Julián Rodríguez (1968-2019)

Fundación Ortega MuñozAyN

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Julián Rodríguez. Retrato en su página de Facebook.

“Sin agua no hay vida, sin libros tampoco hay vida.”


28 de junho de 2019
. Um dia triste para todos o que de uma maneira ou doutra o amaram e tiveram a felicidade de conhecer uma pessoa inteligente, sensível, e que aprendeu a conhecer o mundo da terra para a cidade, sem nunca esquecer a terra de onde vimos e para onde inevitavelmente vamos. Vou tomar uma garrafa de tinto acompanhado com pão, queijo manchego bem curado e presunto serrano. Como ele tanto gostava. Sei que não nos voltaremos a ver, mas os fantasmas, esses continuarão a conversar e a rir, deitados num prado seco sem fim com vacas a pastar, a resolver enigmas. Boa viagem, querido Julián.

Al leer y republicar (parcialmente) lo que sin duda es el diario online (2007-2019) de un autor apasionado por libros y por la naturaleza prestamos homenaje a un ser humano que ennoblece la especie. Con él hemos hablado días enteros. De arte, de los hombres, y de nuestros proyectos. El MEIAC y Antonio Franco Domínguez, la Fundación Ortega Muñoz, Cáceres, Madrid, Lisboa hacen parte de una vida telepática compartida entre la velocidad y la memoria. Un fin de semana en Ceclavín, contigo, Julián, y mi hija y Cándida (que te echan de menos) mirando las vacas y el horizonte, estirados en el suelo de trigo, hablando de Wittgenstein, no se olvida nunca.

António Cerveira Pinto

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Zama.
Foto: Julián Rodríguez

Julián Rodríguez

Facebook, 2019
1 de enero

Esta mañana, a las diez, daba el sol en el baloncillo. Y a pesar de ello, el termómetro marcaba dos grados en el exterior a esa hora… Menos dos anoche, poco antes del cambio de año, al salir (ni una nube en todo el día) para ver las estrellas. Al regresar a casa, con la linterna alumbrando el camino, se olía en el jardín el cordial humo de la chimenea y se oía tenuemente la música de Mahler que había dejado sonando. He ordenado la leñera, pues mañana traerán mil kilos de madera de encina. (Yo colocaba los leños y Zama jugaba con una piña seca que había rodado hasta el suelo.) Se oían disparos a lo lejos, cazadores. También habría que colocar en las estanterías los libros que hay sobre el escritorio, material de trabajo, pero será otro día, pasado mañana tal vez. Hoy me apetecían churros para desayunar, pero olvidé comprar una churrera de plástico en ese mercadillo de los viernes, así que he tenido que fabricar una manga pastelera con una bolsa de congelación. Agua caliente, la misma cantidad de harina, una pizca de sal. Mezclar, luego amasar un poco. Mi madre me enseñó cuando yo era adolescente, ahora hace churros u hornea bizochos para mis sobrinos y mi padre. De cuando en cuando, en Navidad casi siempre. Anoche, Mahler; esta mañana, Radio Clásica y un libro de viajes por el Mediterráneo de los años veinte. Periódicos atrasados, revistas ¿disparatadas? que regala la prensa regional. El reportaje central de una de ellas (“Diez minutos”) me hace reír durante un buen rato.

Otra respuesta a tres preguntas distintas “por privado”: la leña de encina se encareció un poco, muy poco, el año pasado (por estas montañas). De todos modos, mil kilos (bien cortada) salen a 150 euros en total. Las piñas secas no las venden: las puedes recoger tú mismo en algunos pinares de los alrededores, sobre todo en verano.

2 de enero

Cuando casi todos los árboles del jardín pierden sus hojas, el laurel se convierte en protagonista y su esplendor no envidia al que disfruta en verano. Incluso los pequeños robles que esperan a ser trasplantados pierden las hojas. El césped se hiela cada noche; resisten mejor la hierba más ”común” y los tréboles, y las hojitas diminutas pero verdísimas nacidas del “coupage” de semillas que dejan caer las aves desde los comederos. A pesar del intenso frío, hay todo el día un aleteo feliz de acá para allá. Es tiempo, junto al fuego, de Lieder de Schubert y de sinfonías de Mahler. Anoche recordé una nota de Eugenio Trías sobre la Tercera sinfonía: “Mahler introduce un llamativo toque de gravedad al incorporar, en el cuarto movimiento, el poema de Nietzsche ‘La canción de medianoche’, de ‘Así habló Zaratustra’”. La comida de Año Nuevo (plato único: un humilde arroz de verduras con mucho azafrán ”de verdad” y un poco de pimentón de La Vera) concluyó con un postre ligerísimo; curiosamente, el mismo postre que idolatraba desde niño el protagonista de la novela francesa que leí horas más tardes. El azar tiene sus días, dijo alguien. Hoy, mi amigo el cuervo sobrevoló el jardín dos veces mientras yo acarreaba la leña. Antonio la había volcado en la calleja. “Parece que nos vigila”, dijo él mirando hacia lo alto. El cuervo apareció por tercera vez cuando se alejó el Land Rover con su ruidoso remolque. Cuando volvió el silencio, se posó en el tejado, no muy lejos del ciprés, y allí se quedó durante la hora siguiente. Yo silbaba a ratos, él callaba.

3 de enero

El frío es ya violento, como dijera Rigoni Stern. Dos centímetros de hielo cubren el agua de los abrevaderos para el ganado. Se rompe al golpearlo como si fuera un cristal muy grueso. Hasta las once o el mediodía no hay sol suficiente. La helada de esta noche ha sido la más dura del cambio de año. Incluso Zama tirita si no corre. En ese pueblo no quedaban almejas (“Ya pasó la Navidad”, se han disculpado), así que he preparado las patatas con chirlas. ”Las patatas conservan bien el calor”, decía una de mis abuelas. Las cocinaba como nadie, sobre todo las que nada llevaban como acompañamiento… En el calor y la intimidad de la casa el tiempo no es de este tiempo, sino de aquel otro en el que me enseñaron a cocinar las mujeres. La lumbre, el olor de las castañas, un poco de vino bueno… todo es sencillo, y no envejece. Los aromas del invierno son para mí, disculpad, como un viaje en el tiempo. Las luces tenues, las mantas heredadas, la música. De cuando en cuando, los cenutrios de la política peor vienen a alterar la paz de las montañas, su ruido aparece en la primera plana de los periódicos del día y no siempre podemos apartarnos de su vómito. Pensamos ingenuamente alguna vez que esa España ya no existía. Pero hay que quitarse la miseria de encima cuanto antes y volver al refugio. Un pastor saluda y señala el cielo azul porque recuerda las grandes nevadas que hemos compartido otros años por estas fechas. Un tractor nos adelanta a Zama y a mí camino del robledal. El conductor hace sonar el claxon y saluda con una mano, luego tuerce hacia su vaquería. Sus dos perros aparecen tras los montones de paja seca y corren felices a saludarlo.

