ORTEGA MUÑOZ VIVIA DENTRO DEL CUADRO

Fundación Ortega MuñozPrensa

Hoy

HOY | SABADO, 15 DE ABRIL DE 2010

José Corredor- Matheos, Premio Nacional de Poesía 2005, ha presentado un trabajo sobre el pintor de San Vicente de Alcántara

Mercedes Barrado Timón

Sigue viajando a pesar de que la crisis ha reducido el nú­mero de intervenciones que solía realizar por toda la geografía nacio­nal. Prefiere el tren al avión, aun­que utilizó este último para llegar a la capital pacense desde Barcelo­na, donde ha vivido casi toda su vida. En Extremadura había esta­do en varias ocasiones, una de ellas para leer su poesía, invitado por el Aula Díez-Canedo. Ha cumplido 80 años haciendo aquello a lo que siempre se ha dedicado: escribir so­bre temas variados que giran de for­ma habitual en torno a la cultura, al arte, la arquitectura, la pintura o la poesía y que ha plasmado tanto en periódicos como en decenas de libros. José Corredor Matheos (Al­cázar de San Juan, 1929) traductor y crítico, poeta galardonado en 2005 con el Premio Nacional de Poesía por su obra ‘El don de la ignorancia’ estuvo ayer en Badajoz presentado un libro hecho a instancias de la Fundación Ortega Muñoz y la Jun­ta de Extremadura que versa sobre la figura del pintor extremeño y se titula ‘Godofredo Ortega Muñoz: una pintura pura, una realidad transparente’. En algún lugar de sus obras completas figura un soneto que Corredor Matheos dedicó al pintor de San Vicente de Alcánta­ra, del que fue amigo y al que tiene por uno de sus artistas predilectos.

-Para mí, Ortega Muñoz es una cumbre de la pintura no sólo espa­ñola y es un pintor que siendo realista es también abstracto. Al prin­cipio tuvo una etapa completamen­te realista pero, en la madurez, lle­gó a un momento en que prescin­de de todo lo que no fuera esencial y nos da unos paisajes en los que se reconoce una zona determinada pero al tiempo son de una gran abstracción porque son de una gran pu­reza. Eliminó todo lo contingente y accesorio, lo que es propio de una visión cotidiana. En la visión cotidiana, nosotros vemos las cosas en su apariencia, obsesionados con los asuntos de cada día y sin detenernos a contemplar con profundidad las cosas. El artista se detiene ante la realidad y la ve con una profun­didad que él mismo no puede uti­lizar en la vida cotidiana.

– Ortega era un poco como esos di­rectores de película de los que se dice que siempre hacen la misma.

– Eso le pasa a Kafka, a Rothko y otros artistas, que parece que pin­tan lo mismo pero no es tal y la di­ferencia es que en cada cuadro el artista ha seguido ese camino interior de la creación, metido tanto en sí mismo como es necesario para meterse en el mundo. En la mira­da del artista, el velo que separa el mundo interior del exterior es como una membrana que en el momen­to de la creación se desvanece. El cuadro y el observador se funden.

– ¿Hay algún paralelismo entre esa forma de pintar de Ortega Muñoz y su propia forma de hacer poe­sía?, porque de usted también se ha dicho que ha hecho siempre una poesía esencial.

– Eso les pasa a todos los artistas, sólo que los instrumentos que tienen a su alcance son distintos en técni­cas y materiales. El artista percibe la realidad con los ojos y el poeta con el oído, porque no se puede ser poeta sin tener sentido de la músi­ca. Se dice de muchos poetas que te llega la música antes que las pala­bras y no es así en realidad, pero te llega como si la música y las palabras fueran la misma cosa. En el caso de Ortega Muñoz, no había dis­tinción entre el paisaje y él a la hora de pintar. En ese momento, él vive dentro del cuadro. Se dice que en pintura el pintor de retratos se au­torretrata. A veces, lo mejor del re­trato no es la cara, que está hecha para complacer a quien lo encargó y lo mejor son los ropajes. Ortega Muñoz tiene una mirada limpia y pura porque era así. Entre los cua­dros y el autor hay una relación que a veces hay que descubrir, pero Or­tega Muñoz era tan directo y tan natural que en la vida cotidiana era como sus cuadros, una persona sen­cilla, natural y limpia.

