Salvador Nadales

Fundación Ortega MuñozConversaciones

Conversación con
JOSÉ MANUEL BALLESTER

REFERENCIAS CRUZADAS: ESPACIO Y TIEMPO.

agosto, 2023


Desde la década de los noventa del siglo XX he seguido la trayectoria de José Manuel Ballester y siempre me ha interesado su manera de mirar el espacio, desde su conciencia, que nos interpela al visualizar su obra fotográfica. Para este proyecto, Ballester ha explorado y revisitado numerosos entornos naturales de Extremadura, Castilla-León, La Rioja y sus parajes de viñedos o las plantaciones de higueras y muros agrícolas en Lanzarote para redibujar con su mirada el paisaje de Godofredo.
Son numerosos los proyectos que han trabajado desde los años ochenta en un diálogo entre los medios pictóricos y fotográficos y la permeabilidad entre éstos. La fotografía contemporánea ha sido, desde hace décadas, considerada por algunas voces la nueva pintura. ¿Qué ocurre cuando unimos dos miradas y ambos medios técnicos en una misma exposición?
Este proyecto establece un diálogo a través de la belleza y quietud de las fotografías de Ballester y una selección de los parajes silenciosos y solitarios de Godofredo Ortega Muñoz, que alberga la Fundación, con el objetivo de funcionar como una suerte de diario visual de los dos creadores, en relación con su actitud ante el paisaje.

SN. Comencemos por el principio, hablando de tus orígenes como pintor y de tus primeras expresiones artísticas en torno al paisaje pictórico que realizaste a mediados de los años ochenta. ¿qué te interesaba expresar en ellos? ¿Cuál ha sido tu relación con la tradición de la pintura de paisaje?
JMB. En mis primeros años de formación y sobre todo en mis primeros trabajos personales tenía un gran interés por el paisaje desde una perspectiva neorromántica, muy cercana al paisaje centroeuropeo del siglo XIX: lugares montañosos, acantilados, bosques y árboles entre los que destacaban significativamente los cipreses. Todos ellos recreaban escenas idílicas, soñadas. Proyectaba en ellos estados de ánimo de nostalgia y melancolía muy acorde al espíritu romántico alemán.

SN. ¿Cómo descubriste el trabajo de Godofredo Ortega Muñoz y qué aspectos de su poética visual te inspiraron para este proyecto?

JMB. Conocí el trabajo de Godofredo en un primer momento a través de catálogos de subastas donde periódicamente aparecían algunos de sus paisajes, pero, en muy pocas ocasiones, he tenido la oportunidad de ver su obra en directo. A través de esas reproducciones se podía vislumbrar una gran personalidad y carácter en un estilo muy personal y atemporal fuera del circuito y que ejercía como uno de esos solitarios del arte que son difíciles de encajar a la hora de buscarle un espacio en la historia del Arte.
Pero ha sido a través de la invitación de Javier González de Durana y de la Fundacion Ortega Muñoz para participar en este proyecto, lo que me ha permitido profundizar de lleno en su iconografía y explorar la gran intensidad de su trabajo dentro de unos parámetros muy rotundos y sobrios en su concepción de la pintura y de los temas que escogió a lo largo de su vida. Conceptos que muy pronto vi que tenían mucho que ver con los míos y encontré en seguida motivos de diálogo al pasear por los paisajes que pintó y más que retratar lo que hizo, fue compartirlos en clave de dialogar con su obra recorriendo los mismos lugares que él previamente sublimó a través de su personalidad.

SN. ¿Cómo empezaste a interesarte por las cuestiones paisajistas, rurales y de la España vacía?

JMB. El paisaje rural hasta ahora lo había desarrollado en contadas ocasiones y en esta exposición hay unos ejemplos claros de ellos que, además, sorprendentemente tienen muchas referencias al paisaje de Ortega Muñoz, como ahora se puede comprobar en estos diálogos establecidos. Por ejemplo, los campos de trigo de Castilla o las extensiones de viñedos del norte y del sur de España donde las monocromías y las perspectivas elegidas se acercan mucho a los paisajes de Godofredo, aunque en mi caso haya recurrido al formato panorámico.