4 de enero

Por suerte, nos quedan unos días de vacaciones navideñas hasta el martes próximo, cuando ya estaremos trabajando a fondo “en 2019“, otra temporada más para seguir aprendiendo… Durante este nuevo año “ofreceremos” desde Periférica algunas sorpresas de muy distinto signo. Llevamos meses preparándolas. De 2018 y nuestra editorial podríamos hacer muchas lecturas, nunca mejor dicho, pero ninguna sería quejumbrosa. No creemos en la cultura de la queja.

6 de enero

Comenzó a nevar a las doce de la noche. Y aún sigue nevando. Sin cesar. “La capa de nieve”, como suelen decir, gráficamente, en una emisora de radio de esta comarca, es ahora, mientras escribo, de cuarenta centímetros. He tenido que sacar la pala para abrir un camino hasta la leñera y el cobertizo, pues las ramas de árboles y arbustos, cargadas de nieve, rozando el suelo ya, impedían el paso. Cuando amaneció, Zama, en medio de esa luminosidad azulada de noche y nieve y alba, corrió hacia el prado más cercano y, entre cabriolas circenses, lo olisqueó todo bajo los árboles, cada huella, cada rastro. Luego seguimos uno de nuestros caminos preferidos. Keith Basso y Robert Macfarlane cuentan que los apaches cibecues conciben el pasado como un sendero, un camino, “que los ancestros ya han recorrido, pero que es virtualmente invisible para los vivos. Éstos sólo pueden aproximarse a él de manera indirecta, por medio de una parafernalia mortuoria” que incluye el nombre de lugares, relatos y canciones, y que los apaches llaman, precisamente, “huella” o “rastro”. Pensaba en ello durante el paseo, mientras admiraba todo lo que había a mi alrededor (el regalo de Reyes que me hacía la naturaleza), cuando, al volver a casa, la realidad me brindó a mí (Zama se acercó al fuego para secarse) un rastro: en Radio Clásica sonaba una alborada del día de Reyes tocada por un tamborilero y flautista de Casares de Hurdes y cantada por algunos vecinos de allí. La recordé, y canturreé, letra por letra. La había oído en mi pueblo hurdano, mi pueblo materno, de niño. Otro día de Reyes, hace siglos.

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Valentín Roma. Retrato del futbolista adolescente.
Portada del libro. Editorial Periférica.

9 de enero

El primer libro de la temporada en Periférica aparecerá a finales de este mes. Tercero de Valentín Roma, y segunda novela suya. Entre la risa y la melancolía… Quien ahora se «dedica» al mundo del arte fue antes, cuando joven, futbolista. (¿Debería decir también «profesional» para que se me entienda? ¿Para que se entienda que no era un juego más…?)
Pues bien, aquella vida de la que supimos en las barras de los bares entre risas y amigos se convierte ahora en una de las mejores novelas en español de este tiempo. No estoy exagerando. Hacía falta el paso de los años, incluso varias versiones, para llegar a este punto: no hay vuelta atrás, la historia real se adueña incluso de la ficción…
Una historia sobre el desclasamiento, los sueños colectivos, los equipos de fútbol y sus héroes, las selecciones nacionales, los ojeadores, el amor y el desamor, la familia y los deseos, el dinero… ¿Pueden convivir en un libro espíritus tan distintos como los de Jesús Gil y Albert Camus? ¿Joyce y la Revolución? Estamos felices con este libro…

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Dominique A Foto: Julián Rodríguez

16 de enero

Murió Claudio López de Lamadrid el viernes pasado y, muy triste, me quedé sin palabras durante días…

No porque Claudio hubiera publicado en Mondadori (en sus distintas épocas: Literatura o Random House o Penguin…) tres de los libros que he escrito (lo que ya sería suficiente para que le estuviera agradecido), sino por la generosidad con que me trató siempre.
He tenido la gran suerte de contar con su apoyo (como la tuve al conocer a Constantino Bértolo, en Debate y Caballo de Troya, y a María Casas, en Debolsillo).
Cuando Debate era un sello que publicaba ficción, Constantino, su director, me dijo, generoso y arriesgado: «Mientras yo sea editor publicaré todo lo que escribas». Con estas palabras. Claudio heredó aquel «órdago»: «Si Constantino se comprometió así contigo, yo también lo haré. Envíame todo lo que vayas escribiendo y lo publicaremos».
Nunca (tampoco lo habían hecho María ni Constantino) propuso cambio alguno en los originales que le envié; sólo me leía en voz alta algunos párrafos que le gustaban y comentaba otros, se anotaba algunos datos…
Yo vivía entonces en Cáceres, lejos de Barcelona. Claudio comenzó a llamarme de vez en cuando para hablar de literatura, para invitarme a comer en Madrid, o porque, de pronto, iba a viajar a Cáceres… Lo visité en su despacho de Barcelona, comimos, cenamos.

Yo había acordado con él que «cualquier año de éstos» le entregaría otro libro, un texto que llevaba escribiendo algún tiempo, para cerrar el capítulo rural y autobiográfico de «Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás» y «Cultivos», pero le expliqué (pues acababa de poner en marcha Periférica junto a mi socia) que deseaba centrarme en el trabajo de los autores de nuestra editorial y que, por algún tiempo, no quería dedicar ese esfuerzo a mis propios libros. A cambio, le prometí con algo de sorna, pues me gusta mucho lo breve y aparentemente ligero, que un día escribiría también una novela extensísima y ambiciosa. Nos reímos.
Años después, en una librería madrileña, me dijo: «Ya llevo mucho tiempo comenzando las reuniones editoriales con el libro que me debes, así que… Además, ahora que vuelve con fuerza “lo rural” y “lo artístico” estaría bien que se supiera que escribiste sobre ello hace mucho». Le recordé aquella otra conversación, le pedí que, de momento, se olvidara de mi libro prometido y que me diera tiempo, que algún día les enviaría a él y a Constantino (al que siempre considero también mi editor) algo con lo que pudiera sentirme moderadamente satisfecho. Le anticipé el título: «Fingirnos perfectos».
Luego caí gravemente enfermo, pasé el trance (al menos, de momento) y…

Un día, hace meses, en Madrid, en una comida en el Club Matador, Claudio y yo hablamos de la necesaria, de la debida, humildad del editor, de la responsabilidad que tiene ante su trabajo y sus autores, de cómo se debe a ellos y a sus textos más que a su propia vanidad. «No sé si a tu obra le conviene que seas editor», rió; luego comenzó a llegar más gente, llegaron más amigos, y fuimos a sentarnos todos a aquella gran mesa de editores «independientes y no». En voz baja, sonriendo, me dijo: «Te he puesto en el mejor sitio de la mesa, al lado de la jefa».
En Periférica hemos tenido la suerte de contar con la complicidad de algunas personas queridas. Eso, en los momentos difíciles, nos ha alegrado especialmente. Hemos hecho, sin embargo, casi todo el trabajo en solitario. No podía ser de otro modo. Por nosotros mismos. Pero saber que había «manos tendidas», como decía aquella canción pastoril de mi infancia, nos ha alentado en las épocas difíciles… A pesar de que (por orgullo, si se quiere entender así) teníamos que sacar adelante el proyecto con nuestros propios medios.

