Federico Guzmán

Fundación Ortega MuñozConversaciones

Conversación con
Martín Carrasco

Federico Guzmán: somos mortales, es verdad…


“Somos mortales, es verdad, pero hay sistemas, leyes, ideologías y muros que limitan nuestro potencial de trascender”
Federico Guzmán.

Federico Guzmán (Sevilla, 1964) es un artista visual analítico, poético y de la imaginación… Un creador “expansivo” y culto, con una obra diversa que escapa de clasificaciones evidentes. Guzmán conjuga el trabajo individual con el colectivo, actuando en territorios como la cultura libre, los derechos humanos y la ecología. En su estética, conciencia y responsabilidad social van de la mano, sin duda su mejor forma de servir al mundo.

Contemplando La canción del tomaco, tu “fantástica” exposición que podemos disfrutar en el MEIAC, me ratifico en la idea sobre la capacidad transformadora que nace de lo naif.

Albert Einstein explicaba que “La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el don”. Efectivamente la civilización occidental vive una paranoia racionalista que cree que todo puede ser controlado, y para ello ha de ser conceptualizado, separado, alineado y explicado. Es ese ego dominante al que Enric Corbera llama “el tonto del culo” que tenemos en la cabeza. Desde esa perspectiva lo naif se reduce a infantilismo. Yo defiendo la mirada limpia de nuestro niño interior, nuestra capacidad de aprender jugando con los demás y la confianza de seguir nuestro propio impulso guiados por un corazón abierto. Si eres capaz de transformar tu perspectiva del mundo tienes el poder de transformarlo todo.

Un corazón abierto –el tuyo- que nos regala La canción del tomaco…

El tomaco es una planta fantástica que se hizo realidad. Este injerto de tomate y tabaco saltó a la fama en un memorable capítulo de Los Simpsons. En la fábula Homer Simpson se hace agricultor y de manera accidental descubre el tomaco, un híbrido mutante de tomate y tabaco. Todo el que lo prueba se vuelve peligrosamente adicto. El tomaco es una droga poderosa. Justo cuando Homer está a punto de ganar cien millones de dólares con la venta del tomaco, unos aterradores animales adictos destruyen sus planes.

Y entonces, a partir de ahí, se inicia el viaje de esta planta espiritual…

Sí, es un viaje de la ficción a la realidad, he copiado este invento para cultivarlo en nuestra tierra. El tomate y el tabaco pertenecen a la misma familia de plantas, las solanáceas, lo que permite su injerto y crianza en una sola mata. Aprendiendo su cultura lo he criado con cuidado en tierras de Andalucía, Extremadura y Colombia desde 2005. Después el poeta Michel Hubert me propuso colaborar en un proyecto con la Fundación Ortega Muñoz. A través de ella entramos en contacto con el naturalista Joaquín Araújo para cultivar tomaco en su finca extremeña de Las Villuercas e iniciar un diálogo que nos ha llevado del arte a la ecología y del huerto familiar al planeta Tierra.

¿Y “más allá” del tomaco?

Siguiendo la llamada de esta mata he aprendido que el tomate y el tabaco son plantas originarias de Abya Yala, “la tierra en plena madurez”, como la gente Kuna ha llamado ancestralmente al continente americano, donde se han cultivado desde hace milenios. Uniendo sus tallos y compartiendo su clorofila, las frutas de tomate crecen en raíces de tabaco, y funden sus nombres, mitos y genealogías. El tomate, sustancioso alimento, es el cuerpo; y el tabaco, planta sagrada y alucinógeno chamánico es el espíritu. El alimento del tomate y la medicina del tabaco coexisten discurriendo por su savia. La alianza del tomaco propone señas de un camino de sabiduría. El ser humano es una hebra del tejido de la vida y nuestro pensamiento siempre busca su par. Nuestro orden cósmico es un pari-verso, regido por la proporcionalidad, la reciprocidad y la complementariedad. La relación entre dos sólo es posible en el diálogo y el consenso, y este diálogo debe buscar la equidad para el equilibrio dinámico que es la vida misma.

Tras La canción del tomaco hay una reflexión sobre las plantas…

Desde el comienzo de la humanidad hemos sobrevivido con las propiedades nutritivas y medicinales de las plantas. Dicen que el número de especies vegetales en la Tierra se estima en 400.000, muchas de ellas desconocidas para los humanos. Mientras sólo una fracción ha sido identificada y categorizada por los botánicos occidentales, podemos afirmar que muchas plantas desconocidas en Occidente son conocidas por los pueblos indígenas que conviven con ellas en su entorno natural. Todos estos pueblos ancestrales insisten en que su conocimiento de las medicinas vegetales proviene directamente de las mismas plantas y no de la experimentación por ensayo y error. Lo que es menos conocido es que muchas de estas enseñanzas de las plantas están en la base de descubrimientos modernos tanto en medicina como en alimentación.

… y más de una crítica.

