De puertas para afuera…

Fundación Ortega MuñozAyN

“El entorno de objetos privados y su posesión es una dimensión tan esencial como imaginaria de nuestra vida. Tan esencial como los sueños”.

Baudrillard

“El acto de tejer se convierte en una metáfora de la vida diaria, y también en una herramienta para construir espacio, construir grupos y comunidades, actividades e ideales que de otra forma permanecerían escondidos, olvidados o perdidos”.

Jessica Hemmings
Portada del libro Tejiendo la calle, de Marina Fernández

“¿Ya vais a colgar los pingos?”, pregunta Luciano. “No son pingos, son obras de arte hechas por las mujeres”, responde Rocío. “Aquí siempre han sido pingos”, insiste Luciano… Estos comentarios -hay muchos más, igual de reveladores- están recogidos en el bellísimo libro Tejiendo la calle, de Marina Fernández (Plasencia, 1980), que reúne las experiencias del proyecto homónimo iniciado en Valverde de la Vera hace ya una década. El municipio cacereño es Conjunto Histórico Artístico, y uno de Los Pueblos Más Bonitos de España. Cuenta con alrededor de 500 habitantes, son ellos precisamente los verdaderos protagonistas de Tejiendo la calle.

Un grupo de vecinas comparten saberes relacionados con la costura de retales, conformando -en palabras de Marina Fernández- un gran “patchwork” colaborativo, “Este libro también está compuesto por fragmentos: pequeños retales parciales e incompletos que tratan de recoger una aproximación personal al proyecto, mediante reflexiones y referencias que me acompañan y motivan”. En su presentación, realizada en la sede de Badajoz del Colegio de Arquitectos de Extremadura (COADE), Marina defendió la importancia de los proyectos de cooperación vecinal en el contexto de los entornos rurales, la necesidad de recuperar tradiciones de una forma sostenible, que creen comunidad, y ahonden en la autoestima de sus ciudadanos, como el caso que nos ocupa.

Tejiendo la calle, fotografía de Asier Rua

Todo parte de la propia experiencia de Marina, que creció en Valverde, donde sus padres fueron maestros. Marchó a Madrid para estudiar arquitectura en la Politécnica, y tras un año en Berlín trabaja, junto a Nerea Calvillo, en C+arquitectas. Poco después crea Submarina, su propio estudio. Hay un hecho determinante en su vida (lo cuenta en el libro), tiene que ver con el derrumbe del techo de la casa de sus abuelos, en el Valle del Jerte. Allí, en armarios y cómodas, descubrió los bordados y las labores tejidas por su abuela, y los libros en los que su madre aprendió a coser. Cuando le propusieron realizar una exposición en Valverde no dudó en recuperar la memoria familiar hecha a retazos en esas telas, extendiéndola a todo el pueblo. De puertas para afuera…

Tejiendo la calle, fotografía de Asier Rua

A partir de ligeras estructuras “tapizadas” con plástico reutilizado (lonetas, redes de pesca, bolsas…), que funcionan como parasoles, las calles de Valverde se cobijan del sol abrasador de los veranos extremeños. Los cielos se transforman entonces en un enorme “mantel” de vivos colores, entretejido de afectos, “al final, las que tejemos somos las hermanas, primas, madres, amigas, amigos… El ganchillo forma parte de la memoria colectiva, por lo que es muy fácil conectar con este tipo de instalación física. Todos tenemos en mentelas colchas y otros tipos de labores vinculadas con las abuelas, por lo que se apela al terreno del cariño y de los cuidados. Nos hace retrotraernos a la infancia”. No faltan consideraciones de carácter ecológico, así el reaprovechamiento de plásticos, además de una reivindicación de lo artesanal, de lo hecho a mano, frente al exceso de producción.

Sorprende, por otro lado, la diversidad de sus diseños, con motivos del imaginario colectivo, cotidianos, de fácil comprensión; se adivinan racimos de uvas, siluetas de pájaros, corazones, hojas de robles, flores, estrellas, círculos… Y la libertad creativa en la ejecución de los mismos. “Es -comenta Marina- una forma de expresión libre que hace que los vecinos participen activamente del lugar que habitan. Lo encuentro una experiencia muy sanadora”. En su elaboración predominan las mujeres, con algunas excepciones, como Manolo, “tejer no tiene que ver con el género, sino con ponerse a hacerlo. (…) La creación artística colectiva aumenta la cooperación y la autoestima de los valverdanos, y mejora el clima social. (…) Me gustaría poder intervenir la plaza porque es el ágora de la localidad”. Luego está la satisfacción de ver tu creación formando parte de una instalación comunitaria, aunque caben las disensiones; nos lo hace saber Marta, una vecina: “Este parasol que habéis puesto en mi puerta es muy feo, quiero otro más bonito”, que tiene su pertinente respuesta: “¡Apúntese usted a tejer para el año que viene!”, le dice Marina.

Tejiendo la calle, fotografía de Asier Rua

Para los nacidos en un pueblo extremeño no nos es ajena la memoria de estos diez años de Tejiendo la calle contenida en este espléndido libro, con fotografías de Manuel V. Fernández Sánchez (padre de Marina), quien lleva documentando la vida del pueblo en blanco y negro analógico desde hace más de veinte años, y de Asier Rua, artista y editor del libro. Una memoria que hacemos propia.

Martin Carrasco