Nunca tuve que acudir a Claudio, pero él, generosamente, se ofreció muchas veces, y no lo he olvidado ni lo olvidaré. Me ofreció ayuda de todo tipo cuando la editorial estaba arrancando. Por ejemplo: «Si un día encuentras a un autor que te interese mucho pero que no puedas contratar por los costes, dímelo y veremos cómo hacerlo entre los dos; tal vez haya algún libro suyo que podamos publicar nosotros…». Ésa fue una de sus primeras propuestas. Y me hizo otras igual de claras, de firmes. (Aunque no tuve que aceptar aquellas invitaciones se las agradecí, y agradezco, como si lo hubiera hecho…)
Me llamaba para comentar alguno de los libros que le habíamos enviado, o que yo le había dado personalmente en la Feria del Libro de Madrid, o que él había comprado en alguna librería, o que le habían llegado a Ángeles desde Periférica.
Me avisaba al momento si alguna agencia literaria le enviaba «bajo cuerda» el nuevo trabajo de algún autor de nuestra editorial (y lo hacía con críticas a la agencia en cuestión y comentarios muy divertidos), o bien si se enteraba de algún «chascarrillo» que pudiera afectarme o interesarme.
Por teléfono, analizaba con tino la situación última de la literatura latinoamericana (en general; incluyendo la escrita en España, pues coincidíamos en no hacer distingos) y, cortésmente, me pedía luego mi opinión al respecto.
Etcétera, etcétera.
Siempre le estaré agradecido.

Uno de los recuerdos que volvían a mí una y otra vez estos últimos días me reenviaba, casi literalmente, al jardín de un café madrileño… Fue hace casi diez años. Y no sólo estábamos Claudio y yo, sino otra persona querida, otro de esos amigos «tristemente desaparecidos» que uno convoca para sí de cuando en cuando: Félix Romeo. Brindamos, antes de despedirnos (cada cual se fue por su lado) como siempre brindaba Félix… Habíamos charlado, entre otras cosas, sobre Albert Caraco, y sobre la Duras, y sobre Fogwill (otro amigo muerto), y sobre Henry James, y sobre Natalia Ginzburg. Y sobre la dulcísima primavera que estábamos viviendo aquel año.

20 enero

Algo me despertó de madrugada. Bajé al jardín, estaba nevando. No he sabido qué me despertó hasta hace una hora, cuando dos agentes del Seprona me han preguntado si había visto u oído algo raro, pues esta noche dos todoterrenos con cazadores furtivos han entrado en el bosque aprovechando la nevada. “Han matado varios bichos… ¿No has oído algunos tiros? Los acaban de denunciar otros cazadores… De los ‘legales’”, me ha dicho el sargento, que luego ha palmeado el lomo de Zama y ha elogiado el brillo de su pelo. Se han ido hacia los prados de la Sueca para seguir con su investigación.
He aprovechado para recoger en la leñera unas cuantas piñas secas y un par de tablas mohosas. Le he dado la vuelta al asado que había dejado en el horno, a fuego muy lento, antes de salir de paseo esta mañana.
Anoche estuve leyendo el último libro de Rey Rosa hasta tarde. Me fui a dormir con una canción de Dominique A dándome vueltas en la cabeza. Llovía cuando me metí en la cama, pero la temperatura estaba bajando y el agua pronto se convertiría en nieve. Ahora, sin embargo, el viento desciende desde el norte y agita el ciprés y anuncia lluvia. Toda la casa huele al asado.

Josef Frank. Papel pintado.

22 de enero

Siempre he sentido mucha simpatía por Josef Frank y sus trabajos. De sus muebles a sus papeles pintados, de sus textiles a sus diseños de viviendas… Judío que huyó de los nazis, nunca perdió “la capacidad de sonreír, las ganas de vivir”, dijo en más de una ocasión.

24 de enero

Lectura para el tren de hoy. De nuevo…

(Releídos tantas veces los libros de Sciascia, cuando acabo con el último que escribió vuelvo a empezar por el primero. Y así año tras año… Nunca deja uno de aprender con él.)

JR-Atrio-carta de vinos

Atrio. PARTE DE TODO ESTO/
carta de vinos

24 de enero

El restaurante de Cáceres Atrio tiene dos estrellas Michelin y una de las mejores bodegas de España. Durante los últimos años, mi amigo Juan Luis y yo les hemos diseñado (o cuidado tipográficamente, lo que prefiráis) su carta de vinos. Más de cuatrocientas páginas dedicadas a botellas que van desde los cuarenta euros hasta los…
Sí, hasta más de 100.000 (cien mil) euros…
Vinos de la época de Napoleón y vinos del presente. Los arquitectos Tuñón y Mansilla proyectaron la elegante bodega, como el restaurante y hotel que se alza sobre ella. Nosotros hemos aprendido mucho sobre uvas, vinos y viticultores durante este tiempo, y hemos bebido algunos de los mejores vinos que recordamos.
Hoy me encontré en una nueva vinatería de Lavapiés a cuatro treintañeros que estudiaban a fondo, y comentaban, nuestra última carta, de un elegante azul (tela, cartoné) que elegimos a partir (era mucho más que una broma) de un jersey que suele llevar Jose, uno de los dueños de Atrio… Nos reímos mucho entonces y también me he reído mucho hoy, “espiando” los comentarios de estos amantes del vino, a ratos casi forofos. Algunas de sus observaciones merecen nota cualquier día… Cuando pasaron a otro tema, me acabé mi garnacha blanca de Tarragona (bastante rica, y a poco más de dos euros la copa) y me fui a la editorial.

26 de enero

¿Té o café? Es la única pregunta que deberíamos responder algunos días.
Hoy, en Madrid, la mañana era de quince grados; al llegar al puerto, con ecos aquí y allá de la última nevada, era de poco más de dos. En ese pueblo que hay junto al puerto había que ”completar” el maletero ya lleno de libros: con pan de trigo y cebada, con ese queso que también venden en la calle Huertas y con leche de las vacas que pastan en estos prados. Desde la puerta del colmado-carnicería, que huele siempre a pimentón y a humo, podía verse cómo en lo alto estaba comenzando a nevar de nuevo.
(Los Lieder de Schumann: la banda sonora para la tarde y la noche. Distintas versiones, pero una sensibilidad que las acerca todas de un modo que ahora no podría explicar…)
La casa estaba a seis grados, hice un fuego gigantesco, me quedé dormido en el sofá frente a él, con la voz de ese tenor alemán que murió joven sonando de fondo. Sonando y soñando tal vez; al menos, yo soñé. Al principio, con las malas noticias de la gran ciudad y los muertos lejanos. Después, cuando todo aquello se fue disolviendo entre las llamas y la realidad se volvió más plácida, soñé con el bosque, el zorro que espiaba a un lado del camino, el cuervo y sus conversaciones. “Ya estamos aquí de nuevo”, le dije al zorro antes de que huyera; “hemos llegado”. Los fresnos ateridos que marcan el sendero estaban pintados del blanco y verde de estos días.