SN. Hablemos del proceso creativo, que nos ayudará a percibir tu obra

JMB. Mi formación como pintor me hace tener una actitud ante la realidad de captarla en su esencia e intentar que los temas elegidos funcionen como un universo donde estén presentes aspectos trascendentales sobre cómo entender la vida de forma que la instantánea que te exige el proceso fotográfico quede lo más diluida posible. Más que retratar un instante siempre he pretendido retratar una actitud. Mis fotografías no pretenden captar un momento puntual, su hora concreta o las luces y sombras de un instante.

SN. ¿Qué ocurre entre la creación mental de la idea o concepto y el resultado final?

JMB. Confluyen muchos aspectos. Por un lado, está el guión inicial que atiende a una intención determinada, a un tema escogido, a una propuesta o incluso a un encargo y en el proceso surgen encuentros, hallazgos, incluso accidentes afortunados no previstos que van modulando el trabajo y, por tanto, el resultado final es la suma de todo un proceso de reflexiones y búsquedas.
En esta ocasión, el inicio parte de un encargo que considero afortunado en la medida en que su promotor Javier González de Durana, en su propuesta, ya imaginó y que el diálogo entre la obra de Ortega Muñoz y mi trabajo podía tener sentido como creo que así ha sido. El resultado de mis paisajes, en sintonía con los de Ortega Muñoz, ha sido muy estimulante para mí.

SN. ¿Qué esperas del espectador en el momento de ponerse ante tu obra? ¿crees que el tiempo y el lugar desde dónde se observan influyen en la dialéctica que se establece entre la obra y la persona que la observa?

JMB. Creo que mi trabajo es una invitación que pretende centrar la atención en aquellos aspectos de la vida que me interesan y que, sobre todo, me afectan: el paso del tiempo, la grandeza de la naturaleza en sus múltiples manifestaciones, tanto en el contexto natural, donde la intervención humana se hace visible, como en el de las grandes ciudades; y los procesos transformadores realizados por los distintos modelos sociales que hemos sido capaces de desarrollar. Todas esas huellas que vamos dejando a nuestro paso, resultado de nuestras pasiones y frustraciones.


SN. ¿Qué rol juega la parte más estética o sensitiva de tu obra frente a la parte más conceptual?

JMB. La parte estética en el lenguaje visual se nutre de una gramática visual. De técnicas e instrumentos que rigen su orden interno y que permiten trasmitir las emociones y actitudes deseadas por cada artista, quien ha de tener la capacidad de elegir las más adecuadas para su propósito y llegar al espectador con la mayor precisión posible. Luego depende de su buen uso y conocimiento de tales herramientas para despertar las emociones deseadas por cada creador en el espectador.
También se puede dar el caso de expresar tus inquietudes sin pensar en el espectador y entender la obra como una pura manifestación personal que ratifique tu posición en la vida y en el mundo en el que vives. Por tanto, no se pretende una respuesta por parte de quien pueda contemplar la obra posteriormente y se entienden todos los argumentos como un desafío estrictamente personal que no persigue respuesta o reacción externa de nadie, sino únicamente la estrictamente personal e individual.
Creo que ambas opciones suelen concurrir con frecuencia desde el momento que ni sabes quién puede contemplar tu trabajo y a quien va realmente dirigido, quedando fuera de tu control su repercusión. La obra adquiere una identidad propia que puede ser, incluso, ajena a la voluntad inicial del artista.

SN. Somos capaces de reconocer el paisaje de tus fotografías dado que nos parece haberlo visto anteriormente en los cuadros del pintor que permanecen en el imaginario de los historiadores de la pintura española de mediados del siglo XX ¿Cómo intentas transmitir la esencia del paisaje de Ortega Muñoz a través de tu fotografía?

JMB. Al pasear por los parajes que el artista solía frecuentar, contaba con mi memoria en torno a su obra de forma que centré mi atención en aspectos esenciales de su trabajo. Más que en pretender calcar o reproducir sus pinturas en clave fotográfica, mi pretensión ha sido compartir mi posición ante el paisaje con la suya y, sorprendentemente, he encontrado muchas similitudes.
Otro aspecto llamativo es la vigencia de sus composiciones y que, a pesar del tiempo transcurrido y de los profundos cambios que han tenido lugar en el contexto del mundo rural y de lo que ahora llamamos la España vaciada, aún sigue muy presente su visión de aquellos espacios representados.

