GODOFREDO ORTEGA MUÑOZ
El mar absoluto
FUNDACIÓN CÉSAR MANRIQUE.
Taro de Tahíche, Lanzarote, 13 de noviembre de 2008 a 25 de febrero de 2009
El 13 de noviembre de 2008, la Fundación César Manrique inauguró en su sede de Taro de Tahíche, la exposición El mar absoluto. Ortega Muñoz y Lanzarote, que se prolongó debido al éxito de visitantes, hasta febrero de 2009.
Organizada y producida por la FCM con la colaboración de la Fundación Godofredo Ortega Muñoz, la muestra, comisariada por Antonio Franco, reunió un conjunto de 12 piezas de Ortega Muñoz que mostró la mayor parte de las obras sobre Lanzarote pintadas por el artista.
Los cuadros reunidos procedían de diversas colecciones privadas y públicas del país y, entre otros museos del MNCA Reina Sofía, MEIAC y Museo de Cáceres.
El paisaje universal que puso en pie Godofredo Ortega Muñoz, se concibe, esencialmente, como un símbolo lúcido por contradictorio, un signo plástico de inquieta clasicidad despojada de poses superfluas. Ortega Muñoz utilizó sus pinceles en, y desde, los extremos: representó lo frágil sin quebranto, la aridez del agua, la nieve de arena, la arena de hielo, la rudeza de un mundo olvidado y, sin embargo, aún, siempre, de hondo presente; en los paisajes de Ortega Muñoz los océanos son de granito, los verdes son celestes, los celestes adquieren la textura de un sólido granate; en definitiva, el antónimo de la representación plástica se convierte en un rotundo sinónimo invertido: donde el silencio se oye más que un grito, donde el destino es un juego de espejos, laberinto de campo seco, campo unamuniano, yerto, firme, de ahí su lirismo trágico, pero nunca dramático, donde la soledad brota como una ligera y desértica aprehensión que hiere la mirada y jamás cauteriza.
El mar absoluto
Abordar la extensa obra de Ortega Muñoz, es navegar por un mar absoluto, total, mar donde el tiempo no marca la brújula ni el cuaderno de bitácora y las olas son moles de tierra con árboles resecos, donde la pintura es honda y compacta gravedad, concentrada presencia, isla sin retorno.
A finales de los años 60 el pintor extremeño visitó Lanzarote realizando a su regreso un extenso ciclo de trabajos que señalan un momento de plenitud en el conjunto de su obra, en el que el artista responde a la inspiración del paisaje insular –La Geria, higueras, huertas y muros agrícolas...,– con una pintura de lenguaje tenso y casi abstracto, cargada de significación y trascendencia, de meditación y de silencio. Sus composiciones, de cromatismo austero y tratamiento sobrio y depurado, dotan a su obra de una singularidad inconfundible que empezó a trasladar primero a sus pinturas inspiradas en las tierras desnudas de Extremadura y, posteriormente, en las de La Rioja y Canarias.
Con motivo de la exposición, se editó un catálogo de 120 páginas con textos críticos de Jesús Aguado, Estrella de Diego y Alfredo Taján, que fue co-producido por la Fundación Ortega Muñoz
El mar absoluto