Gunnar Ekelöf

Fundación Ortega MuñozConversaciones

Conversación con
Francisco J. Uriz.

En diferido,
Gunnar Ekelöf

Selección de Francisco Javier Irazoki
Traducción del autor


Una entrevista me pide hacer Antonio
y en mi vida me he visto en tal aprieto
Ya diréis cómo salgo del entuerto
que es el hacérsela en vivo a un muerto.

Mantengo esta conversación con uno de los grandes poetas nórdicos del s. XX, Gunnar Ekelöf, fallecido en 1968. Es decir, converso con la autobiografía del poeta, cincuenta años después de su muerte. El diálogo nos deja apuntes que desvelan su personalidad artística, lo que es el fin de toda entrevista

Usted nace en el seno de una familia acomodada y sin embargo se califica de autodidacta. ¿Qué motivos hay para ello?
Siempre he sentido estar al lado de los autodidactas y quiero considerarme autodidacta a pesar de mis exámenes aprobados o suspendidos. Lo que realmente he aprendido lo he aprendido en una especie de legítima defensa contra lo que querían meterme en la cabeza.

Pero usted tiene estudios universitarios …
No soy autodidacta en el sentido en que lo son los escritores proletarios. Pero siempre me he encontrado a gusto entre ellos sin pertenecer a su grupo. El autoaprendizaje parece haber implicado para ellos lo mismo que para mí: es decir, una reconsideración personal.

Es bien conocida la relación que tuvo usted durante la escritura de su primer poemario sent på jorden con la obra de Stravinski La consagración de la primavera. ¿Ha seguido teniendo la música influencia en su obra?
La música es lo que más y mejores cosas me ha dado. La primera vez que oí una auténtica orquesta de cuerda fue en alguno de los últimos años de la guerra mundial, en un cine grande, creo que era el Röda Kvarn, y yo iba en compañía de mi tutor. La “triste “ música me hizo una impresión tal que durante bastante tiempo me negué, por una especie de miedo, a asistir a conciertos cuando se presentaba la ocasión. La música me obligaba a imaginarme las cosas más atroces: que yo estaba totalmente solo en la vida, raptado o perdido, y no tenía sitio al que escapar — era la ingenua reacción de un oído inexperimentado en una edad en la que uno objetiviza involuntariamente todos los fuertes sentimientos, de alguna manera se los explica a sí mismo, los ejemplifica, los provee de un argumento imaginado.

También ha hablado en numerosas ocasiones de su relación con la mística, especialmente con el sufismo.
Era sobre todo la mística lo que me atraía durante aquellos años de paulatino despertar y los místicos jóvenes son bastante más molestos y raros que cualquier místico anciano. Llegué a sentir asco por Europa y la cristiandad y, durante las oraciones matinales de la escuela, aprendí a murmurar el mantra budista Om mani padme hum como protesta. No encontré justo lo que buscaba hasta que me topé con El intérprete de los deseos, (Taryuman al-ashwaq) de ibnʿ al Arabī, que durante largo tiempo fue mi libro de cabecera. Fue en él y no en otro lugar donde aprendí lo que quiere decir significa surrealismo y simbolismo.

¿Fue entonces cuando empezó a escribir?
Hasta entonces no había tenido una idea definida sobre la creación artística, quizá había copiado un poco en el estilo de a ibn al-Arabi y acariciado ciertas aspiraciones musicales. Pasé un verano sentado junto a mi ventana abierta oyendo el rumor del río Dala y comentando mi querido Taryuman y por las tardes me paseaba con él en el bolsillo. Una tarde tuve una vivencia que casi debo caracterizar como una especie de éxtasis. Cayó sobre mí como un relámpago y recuerdo que de regreso a casa iba haciendo algunas eses. Como suele pasar en parecidas ocasiones yo tenía una orquesta completa tocando detrás de mí y yo entraba bien con un instrumento, bien con otro. Luego aquello se convirtió en un poema, mi primer poema más o menos independiente, y está en mi poemario, Sorgen och stjärnan, estúpidamente reelaborado, junto a lo mucho que contiene ese libro de valores afectivos embellecidos.

¿Tuvo usted algún maestro o algún método que le ayudase en la creación?
Animado por el examen y reconsideración general estético que tenía lugar a mi alrededor decidí empezar desde el principio con las palabras. Caí en la cuenta de que no sabía nada. Cogí las palabras una por una y traté de determinar sus valores, coloqué palabra junto a palabra y logré tras ímprobos esfuerzos formar una frase — naturalmente no “con sentido” sino compuesta por los valores de las palabras. Lo que yo buscaba era el sentido oculto — una especie de Alchimie du Verbe.

Una palabra tiene su significado y otra el suyo, pero cuando se presentan juntas les ocurre algo extraño: adquieren un sentido adicional intermedio, al mismo tiempo que conservan sus significados primarios.

Hace unos años, en una discusión sobre arte, Grünewald se expresó de esta manera: «Aquí tengo un vaso de agua delante de mí. Ahora coloco una naranja junto a él. Y el vaso de agua se transforma en un vaso de agua completamente diferente». Se pueden citar muchos filósofos y artistas que han dicho lo mismo aún mejor, por ejemplo Degas, pero lo que acabo de decir es por lo menos visible claro y algo parecido a lo que yo quiero expresar. Esto es el contrapunto de las palabras: visto desde un lado significa una fila de palabras, algo que está a la luz del día, visto desde otro lado significa algo que está — en la noche, en la incertidumbre. Y la poesía es precisamente ese estado de tensión — entre las palabras, entre las líneas, entre los sentidos. En realidad he aprendido a escribir como un niño aprende a leer: B +A es — curiosamente — BA.