26 de enero

Al despertar hoy, aquella frase de Shakespeare que siempre citaba Robert Frost: “La auténtica virtud del níspero es la de pudrirse antes de madurar”.
(Y no sólo piensa uno en algunas personas o en la realidad… también piensa en la palabra “virtud”.)

26 de enero

El fuego, tras el salvachispas, calienta (e ilumina tenuemente) el saloncito mientras la casa duerme. Si despierto en medio de la noche, me refugio en esos sonidos antes de volver a dormir, confiado: el crepitar del fuego asciende (por las pequeñas rendijas que hay entre los tablones de madera de la segunda planta) hasta el dormitorio. El fuego protege el sueño.
El veterinario era nuevo en la comarca y no conocía esa vaquería. Las indicaciones que le habían dado eran buenas, pero, según dijo, siempre se orientaba mal “al principio”. Su 4×4 estaba limpísimo. “Es nuevo”, me dijo al sorprender mis miradas. “Tienes que seguir hasta un prado muy grande con una parte llena de barro; luego verás, de frente, dos caminos: el de la derecha, que es descendente, te llevará a la vaquería”, le expliqué. Zama se alejó de nosotros para perseguir un rastro. “Seguramente es un zorro”, dije; “últimamente vemos muchos”. El veterinario sonrió y abrió la portezuela para subir al todoterreno. Me dio las gracias y se despidió con un “Ya nos veremos algún día de éstos”. Con la mano izquierda agitó el papel donde yo acababa de anotarle los nombres de un par de bares y restaurantes de la zona que podían gustarle.
Los dos zorros jugaban al sol, la nieve se derretía muy lentamente.
”Desde ese otero”, dijo el pastor de ovejas tuerto y que no cae bien a casi nadie, ”puedes ver dónde estaban las trincheras que hicieron durante la Guerra Civil, parecen un regato en línea recta en vez de en bajada… Algunas ya están cubiertas, las han ido destrozando los camiones que cargan la madera para sacarla del monte o los tractores de la gente que tiene por aquí algo de ganado: alguno se ha llevado hasta las piedras que acarrearon los soldados en su día.“ Me ofreció un cigarrillo que rechacé y encendió el suyo de espaldas al viento. “Esos dos refugios de ahí”, añadió señalando unas construcciones de poca altura, “los levantaron con las piedras de las trincheras.” Silbó al mastín, que se había tumbado al sol pero no perdía de vista ni a Zama ni a las ovejas, y se colocó el gorro de lana para que le tapara bien el cogote.

1 de febrero

Hoy comenzó a nevar al llegar a la casa, mientras descargaba comida, prensa y libros. Me cubrí la cabeza con la capucha de la trenca. Zama corrió por la calleja hacia el prado más cercano después de husmear en el jardín. No eran ni las dos de la tarde. Fui a la leñera y llené el capazo de esparto con piñas secas y troncos pequeños, puse un disco. Los copos eran muy grandes, el viento arrastró algunos hasta el interior de la chimenea: cayeron sobre las llamas pero no apagaron el fuego. Coloqué entonces dos troncos muy gruesos en el centro, llené de agua la tetera, saqué del congelador un guiso del otro día… Me puse las botas para la nieve, Zama corrió como una loca de acá para allá, dos águilas aparecieron en lo alto en cuanto dejó de nevar.
(Huellas de animales por todas partes, silencio, olor a viento del norte. Anuncian una gran nevada para esta noche.)

2 de febrero

Caminos nevados que no llevan muy lejos: de repente, se diluyen en medio del bosque… A un lado y a otro, tan cerca de casa, esos prados con muros de piedra. Fresnos, robles, huellas de zorro. Zama salta los muretes, corre veloz hacia el zorro.
Esta mañana el cielo era blanco y la luz parecía distinta. Nevó por la noche, nevó a la hora del desayuno, nevó a la hora del paseo. El cuervo vino a posarse en el pozo del jardín, no buscaba comida, se quedó quieto mirándome. Yo, tras el cristal de la ventana de la cocina, tampoco me movía. Así estuvimos un buen rato. Dominique A cantaba esa canción tan a propósito, “Sous la neige”.
La nieve cruje, Zama contempla el paisaje desde lo alto de un peñasco. Subo hasta ella con cuidado de no resbalar. Yo también contemplo el paisaje. Los cencerros de un rebaño de vacas suenan muy cerca, junto al robledal.

3 de febrero

A Zama le gusta la nieve. Y también le gustan los arroyos, los lagos, los ríos y los mares. Le encanta nadar, le encanta seguir rastros en la nieve. Hoy, los de zorros, corzos y ciervos. No había huellas de lobos esta mañana, pero sí de cuervos y liebres. “De espaldas”, imita a algunos personajes de las pinturas de Friedrich. No le gusta el frío, pero sí el aire libre; así que a la postre le da igual que estemos a seis grados bajo cero. Corre y corre feliz. Luego dormita frente a la chimenea.

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Héctor Libertella (1945-2006)

6 de febrero

Hace unos años, cuando aún eran baratas, compré las primeras ediciones de todos los libros “antiguos” del escritor argentino Héctor Libertella. Compré dos ejemplares de cada título. Pasó el tiempo y le regalé uno de esos conjuntos a un amigo muy lector que se casaba; hoy me anuncia que se divorcia y que desea devolverme aquel regalo de bodas. “Libertella”, dice, “me deja exaltado y confuso siempre. Tanto como lo hacía ella.”

10 de febrero

Estos días he cambiado las montañas segovianas por los llanos de Cáceres; y también por las calles más antiguas.
Llegué a esta casa y puse un disco que echaba de menos. Busqué un libro de Simenon y otro de Artaud en las estanterías. Busqué un cuaderno de notas nuevo. En Los Barruecos Zama corrió lejos del Lavadero.
Ha llovido un poco… Es domingo. No todo va ser actualidad gritada.

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Mary Karr. Iluminada. Portada: Alex Katz
Periférica & Errata naturae

14 de febrero

A partir de las primeras semanas de marzo estará en todas las librerías la próxima coedición de Periférica & Errata naturae: «Iluminada», de Mary Karr. Es decir, el segundo libro memorialístico que publicamos de esta autora norteamericana. Estamos muy pero que muy contentos:
a) porque es uno de los mejores textos que hemos leído nunca (y no estamos exagerando),
b) por la excelente traducción de Regina López Muñoz (que ya vertió al castellano el primer libro de Karr, «El club de los mentirosos»)
y c) por la portada de Alex Katz, que nos ha costado, como dice el vulgo, «Dios y ayuda». Esto es, un pastón y mil gestiones: de Nueva York a Viena, pasando por Barcelona y Madrid.

Pero nunca se publican libros (salvo catálogos) con portadas de Katz (quizá por lo costoso y los esfuerzos que acarrea)… y este libro autobiográfico brutal y hermoso debía llevar esa imagen en la cubierta. Así lo entendimos (o lo quisimos) tras una de las infinitas lecturas de esta extraordinaria confesión pública de Mary Karr.

