HOY. TRAZOS | DOMINGO, 23 DE NOVIEMBRE DE 2008
Hasta el 25 de enero de 2009 podrá verse en la Fundación César Manrique la exposición ‘El mar absoluto. Ortega Muñoz y Lanzarote’, que presenta por primera vez en Canarias la práctica totalidad de las obras realizadas por el artista extremeño sobre el paisaje de las islas.
Alfredo Taján
El paisaje universal que puso en pie Godofredo Ortega Muñoz, se concibe, esencialmente, como un símbolo lúcido por contradictorio; un signo plástico de inquieta clasicidad despojada de poses superfluas. Ortega Muñoz utilizó sus pinceles en, y desde, los extremos: representó lo frágil sin quebranto, la aridez del agua, la nieve de arena, la arena de hielo, la rudeza de un mundo olvidado y, sin embargo, aún, siempre, de hondo presente; en los paisajes de Ortega Muñoz los océanos son de granito, los verdes son celestes, los celestes adquieren la textura de un sólido granate; en definitiva, el antónimo de la representación plástica se convierte en un rotundo sinónimo invertido: donde el silencio se oye más que un grito, donde el destino es un juego de espejos, laberinto de campo seco, campo unamuniano, yerto, firme, de ahí su lirismo trágico, pero nunca dramático, donde la soledad brota como una ligera y desértica aprehensión que hiere la mirada y jamás cauteriza.
Abordar la extensa obra de Ortega Muñoz es navegar por un mar absoluto, total, mar donde el tiempo no marca la brújula ni el cuaderno de bitácora y las olas son moles de tierra con árboles resecos, donde la pintura es honda y compacta gravedad, concentrada presencia, isla sin retorno.
A finales de los años 60 el pintor extremeño visitó Lanzarote realizando a su regreso un extenso ciclo de trabajos que señalan un momento de plenitud en el conjunto de su obra. Una obra en la que el artista responde a la inspiración del paisaje con la verdad de una pintura que se dice con un lenguaje tenso y casi abstracto, cargada de significación y trascendencia, hecha de meditación y de silencio.