– En su tarea de crítico de arte, ¿si­gue encontrando muchas cosas interesantes?

– Digamos que cada vez con más di­ficultad. Hay gente buenísima, pero a veces quedan tapados por el ba­rullo, porque hay una confusión to­tal y se están vendiendo cosas que no son arte, sino que son provocaciones. En el arte, esa confusión está potenciada por el mercado, que vende lo que propone la publicidad. Tanto ésta como la televisión tra­tan de provocar, pero el arte es todo lo contrario. Ortega Muñoz es lo contrario de la provocación y no quiere convencerte de nada. Aho­ra, el arte quiere provocar y, si lo hace sin querer, puede ser bueno, pero si es provocación intenciona­da es una obra estéril.

– ¿Los medios de comunicación ayudan a detectar eso?

– Lo que se presenta generalmente a los medios es lo más provocador y ellos transmiten lo que ven. Esa es la noticia. Hoy hay confusión porque parece que arte puede ser cualquier cosa. Artista puede ser cualquiera si es capaz de serlo, pero no vale todo. Y cuando el tiempo sople sobre las cosas quedarán Or­tega Muñoz y otros que formaron parte del barullo, pero que eran bue­nos. Yo no estoy contra las tendencias, porque el verdadero creador siempre puede hacer cosas grandes. Un happening puede conseguir co­sas buenas porque ha habido bue­nas perforrnances, pero ¿cuántas? Las que tenían un creador grande detrás.

– ¿Ha seguido el desarrollo del Meiac?         .

-Lo había visitado porque vine aquí a leer poesía. Me llevé un gran re­cuerdo porque los chicos habían es­tudiado muy bien el tema.

– ¿Qué tal se le da leer los poemas propios en público?

– Como hago muchos ‘bolos’… Aho­ra hay menos por la crisis y ese es uno de sus efectos positivos des­pués de tantos negativos, porque yo hacía tantos viajes al mes que quedaba hecho polvo. Ya he cum­plido los 80 Y los ‘bolos’ eran per­niciosos para mi salud.

– ¿Sigue escribiendo poesía cada día?

– La poesía se escribe cuando ella quiere, no cuando quiere uno.

– Ha dicho en alguna entrevista que nunca ha tenido prisa para la poesía.

– No puedes tenerla. Ortega Muñoz tampoco tenía prisa para pintar. La prisa es enemiga del arte y de vivir, porque hay que vivir el instante. El artista vive el instante y, cuando trabaja, el tiempo desaparece y te tiene que llamar tu mujer para decirte que la cena se enfría. Y escri­bes cuando tienes ganas.

– El Premio Nacional de Poesía ¿cambió su visión?

– De la poesía no, lo que pasa es que desde entonces la gente me hace más caso. Un premio es estupendo y yo se lo agradezco mucho al jura­do y hace que la gente te mire de otra manera. ¡Pero yo soy el mis­mo! Si te lo crees, lo del premio te perjudica, pero a mí me ha venido bien porque, cuando ya tienes mu­chos años, te das cuenta de lo re­lativo que es todo. Y el premio no puede envanecerte porque enton­ces te perjudica la poesía.

Sentirse como un pez en el jardín de Montserrat

José Corredor Matheos tiene la costumbre de, algunos días al año, visitar a los monjes de Montserrat con quienes com­parte tiempo, celda y comidas. Precisamente volverá allí en po­cos días. «Yo creo, pero no sé en qué» dice para explicar su vuel­ta permanente a este recinto religioso de cuyo museo es asesor. Suele ir allí con la intención de escribir, pero ya ha comprobado que a veces es mejor dejarse lle­var para que la poesía se haga presente. La especial atmósfera del monasterio ha asomado en numerosas ocasiones en sus versos y, de forma especial, en el libro publicado tras recibir el Premio Nacional de Poesía, titu­lado ‘Un pez que va por el jar­dín’. Ese jardín es el de los mon­jes, al que no llegan los turistas y donde hay dos estanques en medio del silencio. «El poema dice, soy un pez que va por el jardín, tan libre como un árbol, como un pájaro … », nos cuenta.

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Ortega Muñoz. Una pintura pura, una realidad transparente

Autor: José Corredor Matheos

Fundación Ortega Muñoz

Badajoz, 2007. 112 páginas.

Precio: 27 euros.

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