Como muchos sabréis, Katz es uno de los pintores más controvertidos de la segunda mitad del siglo XX. Fue ignorado por buena parte del establishment artístico de su país hasta que el prestigioso poeta y crítico de arte de la Escuela de Nueva York Frank O’Hara le comprara dos de sus pinturas. Durante algún tiempo, fue sólo el pintor judío de origen ruso cuya «manera» había influido en las primeras serigrafías de Andy Warhol. Hasta que pasó el tiempo y se releyó su obra… «Pese a la perfecta fachada de sus retratos, en sus cuadros se detecta casi siempre una aflicción mal disimulada, que subraya esa tensión clásicamente norteamericana entre la superficie impoluta y el tormento subterráneo», se ha dicho desde entonces sobre su obra más de una vez (y lo recogía muy bien Álex Vicente en una entrevista con el pintor norteamericano). En 1987, la escritora Ann Beattie firmó un libro acerca de los personajes de Katz, y dijo de ellos: «Son personas que no logran conectar en un mundo de alienación, tristeza y conflicto». «Iluminada», del que volveré a hablar dentro de algunos días, está lleno, además, de humor (muchísimo humor) y verdad y belleza, pero en su anclaje en la realidad también participa el dolor. Ah, sí, esa rima tan literaria y «vital»: dolor y humor. Qué libro tan maravilloso.

17 de febrero

Una recomendación que, insisto, no puedes dejar pasar, amigo, amiga…

Ahora, y durante unos meses, pueden verse en Madrid varias exposiciones de interés, sin duda, pero “La hija del virrey. El mundo femenino novohispano en el siglo XVII”, en el Museo de América (acaban de prorrogarla hasta abril), es “otra cosa”.
A pesar de la precariedad del montaje en algunos aspectos, y del escaso desarrollo de ciertas tesis, es maravillosa.
Quizá se toca demasiado ligeramente la fascinante cultura chichimeca (norte de México), pero aquí y allá se nos ofrecen decenas de rastros para que ampliemos la información por nuestra cuenta: la influencia del delicadísimo tibor (ese jarrón con llave) de la Dinastía Ming que llega gracias al Galeón de Manila e influye en las vasijas mexicanas, como lo hacen también los escritorios japoneses del Periodo Momoyama; los vasos y vasijas de barro portugués; los útiles locales para tatuarse… Dos mundos enfrentados y, en ocasiones, sumados…

23 de febrero

Zama posa en el jardín, en las montañas, junto al ciprés. Esta mañana corría con ganas en el robledal y en los prados. El humo de la chimenea traza dibujos abstractos aún invernales, pues aquí la primavera tardará muchos meses en llegar. En Semana Santa suele nevar, hiela incluso a principios de junio. Hay que tener cuidado con lo que siembras. La música que suena dentro es del siglo XVI, la voz que canta es dulce pero rotunda: en italiano se declara a punto de morir de amor. En la revista que he dejado junto al sofá, Yung Beef habla de personas y mercancías, en el periódico un Falso Ecuánime, otro profeta, repite de nuevo filosofías averiadas. “¡Nos rodean tantos Jeremías!“, decía aquel amigo mío de la adolescencia… La nieve permanece en las cumbres a pesar del sol, huele a Norte y quizá llueva esta noche. Pero no hay viento, el cielo está en calma. Cruje una rama del pruno y Zama corre hasta el sonido, luego se tumba al sol bajo el laurel.

27 de febrero

Como en esta ocasión sólo iba a pasar una noche (unas pocas horas) en Cáceres, no me quedé en mi casa, sino en la de mis padres: así podía cenar y charlar con ellos… Hoy, a las 6 y pico de la mañana, camino de la estación de trenes, la “parte antigua” dormía así.

28 de febrero

Dentro de un par de semanas estará en las librerías uno de mis títulos favoritos de este semestre, “La novela de la Costa Azul”… O cómo se convirtió en mito esa parte del Mediterráneo (y quiénes contribuyeron a ello…)
Una “narración sin ficción“ de 400 páginas llena de momentos memorables.

Traducción de Francisco Campillo, especialista en la obra de Scaraffia.

Giuseppe Scaraffia nació en Turín en 1950. Se doctoró en Filosofía con una tesis sobre la idea de felicidad en Diderot y actualmente es profesor de Literatura francesa en la Universidad de La Sapienza de Roma. Sus sugerentes textos transitan siempre, de manera feliz, entre la erudición y la divulgación: entre otros, La donna fatale (1987), Il mantello di Casanova (1989), Miti minori (1995), Gli ultimi dandies (2002), Diccionario del dandi (Machado Libros, 2009) o Señoras de la noche. Historias de prostitutas, artistas y escritores (Machado Libros, 2015). Periférica publicó en 2015 uno de sus libros más conocidos y elogiados, Los grandes placeres.
«Vertiginosa carrera cuenta atrás de los años más legendarios de la Costa Azul a través de testimonios míticos.» Marco Cicala, L’Espresso
«En el centro de este libro está la idea de cambiar de vida… Para hacerla más amable.» Diego Gabutti, Italia Oggi

«Dos siglos de sexo, alcohol, juego y locuras.» Alberto Mattioli, La Stampa

2 de marzo

La luz, un haz de luz… Hoy, el sol; vendrá otra nevada el próximo jueves. Por primera vez este año, se insinúan algunos brotes, aunque todo es invernal aún. Incluso el sol, a pesar de sus intentos. La temperatura no pasa de trece grados en el jardín. Las esquilas suenan a lo lejos. Las aves sí intuyen la primavera futura y están felices y alborotadas. En la tahona de ese pueblo del puerto había mucha gente: ya en la plaza olía a mantequilla y a nata. Los senderistas cargaban de pan y dulces las mochilas. En un colmado no lejos de allí, compré una col muy verde, que, ya en casa, puse a cocer entera, en una cazuela grande, con patatas y zanahorias. En algunos pueblos de Extremadura esas coles se comen un mes o dos antes de estas fechas, por San Antón: coles con bobo, dicen, por ejemplo, en Brozas. El “bobo” es el estómago del cerdo, que, durante la matanza, se vacía y lava con cuidado para rellenarlo con pimentón, ajo, costillas, tocino, etcétera. Un plato del pasado, claro. Aquí y allá, en todos los pueblos y aldeas de la montaña, en esta otra región, se habla airadamente de la caza, de la falta de lluvias durante febrero y de la derrota del Real Madrid en la Copa del Rey. Todo el mundo se queja de algo, pero las quejas caen ligeras en las bolsas de plástico (que aquí pocos quieren desterrar) junto a los torreznos para freír, las morcillas y el picadillo. “Mañana domingo todo a la lumbre”, dice ya más alegre un sesenton que saliva al pedir otro kilo de chuletillas de cordero: “No vaya a ser que nos quedemos con hambre”.