SN. En cada uno de tus proyectos exploras y experimentas con una actitud inquieta y una curiosidad que te lleva a una perseverante investigación. También suele caracterizarte en tu práctica artística una vital búsqueda interior. ¿Podrías hablarnos de ello durante esta experiencia creativa?

JMB. Hacer visibles emociones y sensaciones, a través de representaciones de objetos o detalles de estos, es otra característica que compartimos Godofredo y yo. Proyectamos estas emociones sobre los objetos o elementos que destacamos, y atribuyéndoles propiedades especificas cercanas a lo filosófico o metafísico, en un afán de trascender al utilizarlos como vehículos de expresión.

SN. Conozco tu gusto por la idea del archivo y la consulta de fuentes documentales de cada uno de los trabajos que abordas. Háblanos de la importancia del proceso previo de investigación en tu trabajo.

JMB. Siempre puede ser muy útil tener unas premisas o, incluso, un guion previo que te permita conducirte por el desarrollo de una idea o de una serie. Pero no pretendo que se convierta en una atadura que me condicione constantemente, sino que funcione como un impulso que me lance a encontrar en un camino abierto y no ceñido. Se producen muchos encuentros sorprendentes, no previstos, que también son resultado de esa búsqueda y exploración inicial.

SN. Cuando tuve ocasión de mirar las primeras imágenes de este proyecto, observé numerosas similitudes con la pintura de Godofredo en el tratamiento del espacio: paralelismos en líneas, planos y geometría, en la simetría compositiva o en el empleo de la luz y el color, etc. Es la misma actitud observadora y silenciosa. ¿Cuáles son los rasgos del paisaje de Godofredo que más te llamaron la atención y por qué?

JMB. La geometrización perseguida en sus composiciones me resultaba muy familiar. El hecho de seleccionar aspectos geometrizantes, propios de la mano del hombre sobre el paisaje -sobre todo los trazados fruto de la actividad agrícola-, es un leitmotiv de la obra de Ortega Muñoz. Por otra parte, su geometrización recuerda a intervenciones de artistas que han trabajado en el contexto del land art. Esas confluencias me han interesado y he centrado mi atención también en ellas.

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SN. En algún texto de hace algunos años, declarabas “… si no podemos cambiar el mundo, al menos podemos cambiar nuestra manera de verlo”. ¿Como crees que tus fotografías nos interpelan e invitan a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con la naturaleza? ¿hay alguna intención de insinuar una reconciliación con el medio rural?

JMB. Resulta muy atractivo como herramienta de trabajo en el contexto artístico. Si el arte sirve para algo es precisamente para ayudarnos a entender la realidad que es un primer paso que, posteriormente, nos puede permitir actuar sobre ella en consecuencia. Así que tiene un gran potencial. Hay un proverbio chino que dice “según crees así ves”, pero, por otra parte, también es válido “según ves así crees”. Estas dos actitudes o direcciones pueden funcionar únicamente en el mundo del arte.
En cuanto a una reconciliación con el medio rural, además de la evidencia de la problemática que supone la España rural vaciada, existe una nueva necesidad de buscar diferentes planteamientos que se ajusten a reformular la vida en el campo: explorar otras alternativas desde la óptica de un nuevo ecologismo con la intención de encontrar una mejor sostenibilidad en la que el mundo rural pueda volver a alcanzar un gran protagonismo.

SN. Tu más reciente proyecto expositivo De arboris perennis, en el Real Jardín Botánico de Madrid, se plantea como un homenaje y un reencuentro con la naturaleza. Es una propuesta con la que buscas llamar la atención sobre nuestra relación con el medio ambiente. Hay rasgos en estas imágenes inspiradas en los parajes de Ortega Muñoz que en mi opinión subrayan esta relación del ser humano con la naturaleza y el medio ambiente. ¿Qué quieres visibilizar a través de este proyecto?

JMB. Efectivamente, el proyecto encargado por la Fundación Ortega Muñoz enlaza muy bien con mi proyecto De arboris perennis y, por tanto, ambos permiten acercarse a la problemática medioambiental actual que cada vez está más presente.

SN. Tu mirada a la obra de Godofredo incorpora una visión desde la contemporaneidad a los paisajes atemporales del pintor extremeño, probablemente al formular interrogantes propios de nuestra época. ¿Qué podríamos ver en tus fotografías que a veces, pasaríamos por alto al contemplar los parajes de Ortega Muñoz?

