evocadora, confrontando todo su saber con la atmósfera surreal de un imaginario conmovedor de fantasmas que todavía trasiegan por las viejas casonas y dehesas de esta tierra. Veremos qué escribe de ellos, entre sus esferas, globos y espumas.
Peter Sloterdijk (Karlsruhe. Alemania. 1947) acaba de publicar Ira y tiempo. Traducción de. Miguel Ángel Vega y Elena Serrano. Siruela. Madrid. 2010. 292 páginas. 26 euros.
Isidoro Reguera es traductor de la trilogía Esferas. de Peter Sloterdijk. y autor de la biografía Jacob Böhme (ambos en Siruela).