Fundación Ortega Muñoz,
la construcción de una experiencia

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HOY. TRAZOS | SABADO, 5 DE FEBRERO DE 2022

MARTÍN CARRASCO

Ha sabido ampliar los horizontes del artista extremeño, renovador del paisaje interior español

En la construcción de la memoria de Godofredo Ortega Muñoz (San Vicente de Alcántara, 1899 – Madrid, 1982) ha sido clave su “actualización” a partir de prácticas contemporáneas relacionadas con el arte y la naturaleza, como puedan ser las “caminatas” en nuestra región del artista inglés Hamish Fulton o el ensayo El reino de la fortuna del filósofo Peter Sloterdijk, “un comentario indirecto a cuestiones españolas-extremeñas”.
Novedad. No debemos olvidar que para la crítica el artista extremeño es el renovador del paisaje interior español, como ya observara en 1952 de manera tan atinada Eduardo Llosent y Marañón: “Toda la obra de Ortega Muñoz imprime una sensación de novedad a las más viejas apariencias”. Y es que Godofredo había interiorizado su pensamiento plástico, reflejándose en otros -los “suyos”-, “Yo creo que la pintura moderna ha logrado sus mejores expresiones por el camino de la espontaneidad y la inocencia (…) La razón de que los primitivos italianos -Cimabue, Giotto, Tadeo Gaddi- queden más cerca de un pintor moderno que los maestros del Renacimiento, es porque aquéllos murieron sin perder la inocencia, la prístina pureza del oficio. Y eso es lo que nos cautiva ahora: la pureza, el hacer inocente. La espiritualidad, en una palabra”. No cabe, como digo, mejor reflexión sobre su propia estética. Estamos ante un creador que no recuerda a otro, verdaderamente singular, y eso en arte es mucho. O todo.
Fundación. En esa eficaz actualización de la memoria del artista extremeño tuvo mucho que ver Antonio Franco, que siendo director del MEIAC le organizó una gran retrospectiva allá por el año 2004, además de propiciar junto a Clemente Lapuerta, sobrino de Godofredo, la creación de la Fundación, convirtiéndose en su alma mater. En el ánimo de Antonio Franco siempre estuvo esa idea tan suya de “recuperar y, al mismo tiempo, crear memoria”. Como sucede en la muestra del naturalista de origen extremeño Eduardo Hernández- Pacheco. Elementos del paisaje. Fotografías 1907-1950 que, en la inauguración de la Peña del Arcipreste de Hita, cantor de la Sierra de Guadarrama, dijo: “el monumento que hoy presentamos es de estilo nuevo (…) Tienen los monumentos artísticos, con sus estatuas, obeliscos y lápidas, algo de muerto y de funerario; los monumentos naturales, no, porque la naturaleza es vida siempre renovada, en perpetuo cambio y en evolución continuada y eterna”. Antonio supo ver la modernidad de este gesto, y escribió en el catálogo, “conscientes, tal vez, de que declaraciones semejantes (…) abrían un espacio inédito desde ese punto de vista a la especulación estética” … Tal y como se ha visto con posterioridad en muchas conceptualizaciones artísticas en torno al paisaje.
Trapiello, Cerveira, Krasznahorkai… En esta misma línea creadora de memoria debemos enmarcar otros proyectos, así el Blog “Arte y Naturaleza”, dirigido por el teórico António Cerveira Pinto, la muestra Fragmentos de un viaje, del fotógrafo gallego Manuel Vilariño, o la publicación del libro El último lobo, del escritor húngaro László Krasznahorkai, a raíz de una estancia en Extremadura, todos ellos invitados por la Fundación. O el bellísimo facsímil Del otro lado, a cargo del escritor André Trapiello, que recoge una treintena de dibujos apenas abocetados. Todo un hallazgo. “Un realismo -sugiere Trapiello- que tiene mucho de abstracto, como abstractos son siempre los sentimientos, por intensos que sean, si son hondos, si expresan estas tes eses de donde nace siempre, en el ser humano, el agua salvífica del arte: el silencio, soledad, serenidad”.