3 de marzo

Un amigo me pregunta por buenos fotógrafos alemanes “vintage pocos conocidos” para un trabajo… Friedrich Seidenstücker hizo sus mejores fotografías en el Berlín de los años 20 y 30 y en el posterior (ya en ruinas) a la Segunda Guerra Mundial. Estas últimas imágenes son extraordinarias, y también desoladoras. Seidenstücker antes había compartido espacio en periódicos, revistas y libros con nombres de la talla de Franz Hessel o Carl Zuckmayer. Apenas se ha expuesto su obra aquí, a pesar de la recuperación de que está siendo objeto en lugares como Estados Unidos o su Alemania natal. Una interesantísima colección berlinesa privada cobija parte de su trabajo sobre el Berlín bombardeado por los aliados, y en España un par de colecciones también privadas han conseguido algunas fotografías de un periodo tan fértil culturalmente como nefasto políticamente al fin: la República de Weimar.

6 de marzo

Amigos, amigas: tenemos el placer de invitaros a un acto muy importante para la Editorial Periférica y Errata naturae: por primera vez, una de nuestras coediciones se lleva a cabo en catalán (ojalá sea la primera de muchas…). Se trata de «El club dels mentiders» (traducción de Núria Molines Galarza), de Mary Karr, un clásico contemporáneo de la literatura norteamericana que ya habíamos publicado en castellano con una extraordinaria acogida. Además, lanzamos simultáneamente otro título de Karr igualmente mítico: «Iluminada», nunca antes vertido al castellano (ahora en versión, como «El club de los mentirosos», de Regina López Muñoz)…

Nos acompañarán en la mesa de presentación/celebración dos escritores radicados en BCN que en su día a día actúan también como «agentes dobles» (desde el periodismo o desde el mundo del arte contemporáneo): Llucia Ramis y Valentín Roma.

Será el próximo día 12 de marzo, martes, a las 19:00 horas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. La entrada es libre (hasta completar aforo). Gracias por tu complicidad.

9 de marzo

Generalmente, los viernes trabajo tres horas por la mañana en la editorial antes de salir hacia las montañas. Ayer, pasé en el despacho sólo una hora. Zama se tumbó a mis pies mientras yo respondía algunos correos y revisaba unas galeradas que debía llevarme impresas para leer durante el fin de semana.
En esta casa no hay televisión, no hay wifi; sólo piedra, mucha piedra, y madera, mucha madera. De sabina (con su olor tan especial), de roble. Libros y libros ocupan estanterías y rincones. Los últimos en sumarse han sido dos que posiblemente coeditaremos Periférica & Errata naturae dentro de tres años.
En la ”excursión” de esta mañana a esa aldea (tan apartada como encantadora) que no conocía, nos cruzamos sólo con un zorro (los hay a decenas por estos caminos) y un anciano (llevaba un haz de leña a sus espaldas). El anciano me respondió: “El empalme está a kilometro y medio, no tiene pérdida”. Luego, como el que te da paso, dijo con una sonrisa: “Venga, venga”. Lo acompañaba un perro peludo y juguetón. Dos águilas pasaron a muy pocos metros de altura; al fondo del pequeño valle media docena de buitres sobrevolaba una minúscula laguna, casi charca. La ermita que había en medio del campo conservaba algunos bellísimos (muy pocos) elementos románicos. La vegetación no era de montaña, sino de media montaña (como suelen decir algunos por aquí, con expresión ciclista), el paisaje era muy hermoso. El silencio lo ocupaba todo, el sol refulgía, el agua que corría en los riachuelos lo hacía lentamente.
El lunes me levantaré a las siete de la mañana, llevaré a Zama un rato a los prados cercanos, a las once estaré de nuevo en Madrid, en la editorial. El martes iré en tren a Barcelona.

JR-JarronesDavid

Jarrones David

10 de marzo

Éstos son los dos jarrones más famosos del mundo, los jarrones chinos de Sir Percival David, un personaje que siempre me ha intrigado… Los guarda el Museo Británico en una sala espectacular: la que alberga toda la colección de cerámica china de Sir Percival, compuesta por 1.500 piezas. La historiadora Cinta Krahe Noblett describe así (de arriba abajo) los dos jarrones de la dinastía Yuan en el último número de la revista Historia National Geographic (apenas he cambiado alguna palabra, el texto en sí ya es un poema… chino):

Registro de crisantemos, símbolo del otoño y de la vida retirada del sabio chino.

Borde decorativo de hojas de platanero con bordes serrados.

Asas con forma de cabeza de elefante, símbolo de fuerza y de felicidad.

Pareja de aves fénix con las alas desplegadas sobre un fondo de nubes, símbolo de la suerte, la abundancia y la longevidad.

Banda de flores de loto, símbolo de pureza.

Dragones de cuatro garras, símbolo de buen augurio, del punto cardinal Este, del agua y de la primavera.

Olas rompientes con las crestas lobuladas.

Banda de peonías, símbolo de la belleza femenina y de la riqueza.

Pétalos de loto invertidos.

11 de marzo

De cuando en cuando, sobre todo si se trata de volúmenes extensos o muy extensos, imprimimos unos miles de cuadernitos-adelanto con varias páginas del libro futuro. «La novela de la Costa Azul» llegará pronto a las librerías; el adelanto (de distribución gratuita) ya está en muchas de ellas. Para abrir boca, dirían algunos… (Van llegando los ecos a la editorial…)

14 de marzo

Los fieles… Por y para quienes trabajamos:

Hace unos meses conocí en Valencia a una lectora que compró el primer título de Periférica diez años atrás para regalárselo a su novio de entonces y, a partir de ese momento, se había hecho ella misma con unos cien.

Hace unas semanas conocí en Sevilla a un lector aún muy joven pero que tenía ya en su casa más de cincuenta títulos de Periférica. Entre ellos, todos los de nuestros autores latinoamericanos, que seguía fervorosamente.
Hace unos días conocí en Barcelona a una lectora que conocía a la perfección, gracias sobre todo a distintas bibliotecas, el catálogo de Periférica. Aseguró haberlos leído todos.

Hoy he conocido (por email) a un lector, estudiante universitario, que acaba de empezar un trabajo de investigación o tesina o proyecto de fin de carrera o… sobre “la evolución de algunos aspectos de la realidad española y sus jóvenes” (etcétera) a partir de tres libros: “El viaje a pie de Johann Sebastian” de Carlos Pardo, “Retrato del futbolista adolescente” de Valentín Roma y “Cosas vivas” de Munir Hachemi.

JR-George Vernon Meredith Frampton

George Vernon Meredith Frampton, retrato.

16 de marzo

Desde hace dos o tres años se ha producido en Gran Bretaña el “redescubrimiento“ de un retratista que alcanzó la cumbre de su talento, como dice el tópico, antes de la Segunda Guerra Mundial: George Vernon Meredith Frampton (1894-1984). Y no ha sido a través de exposición alguna, sino gracias a las obras de Nabokov… Todas ellas han sido reeditadas por Penguin, en su serie Modern Classics, con pinturas de Frampton en la cubierta.

