Friedrich Schelling
…revelar en general la obra de arte según su esencia y hacerla surgir, en cierto modo, ante los ojos del alma.
…el arte tiene ante todo la ventaja de que esta dado de un modo visible y su ejecución se opone a las dudas que pudiesen aparecer frente a la afirmación de una perfección que exceda de la medida común, en cuanto pone ante los ojos en forma corporal, lo que quizá en la idea no podría concebirse. En favor de esta disertación aboga la consideración de que la mayor parte de las doctrinas que se han formulado, en relación con este tema, no se han remontado a las fuentes primeras del arte; pues la inmensa mayoría de los artistas, aun cuando todos deban imitar a la naturaleza, rara vez alcanzan el concepto de su esencia. En cuanto a los intelectuales y pensadores, a causa de la magna inaccesibilidad de la naturaleza, encuentran casi siempre más cómodo deducir sus teorías de la contemplación del alma que deducirlas de una ciencia de la naturaleza. Pero tales doctrinas son por lo común demasiado superficiales: si bien es cierto que afirman en general cosas justas y acertadas sobre el arte, también lo es que, por lo que respecta al artista, le son inútiles y totalmente estériles para la ejecución.
El arte figurativo, según una antigua expresión, debe ser una poesía muda. El autor de esta definición quiso decir con ella, sin duda, que, del mismo modo que la poesía, debe aquél arte expresar pensamientos del espíritu; conceptos cuyo origen es el alma, pero no por el lenguaje, sino, como la silenciosa naturaleza, por medio de configuraciones, por medio de formas, por obras sensibles, independientes del lenguaje. Es, por tanto, notorio que el arte figurativo está situado como vínculo activo entre el alma y la naturaleza, y sólo puede concebirse en el medio viviente entre ambas. Es más, en relación al alma, este arte coincide con las restantes artes, especialmente con la poesía, y por eso ha de diferenciarse de ellas por una fuerza especial que le una a la naturaleza y haga que se desarrolle de un modo análogo a la naturaleza misma. Es, pues, a la naturaleza a quien debe referirse una teoría que pueda a la vez satisfacer a la razón, ser útil al arte mismo y contribuir a su progreso.
Esperamos, por tanto, al considerar el arte figurativo en su relación al verdadero modelo y fuente primordial, que es la naturaleza, poder aportar algo nuevo a su teoría, dar algunas prescripciones más precisas o más fieles esclarecimientos de los conceptos, pero sobre todo hacer aparecer la coherencia de la construcción total del arte a la luz de una más alta necesidad.
Mas, entonces, ¿no ha reconocido la ciencia desde siempre esta relación? ¿No han partido todas las modernas teorías del principio mismo que hace del arte el imitador de la naturaleza? Así es, en efecto, pero ¿qué utilidad podría tener para el artista semejante principio tan general, que profesa un concepto tan ambiguo de la naturaleza, de la que hay casi tantas representaciones como variedades individuales humanas? Para uno la naturaleza no es más que el agregado indeterminable de una multitud de objetos, o el espacio en que él se representa las cosas colocadas en una relación determinada. Para otro, tan sólo es el suelo de que se mantiene; sólo para el investigador entusiasmado es la fuerza originaria del mundo, santa, eterna, creadora, que produce de sí misma todas las cosas de un modo activo. Aquel principio tendría una alta significación si enseñase al arte a rivalizar con esa fuerza creadora; pero apenas se puede dudar de su sentido cuando se conoce el estado general de las ciencias en la época en que fue formulado por primera vez. Sería realmente singular que aquellos que niegan toda vida a la naturaleza recomendasen al arte imitarla. Podría aplicárseles las palabras de un profundo pensador: vuestra falaz filosofía ha suprimido a la naturaleza; ¿por qué exigís entonces que la imitemos? ¿Acaso para tener otra vez la satisfacción de ejercitar la misma violencia con sus discípulos?
Autor: Friedrich Shelling
Obra: La relación de las artes figurativas con la naturaleza, Aguilar, Buenos Aires, 1954. Traducción y prólogo de A. Castaño Piñán. Reedición: La relación del arte con la naturaleza, Sarpe, Madrid, 1985.
Cópia digital: SCRIBD (Presentación por Chantal López y Omar Cortés)