Michel Hubert, comisario de este proyecto, plantea el injerto del tomaco como una intervención técnica en el mundo natural que por su carácter tradicional significa una crítica a la manipulación tecnológica de la ingeniería genética de hoy en día, al tiempo que un elogio del saber ancestral del horticultor y el jardinero.

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Sin embargo mi crítica se dirige específicamente al carácter mercantilista de la biotecnología, donde el beneficio económico es el factor que determina cómo y hacia dónde se orienta la investigación. Su objetivo es la industria farmacéutica y la agroindustria. También, cuando hablamos de biotecnología hablamos de patentes y de la privatización de unos bienes comunes como el patrimonio genético de las especies vegetales y animales. Los acuerdos comerciales internacionales están en camino de que un puñado de multinacionales sean propietarias de los principales elementos de la vida del planeta, comercializándolos de la forma y bajo el precio que quieran, habiéndolos sustraído arbitrariamente del saber tradicional y del común.

En tu universo creativo hablas de los “hombres-plantas”…

El oficio del arte me ha puesto en el camino de las plantas. Avanzando en el camino, poco a poco, me he encontrado con “gente-planta”. Antiguamente no era tan raro que la gente se convirtiera en planta. Los antiguos sanadores vegetales conocían estas historias. Los viejos médicos sabían que este árbol era una niña, que esa flor había sido un niño. Esas cosas son verdad y su misterio todavía nos encanta. Dibujar plantas me conecta con la esencia de la vida. Creciendo como artista he pintado plantas de pequeñas a grandes. He dibujado semillas y hojas, plantado verduras y pintado árboles, he comido frutas y fumado flores. He dejado que las plantas dibujen a través de mí aquello que no sé pensar. Dibujando me he dejado llevar y, en un momento mágico, figura y fondo se han intercambiado. He comprendido que no creamos el arte sino que es el arte el que nos crea a nosotros.

En la exposición una planta antropomórfica abraza a una mata de tomates.

Es un vientre femenino, un útero donde la fruta fantástica ha germinado en los ovarios, y las ramas de tomate son las trompas de Falopio. En ese dibujo está Colombia y está el trópico, el mestizaje de América y África, lo futurista y lo ancestral, la vanguardia y lo popular, me interesa porque todo eso es nuestra identidad, una mezcla creativa de todo lo que crece en un sustrato de culturas olvidadas y despreciadas. Hay que revivir valores geográficos, económicos, sociales, políticos, religiosos, artísticos, lingüísticos, científicos soterrados física o mentalmente, o fosilizados en museos como un mudo testimonio del pasado, listos para saltar pletóricos de ideas y vivencias si los tocamos con inteligencia y amor.

Una vez más la mente intuitiva, la «inteligencia del corazón»…

En todas las culturas existe una tradición de percepción directa de la naturaleza a través de la inteligencia del corazón. Esta inteligencia es un flujo de conciencia, entendimiento e intuición que experimentamos cuando la mente y las emociones se alinean en coherencia con el corazón. El corazón es, de hecho, un cerebro en toda regla. La percepción centrada en el corazón puede ser extraordinariamente precisa y detallada en su capacidad para recoger información, tal como afirman los sabedores tradicionales e indígenas. Los chamanes que he conocido en Colombia y en España se distinguen por su elocuencia, su humildad y su sabiduría. Don Antonio Jacanamijoy, un venerable taita del Putumayo, explicaba cómo algunas personas se acercaban al conocimiento de las plantas para ahuyentar el infortunio o curarse una dolencia. Decía que estas personas venían a la planta siguiendo una llamada. Que no era uno el que decidía buscar la planta para curarse sino que era la planta misma la que lo llama a uno. Y que se debe prestar atención para distinguir esa voz, que nos llama en sueños desde el mundo natural.

Por último, el espíritu del tabaco habla de algún modo de una sociedad enferma…

Sí, elaborando el tomaco también me he interesado por su toxicidad. Me he preguntado por los peligros de un camino al conocimiento del veneno y por la aún más peligrosa ignorancia; y por las peligrosas tentaciones de las adicciones, donde uno no se ha de dejar llevar por los cantos de sirena de la autodestrucción. El veneno o pharmakon (griego: veneno, o rey), la droga, es a un tiempo embriagante y sanador, medicina y brujería, reactivo químico y color de artista. Es también nuestro aliado, y nos habla. El espíritu del tabaco habla de una sociedad enferma, consumida por las adicciones que para sí misma ha creado. A veces somos como la palabra navajo “chindi”: “fantasmas hambrientos”. Cuando Carl Jung visitó a los indios pueblos en los años veinte, el caballero indígena con el que conversaba dijo: “Vosotros los blancos sois como saltamontes hambrientos. Nunca os asentáis. Llegáis, devoráis y os desplazáis a otro campo. Nosotros lo tenemos todo aquí, hemos llegado. Vosotros estáis siempre desasosegados”. ¿Está nuestra existencia tan atascada en su propio embrutecimiento que ha eliminado la capacidad de oír a la voz del mundo natural?

in Trazos