18 de marzo

Me gustan especialmente los museos pequeños, y uno de mis favoritos es el parisién Cernuschi, consagrado a las artes del Lejano Oriente, en especial a China, Japón, Corea y Vietnam. Hoy soñé que estaba allí de nuevo, pero no era un día casi primaveral como éste, sino que diluviaba y el viento arrastraba los paraguas hasta el cercano Parc Monceau. Me gustan los museos que ponen en marcha en solitario los buenos coleccionistas. Henri Cernuschi legó su colección y el lugar donde la albergaba, su ”pequeña” (dicen algunas guías locales) mansión, a la ciudad de París. Según recuerdo, la entrada es gratuita (salvo para visitar las exposiciones temporales). Según recuerdo, tiene algunas de las mejores piezas chinas y japonesas (delicadísimas) que he visto.

19 de marzo

Dentro de muy poco en todas las librerías:

Uno de los grandes escritores en alemán del presente y la historia real de una joven asesinada durante la dictadura argentina.

Todo lo que se cuenta en estas páginas sucedió así. Todos los nombres propios son reales. No hay ficciones en esta extraordinaria y conmovedora narración, historia con minúsculas dentro de la Historia con mayúsculas.

8 de abril de 1977 en Mendoza, una tranquila ciudad argentina al pie de los Andes. Es el último día de vida de Gisela Tenenbaum, de veintidós años, descendiente de judíos austríacos emigrados a América a causa del nazismo. Gisela, Gisi, es buena estudiante y deportista, hermana e hija ejemplar, militante contra las injusticias que asolan su país, cifradas en parte en el golpe de estado de 1976… En un texto prodigioso, sin maniqueísmo alguno, Erich Hackl reconstruye su vida y sus últimos días; y deja que el futuro asome de cuando en cuando para dar voz a los silenciados.

SOBRE EL LADO VACÍO DEL CORAZÓN:
«La microhistoria de la familia Salzmann ejemplariza un siglo XX desbordado por el sufrimiento causado por políticas nefastas y odios ideológicos todavía no extinguidos, sino todo lo contrario, pues la zarpa del totalitarismo alcanza hasta nuestros días. Hackl sabe contarlo.» Luis Fernando Moreno Claros, El País
«Hackl actúa como lúcido y melancólico detector de la injusticia, dentro de la extrema marginalidad de la Historia. Se trata del sufrimiento ignorado de las víctimas, no sólo inocentes, sino invisibles, cuyo calvario silencioso y anónimo va creciendo ante los ojos del lector.» Mercedes Monmany, ABC
«La riqueza de registros es el gran acierto de este libro, que pasa de la objetividad informativa con datos y fechas a las afirmaciones de los protagonistas y opiniones del autor. Es entonces cuando la luz entra por las grietas para iluminar lo más individual, lo más humano.» Sagrario Fernández-Prieto, La Razón
«Un relato emocionante y potente en el que el seguimiento de una familia marcada por la persecución permite contar la historia de un país y la de Europa. El respeto de Hackl hacia sus personajes es tremendamente conmovedor: no los compadece ni trata de ocultar sus aristas. Con un estilo sobrio mezcla diferentes materiales para componer este bello retrato que encierra lo mejor y lo peor del ser humano.» Aloma Rodríguez, Ahora Semanal
«Documentos y fotografías son los elementos a través de los cuales la narración se va estructurando en una prosa impactante y precisa que oscila en permanente equilibrio entre la insoslayable crudeza y la paradójica belleza.» María Teresa Lezcano, Sur
«Como sucede en toda la obra de Erich Hackl, la búsqueda familiar se convierte en la descripción de un gran fresco de la historia de Europa, donde los personajes se mueven en medio del terror nazi, de la persecución y del compromiso político llevado con una fe ética envidiable en momentos de trágica dureza.» Jon Kortazar, El Correo
«Hackl levanta una historia verdadera, basada en sucesos reales. Los diversos pormenores familiares están trenzados a un ritmo vertiginoso, ciñéndose a los hechos terribles, con un instinto narrativo indudable.» Fermín Herrero, El Norte de Castilla
«Es difícil abandonar un libro tan bien trenzado, al que parece no sobrarle nada.» Alfonso Vázquez, La Opinión de Málaga.

La chica de la cubierta es la propia Gisi, claro. Fotografía del archivo familiar de los Tenenbaum.

19 de marzo

Y para los que acabáis de preguntarme «en privado» o «por privados» sobre el próximo libro de Pastoureau: lo publicaremos en mayo de este año, con traducción, de nuevo, de Laura Salas Rodríguez. En la colección Fuera de serie, como el anterior de Pastou («Los colores de nuestros recuerdos»).

Este libro no tiene la ambición de ser una historia general de los animales, sino una historia particular, rica en anécdotas tanto para el «especialista» como para el «simple» lector curioso.

¿Qué tienen en común el caballo de Troya y los jabalíes de Obélix con el monstruo del lago Ness? ¿Qué sabemos realmente de los animales de la Biblia (la serpiente del pecado original) y de la mitología (el Minotauro)? Gracias a su cordial erudición, Pastoureau nos informa, como en una conversación que no quisiéramos abandonar nunca, sobre economía y relaciones sociales, sobre religión y tradiciones… Con un lenguaje que nos hace «cómplices» de los que se no está contando.

La loba romana que amamantó a Rómulo y Remo, la ballena de Jonás, el asno de Buridán, los elefantes del cartaginés Aníbal, el rinoceronte de Durero, el bestiario de las fábulas de La Fontaine… Incluso Mickey Mouse o Donald y Milú (el fox terrier amigo de Tintin)… O Dolly, la oveja clonada.

23 de marzo

En las montañas. El pruno del jardín ha comenzado a florecer, hay ya brotes en los sauces, los rosales ingleses reviven (las rosas serán del mes de agosto). Siete grados a las diez de la mañana, sol, un poco de viento. Zama, inmóvil como una estatua, espía el tejadillo del cobertizo por si aparece la gata silvestre. Bach en Radio Clásica, en la chimenea arde la leña de encina y unas ramas de fresno viejo recogidas durante el paseo, una brazada. Estalla una piña, suena el teléfono como respuesta: “buenos días, ¿qué tal por ahí?”. Me siento al sol en el brocal del pozo, Zama viene a tumbarse a mis pies, le acaricio la cabeza mientras se rasca la espalda agitándose en la hierba. Abro el libro por la página donde lo dejé anoche.

Recordaba ese cuadro mientras sonaba esta música En esta verdión. Cáceres, anoche, poco antes de dormir.

[Franz Liszt, Complete Works for Cello and Piano, Guido Schiefen, Eric Le Van]
JR Capitulo 10

Julián Rodríguez. Cuaderno de notas, «Capítulo 10»

24 de marzo

“¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?”, dice un verso de Yeats. Dormitaba al sol en el jardín, con una manta de viaje encima, y los sueños (tan cortos) eran como polaroids. Desperté y “dibujé“ el último, o el único que recordaba, en ese cuaderno donde voy anotando otros de cuando en cuando. Una de las revistas que leía antes de dormir se había deslizado desde la tumbona y había vertido el agua del vaso sobre la hierba. Por la noche quería volver a Boecio, pues cada poco, y para un “experimento futuro”, sigo tomando notas de ese libro que he leído tantas veces: “¿Por qué, mortales, buscáis en el exterior la felicidad que se encuentra en vuestro interior?”… De nuevo pondría la música de Sequentia. Pero ahora no, entonces no: con el sol, el canto es sólo de las aves, y el viento mece algunas ramas que hacen sonar también su música.

