A inicios de este otoño tuve una propuesta de comisariado por parte de la Asociación de Universidades Populares de Extremadura (AUPEX), enmarcada en el ciclo de “Paisaje expandido” que viene patrocinando la Diputación de Badajoz, y cuyo objetivo principal, en palabras de Marta del Pozo, gestora cultural de AUPEX, “es el de acercar el arte contemporáneo al contexto rural, descentralizar el arte y crear nuevos públicos en torno a las artes plásticas y visuales en territorios periféricos”.
Me reuní con Marta y conversamos sobre la importancia de este tipo proyectos, sobre su pedagogía, de cara a facilitar a los ciudadanos el conocimiento de los “códigos” del arte contemporáneo, al fin y al cabo, es el tiempo que nos toca vivir… Hacer extensiva esa pedagogía a los planteamientos expositivos que determinan las muestras que itineran por nuestros pueblos. Dar un giro al respecto… Con criterio, desde la eficacia. Hablamos también sobre los mecanismos de repensar nuestra relación con el territorio a partir de la experiencia artística que deviene del ciclo “Paisaje expandido”, e incluso redescubrir los espacios culturales/patrimoniales elegidos y trazar un posible “mapa” para el arte actual en Extremadura.
Llegados a este punto pensé en Juan Ramón Fernández Molina (Badajoz, 1967) para su participación en este Ciclo, cuya obra discurre por los derroteros estéticos que entraña el término “paisaje”, cargado de matices. Guardo un buen recuerdo de Los restos del naufragio, su última muestra, que venía acompañada por un bellísimo texto de Alberto Ruiz de Samaniego, “Lo elusivo de los cuadros de Juan Ramón Fernández Molina tiene relación, naturalmente, con la necesidad del secreto. Y con un régimen del objeto y de la imagen, y del sí mismo, que también tiene que ver con la protección, con el cuidado o, en términos claramente heideggerianos, cura”.
Ambos entendimos este proyecto como un reto. Nada menos que un trabajo ex profeso para un espacio apenas remozado y de uso no expositivo: la iglesia ex consagrada de Santa Ana de Magacela (Badajoz), más conocida como iglesia del Castillo. Para ello Juan Ramón reflexionó sobre el espacio, rehuyendo del “cubo blanco”. Supo escucharlo -pues los espacios hablan-, estableciendo como veremos un perfecto maridaje entre continente y contenido.
La belleza estaba allí, fuera, ante nosotros… Allá en lo alto las vistas son verdaderamente espectaculares. Juan Ramón ha meditado sobre el paisaje que se divisa, “en torno” a la sublime belleza del paraje donde se ubica la iglesia del Castillo, trasladándonos su mirada al interior de la misma en forma de Entornos: “Hice fotografías del paisaje que se ve desde cada zona de los alrededores de la iglesia. Esas
fotografías las manipulé en el ordenador (borré, superpuse, recorté, sobreexpuse zonas…), y las preparé para imprimirlas en lonas de diferentes formatos, para luego intervenirlas pintando sobre ellas”. Con posterioridad las lonas han sido montadas en la iglesia, de manera que cada una está en el muro que corresponde con el paisaje fotografiado. Juan Ramón ha incluido también referencias al dolmen de Magacela a través de varios dibujos dispuestos en una pequeña capilla.
Recuerdo que el día de la inauguración una vecina del pueblo se maravillaba por la sola “presencia” de las obras, por cómo se imponían en ese contexto de abandono, “y sin necesidad –le apunté- de gestos excesivos”. En Entornos se alcanza una auténtica experiencia estética (al menos es lo que yo he vivido), una comunión con el espacio, a partir de un discurso de plena actualidad relacionado con las posibilidades hoy de la pintura, que no son otras que las que ofrece la “pintura expandida” (Rosalind Krauss), que remiten a la hibridación y mixtificación de los géneros (pintura/fotografía en el caso que nos ocupa). En este mismo sentido, Manuel Segade, actual director del Museo Reina Sofía, abundaba en un programa televisivo, “La pintura en pleno siglo XXI ontológicamente no tiene razón de ser… salvo la «pintura expandida»”. De ahí que, para la trayectoria de Juan Ramón, para su propio discurso estético, Entornos suponga un importante avance en términos conceptuales.
Y sí, como ya dije los espacios hablan… En esta ocasión con motivo del proyecto Action Imageante 5, presentado en la “ex chiesa” de San Ludovico de Parma en el verano de 1995. En aquel entonces disfrutaba de la beca europea Comett, cuyas prácticas realicé en el Ufficio Patrimonio Artistico, Gallerie e Musei dependiente del Ayuntamiento de dicha ciudad. La propuesta venía avalada por la artista Giuliana di Bennardo y el galerista Piero Cavellini, y consistía, a grandes rasgos, en la recuperación de espacios históricos abandonados y en desuso por medio de propuestas artísticas. Para ello, los artistas seleccionados debían trabajar sobre un verbo en función del propio espacio donde se realizaría la propuesta, un espacio digamos “connotado”. En San Ludovico el verbo requerido fue “Déambuler”, inspirado en su girola al ser una iglesia de peregrinación. El historiador de arte Francesco Barocelli, director del Ufficio, se implicó de manera decidida en este proyecto con el fin de recuperar la iglesia de San Ludovico para fines expositivos… Como así ha sido.
Del mismo modo, en Badajoz, allá por 1999, coordiné Action Imageante 12, en el antiguo Mercado de Santa Ana (ahora biblioteca). Como cabría esperar el verbo escogido fue Vociferar… Llevar la voz.
Martín Carrasco