JMB. Creo que un aspecto importante sería la dimensionalidad de los espacios. En la pintura de Godofredo está todo comprimido y concentrado dentro de los formatos que solía escoger y en mi caso es todo lo contrario: buscan la expansión y por lo tanto se mueven dentro de formatos panorámicos; sus obras se someten a fuerzas magnéticas de concentración y en mi caso es todo lo contrario.

SN. Tanto en la obra paisajística de Godofredo como en tu práctica fotográfica destaca, entre otras muchas referencias cruzadas, la ausencia de la figura humana con espacios despojados de los paisanos que las habitan, pero dejándose sentir sus huellas. De hecho, una de tus líneas preferentes de investigación podríamos describirla como “experimentos con el vacío”. Un vacío que actúa como elemento dinámico y clave en tu práctica, y, en concreto, en tu serie Espacios ocultos con el tratamiento de imágenes y la desaparición de seres humanos y animales de obras maestras de la pintura. Ello pone de relieve los fondos de paisaje y acentúa el potencial del vacío.
¿Qué conexión podrías establecer entre esta línea de exploración y el vacío y silencio intrínseco del paisaje de Ortega Muñoz?

JMB. Hay, indudablemente, una coincidencia en la desaparición de personajes aunque con propósitos muy diferentes. En las obras de Godofredo, el pintor parte del principio inicial de eludir la presencia humana en sus pinturas, mientras que mi intención sostiene una base conceptual en el proceso de vaciado, consecuencia de múltiples reflexiones en torno al Arte, a su evolución a lo largo del tiempo. Considero que ambos nos hemos centrado en las huellas dejadas por el hombre más que en las acciones concretas que han ido configurando esos paisajes. Sin embargo, hay otras coincidencias con la obra de Godofredo, el fuerte carácter metafísico y simbólico de nuestras composiciones.
Por ello, me ha parecido muy oportuno incorporar, en esta serie de diálogos, una pequeña obra del repertorio clásico que pertenece a mi serie de espacios ocultos y en la que, una vez desnudada de su narrativa y vaciada, encontramos gran similitud con el paisaje de Godofredo. Se trata del Maestro dell’Osservanza, un pintor italiano del siglo XV que actualmente está en el Museo del Louvre, si bien existe otra copia en el Metropolitan Museum de Nueva York.

SN. En la obra del pintor extremeño apreciamos una elaborada reflexión sobre el valor de lo elemental. De hecho, aborda el mundo rural con extrema y desnuda sencillez, con formas simples y una gama cromática terrosa que caracteriza su pintura, cargada de trascendencia, meditación y silencio. Estos son tres elementos que, en mi opinión, también definen tu trabajo que, fruto de una intensa búsqueda interior, conectan con tu mundo íntimo. ¿Estás de acuerdo?

JMB. Comparto todos los aspectos que mencionas, si bien existen otros puntos en común entre ambos. La desnudez, el silencio o la trascendencia pertenecen ampliamente a mi repertorio habitual.

SN. Tu obra fotográfica se ha considerado pictórica, con alusiones recurrentes a tu trabajo como pintor; en este proyecto se observan, además, ciertos signos que evidencian que no te has limitado a reflejar la realidad objetiva, ya que apreciamos el lado más poético, emocional e incluso intangible de esa realidad. ¿Cuál sería el motivo principal?

JMB. He aprovechado ciertos recursos propios de la pintura para aproximarme al trabajo de Ortega Muñoz, por ejemplo, alterando la gama cromática original de algunas de mis fotografías para acercarme al aspecto onírico y plástico de sus pinturas, como una técnica más que pudiera establecer un diálogo más estrecho entre ambos.

SN. Ya que has mencionado el uso de elementos digitales en tu obra fotográfica, ¿qué papel han desempeñado en este proyecto?

JMB. Para este proyecto en concreto no ha sido necesario recurrir a herramientas sofisticadas dentro del contexto digital ya que la simplicidad, pureza y rotundidad de la obra de Ortega Muñoz no lo requería y, además, como no se trataba de imitar aspectos o caracteres propios de su estilo, no eran en absoluto necesarios. Solo ha bastado algunos ligeros retoques o matices para dialogar con la pureza de sus obras.