Naturalmente uno tiene que tener algo que decir, pero está bien si se empieza por aprender a decirlo y se empieza desde el principio. Muchos escritores han desatendido el catón que tienen dentro de ellos, impreso en un ejemplar.

¿Cuál ha sido su camino por el mundo literario? ¿Y su escuela?
Mi camino a la literatura es totalmente el de un outsider. Al principio nunca escribí para publicar, lo que en todo caso es la única escuela verdadera que tiene un escritor a su disposición: el purgatorio de las redacciones, editoriales , los críticos y el público para bien y para mal.

¿Y por qué sigue escribiendo?
Si me preguntasen ahora por qué escribo seguiría contestando — aunque en un sentido totalmente diferente y más profundo — a falta de otra ocupación.

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Hubo un tiempo en el que yo creía que mi escritura tenía algún objetivo más o menos lejano. Ahora sé que nunca es el objetivo o la intención lo que hace poema al poema.

¿Cuál es a su juicio la primera tarea de un escritor?
La primera tarea de un escritor es ser como es él mismo, convertirse en un ser humano. Su primer deber — o más bien el mejor medio para llegar a ello— es reconocer su incurable soledad y el absurdo de su caminar en la tierra. Sólo entonces podrá eliminar todos los decorados, bambalinas, disfraces de la realidad. Y es sólo por ese camino —colocándose en la situación de los demás — ¡de todos!— por el que puede ser útil a todos los hombres. Es el absurdo lo que da sentido a la vida. Esto es en pocas palabras mi credo quia absurdum.

De El camino de un outsider (1947)

Tal vez sea fructífero completar esta entrevista con algunos poemas del ya clásico poeta sueco relativos a la creación literaria.

ENQUÊTE

¿Cuál cree usted que es su misión en la vida?
Soy una persona completamente inútil.
¿Cuáles son sus ideas políticas?
El orden establecido está bien. La oposición
al orden establecido está bien. También podría pensarse
en una tercera alternativa—pero, ¿cuál?
¿Sus convicciones religiosas, si las tiene?
Las mismas que mis ideas musicales:
Que sólo lo verdaderamente inmusical puede ser musical
¿Qué busca usted en la gente? Mis relaciones
son desgraciadamente de muy poca o ninguna constancia.
¿Qué busca en los libros? ¿Profundidad filosófica?
¿Anchura o altura? ¿Épica? ¿Lírica?
Busco la perfecta forma de la esfera.
¿Qué es lo más bello que conoce?
Pájaros en cementerios, mariposas en campos de batalla
algo intermedio. No sé.
¿Su hobby favorito? No tengo hobbies.
¿Su pecadillo predilecto? Masturbarme.
Y para terminar (tan breve como pueda):
¿Por que escribe?
Porque no tengo otra cosa que hacer. Vade retro.
¿También hace juegos de palabras?
¡Sí! — también hago juegos de palabras (*).

(*) El juego de palabras al que se refiere el poema es el de la expresión sueca Va’det rätt,tro? (¿Crees que es correcto/ está bien?), que tiene cierta similitud de pronunciación con la expresión Vade retro.

LO IMPOSIBLE

¿Qué crees? ¿Que sirves para algo? ¡Jamás!
Entonces, ¿cómo voy a vivir?
Tú no vas a vivir.
Entonces, ¿cómo voy a existir?
Tú no vas a existir.
¡No entiendo nada!
¿Por qué me preguntas a mí? Todos vamos a morir.
¿Y qué? A mí eso no me sirve de consuelo.
No, claro, no mucho.
¿Crees que debo mandar todo esto al cuerno?
Sí, eso creo.
¡Hombre! ¿Si?
Pero no te enfades. Es una manera de hablar.
Sí, quizá sea así, pero es duro.
Sí, es duro.

LA PRUEBA DEL AGUA

Entonces me dije:
Los únicos poetas que me interesan
son los que llevan cuidadosamente
con manos nerviosas
un cuenco lleno de sangre
en el que ha caído una gota de leche
o un cuenco lleno de leche
en el que ha caído una gota de sangre…
Ahora ya he visto, ahora quiero ver
las manos que agarren firmemente
un cuenco lleno hasta los bordes
de agua de manantial.

EL ARTE DE LO IMPOSIBLE

Yo profeso
el arte de lo imposible
soy por tanto un creyente
pero de una religión que llaman herejía.

Lo sé:
Aquí solo se preocupan de lo posible
Dejadme ser un despreocupado
por lo que es posible o imposible.

Así como en los iconos Juan Bautista lleva la cabeza
sobre sus hombros indemnes
y al mismo tiempo en una bandeja delante de él
La víctima se presenta como su victimario
Así profeso yo
el arte de lo imposible
por amor a la vida y por autoaniquilación
al mismo tiempo.

POETICA

Es el silencio lo que debes escuchar
el silencio escondido tras apóstrofes, alusiones
el silencio en la retórica
o en la llamada perfección formal
Esto es la búsqueda de un sin sentido
en lo que tiene sentido
y viceversa
Y todo lo que tan artísticamente intento escribir
es por contraste algo sin arte
y todo el relleno está vacío
Lo que he escrito
está escrito entre líneas

Traducción Francisco J. Uriz