SN. De hecho, la sociedad actual está marcada por la tecnología, una herramienta que tú integraste en tu obra hace tiempo, ¿qué opinas de su creciente influencia en nuestras vidas? ¿y del uso de esta herramienta por la comunidad artística? ¿crees que internet aporta posibilidades reales de intercambio de conocimiento y de cambio social?

JMB. No sólo internet va a ser mucho más relevante, sino que la incorporación de la inteligencia artificial puede poner en cuestión la propiedad intelectual y exigir una profunda reflexión sobre el concepto de creación en el Arte. Si a esto le añadimos la gran diversidad de mecanismos de difusión de cualquier actividad cultural tenemos muchos nuevos retos que afrontar. Ahora mismo podría realizar composiciones nuevas que pasarían por ser de Ortega Muñoz al presentarse con todos los atributos que definen su pintura. De hecho, he realizado un collage digital a partir de varias obras suyas para crear otro Ortega Muñoz que pudiera, perfectamente, haber pintado él y que en realidad no es de su autoría.
Ya he realizado esta experiencia anteriormente en mi trabajo titulado El bosque de Giotto, donde presento bajo la apariencia, factura y todos los atributos que definen el estilo de este artista florentino, composiciones creadas por mí y que, por lo tanto, no existen como originales de Giotto, aunque tengan toda su apariencia.
Hoy en día, se puede replicar la obra de cualquier artista y recrear composiciones imaginarias que podrían haber sido realizadas por ellos.

SN. ¿Sería el equivalente contemporáneo a la cultura de masas?

JMB. Tiene muchos aspectos en común y uno de ellos es el de entender los contenidos como una forma de consumo, un consumo de usar y tirar que viene acelerado por la inmediatez y la facilidad de crear contenidos al alcance de todos. Es, tal vez, el aspecto que más incide en la forma de relacionarnos con el arte, tanto en el entorno de la creación como en el de la difusión de dichos contenidos, que está obligando a los museos, colecciones e instituciones culturales a adaptarse y reinventarse dentro de este nuevo contexto.

Resulta también muy significativo, el protagonismo que cada día va adquiriendo el lenguaje visual en el que el acceso universal a la fotografía y al vídeo se ha incrementado exponencialmente y cómo se ha creado un nuevo género de comunicación, cada vez más ligado a un mundo virtual y ficticio, que está generando una multirrealidad ajustada y orientada a las necesidades personales de cada uno.

SN. Para finalizar José Manuel, ante la infinidad de opciones del paisaje como medio de expresión en la era de las redes sociales ¿cómo encuentras el equilibrio entre la exploración de nuevas posibilidades y la búsqueda de un lenguaje distintivo?

JMB. Existen tantas propuestas que podemos encontrar un vasto continente visual de opciones relacionadas con el paisaje en todas sus variantes y más si cabe con la incorporación de herramientas como Instagram que se aproximan a un mundo ilimitado de imágenes. Muchas veces me planteo navegar y encontrar o tratar de llegar hasta el fondo de la red, pero resulta interminable e inabarcable.
Cada vez va a resultar más difícil mantener un carácter y una personalidad en los trabajos presentados que difieran con una identidad personal y resulten tener una voz propia como ocurre con la obra de Ortega Muñoz que tiene la propiedad de originalidad garantizada. En el caso de la fotografía resulta aún más complejo por la propia naturaleza y mecanicidad del medio.



Saber pintar o fotografiar con honestidad no es algo demasiado difícil en nuestro país, de tan larga y variada tradición plástica, pero hacerlo con coherencia, sabiendo lo que se quiere crear y lo que se persigue transmitir ya es algo distinto. Es en esa segunda premisa donde debemos situar tanto a Godofredo Ortega Muñoz como a José Manuel Ballester.
Al observar este diálogo abierto entre la obra de los dos creadores, podemos concluir que comparten numerosas similitudes en el tratamiento del espacio y la composición, si bien lo más relevante es que participan de una misma posición ante el paisaje, de apariencia inagotable en ambos. Además, se trata de un homenaje a la pintura de Ortega Muñoz realizado con la fotografía de Ballester. Asimismo, uno y otro son plenamente conscientes de que la naturaleza no nos pertenece, sino que somos parte integrante de ella.
Ahora solo queda dejar en manos del observador que complete la obra y extraiga sus propias ideas y conclusiones.