Las noches y las mañanas (a primera hora) son aún frías y hay que hacer fuego. En la leñera…

Los sueños… En uno soñé con esa fábula africana y oriental del burro y el pozo… Era muy real.

25 de marzo

Tenía ganas de leer este libro, y Enrique Redel (colega, y mucho más, en Contexto desde hace diez años) me ha dado una gran alegría hoy. “Virginia Woolf atiende el jardín un día de mayo, y eso me hace pensar en la curiosa relación de proximidad que existe entre la jardinería como realidad y como metáfora”, he comenzado a leer a la hora del almuerzo… Los lunes vuelvo a Madrid desde las montañas, pero durantes unas horas “sigo” allí, sobre todo en el jardín. Hoy charlaba en la editorial con otro amigo, Álvaro Perdices, sobre las heladas futuras y los iris morados y la escasez de lluvias este año. Hablamos de los frutales… y de los chopos de su pueblo durante estos agostos secos. Es lunes y he de trabajar más de la cuenta, pero espero que se haga ya de noche para volver a Penelope Lively. ¿Vida en el jardín? Ayer mismo conecté al pozo la bomba de los grifos exteriores para el riego; salió el agua a grandes borbotones, Zama corrió hacia uno de los grifos que había purgado en noviembre para que no se helaran las cañerías durante el invierno (no lo había cerrado aún). Sin agua no hay vida, sin libros tampoco hay vida.

 

26 de marzo

Cabeza de mujer yacente.

Mármol esculpido hacia 1400 por un miembro del círculo de André Beauneveu, escultor y miniaturista francés.

(Menos de treinta centímetros de longitud.)

30 de marzo

En el Valle Oculto, a unos kilómetros de esta casa de las montañas, hay una pequeña aldea de piedra y madera escondida entre álamos y fresnos. Hay un riachuelo y una ermita románica en medio de un bosquecillo de sabinas. Hay una chopera que separa los prados de un camino encrespado y ascendente que lleva hasta nadie sabe dónde. Hay un cementerio minúsculo con veinte tumbas tan sólo. Hay, a las afueras de la aldea, una fuente de agua cristalina y helada del siglo XVII (eso dicen los números romanos). Hay un olmo, sólo uno. Dos águilas vigilan el cielo; un zorro (al menos), los caminos. En el Valle Oculto no funcionan, por falta de cobertura, los teléfonos móviles, y sólo pueden sintonizarse dos canales de televisión (los públicos). No hay tienda alguna en veinte kilómetros a la redonda (de carreteras estrechas y llenas de curvas, con profundos socavones). Tres días a la semana viaja hasta la aldea con su viejo Land Rover un panadero; los miércoles, el pescadero con sardinas, boquerones y pescadillas (el resto está congelado). En el Valle no viven ni diez personas, dos de ellas en una granja a la que sólo puede llegarse en 4 x 4. A los lugareños, eso aseguran ellos, les gusta vivir allí; alejados de todo, de todos.

La anciana que barre la calle (únicamente el espacio al que da sombra la fachada de su casa) sólo tiene un capricho de vez en cuando, ”dos o tres veces al año”, y es el panadero quien se ocupa de su encargo unos días después: un paquete de tortas de aceite Inés Rosales. Su hija le trae de Madrid el resto de cosas que necesita a diario (la visita, al menos, un par de fines de semana al mes).

30 de marzo

Mi cuñada, Anatxu Zabalbeascoa, crítica de arquitectura, urbanismo, interiorismo, etcétera, desde hace muchos años en El País (también ha ejercido en La Vanguardia, Artpress, Artforum, Domus…), fue nombrada hace unos días Colegiada de Honor por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, así que allá fuimos la familia y amigos para celebrarlo con ella.
Hoy, la revista ICON la entrevista con esa “percha“. Me gusta, pues es lo mismo que he pensado siempre de su trabajo como crítica, una frase que “introduce” la conversación: su mayor logro hasta la fecha (más allá del apabullante currículo) es “ser una voz crítica y al tiempo respetada”. Me gusta también que haya elegido para el retrato la mesa de la cocina (abierta) de su casa y no el escritorio de su despachito. Si alguien sabe de lugares donde uno se siente cómodo para hablar o dejarse fotografiar es Anatxu. Y nada mejor para ello que la cocina, donde tantas veces se reúnen las familias y los amigos.

31 marzo

Anuncian nevadas para la semana que viene, así que Zama aprovecha los últimos rayos de sol de estos días. Ha ido a buscarlos al rincón donde crecen los robles en sus macetas antes de ser trasplantados. Lloverá dentro de poco, el viento del norte ya sopla y trae el olor de la lluvia. “Os espero, nubes negras, limpiad la atmósfera de esta ciudad. Pues amanece entre humo y calor de alcantarilla y necesitamos pureza”, escribe Adrienne Rich en ese texto. Leo varios de sus artículos, unas notas; releo dos o tres poemas luego. Caen algunas gotas de lluvia. Salgo al jardín, ha bajado la temperatura, hace frío y Zama quiere entrar en casa; se tumba frente al fuego. Afuera, todo se oscurece… Recuerdo, mientras se acerca la tormenta, el poema de José Emilio Pacheco:

Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.
Toda la noche estaba en esa humedad sombría
que de repente
iluminó la luna.

Chaucer citado por Bostridge: “Ella parecía un halcón peregrino / de un país extranjero”.

JR-figirafemenina-egito

Figura femenina, Egipto

1 de abril

Figura femenina con los brazos levantados.
Egipto, 3450-3300 a.C.
Arcilla pintada y cocida. 26,5 x 15,1 cm.

2 de abril

Como la semana se presentaba durilla, lo mejor era, como diría el castizo, «ponerse el parche antes de la herida». Así que ayer fui al Teatro Lara para ver en directo por enésima vez (aunque nunca es suficiente) al inconmesurable Dominique A: dos horas «acústicas y eléctricas» y uno de sus mejores conciertos españoles recientes. Quizá también porque su último disco, La Fragilité, es, en conjunto, uno de sus mejores trabajos, un disco con ecos de aquel primer clásico por el que lo conocimos, Le mémorie neuve (de hace más de veinte años, y cuyo tema homónimo tocó anoche en directo por primera vez desde entonces, según contó en el escenario).
Antes de los dos bises, hubo tiempo de sobra para viejos temas ineludibles como «Immortels», «Pour la peau», «Dans un camion», «Antonia» o «Le courage des oiseaux», y para los nuevos, maravillosos y sosegados hits del disco último («Le temps qui passe sans moi», «Le silence des campagnes», «J’avais oublié que tu m’aimais autant» o «Comme au jour premier», entre otros). Dominique, claro, hizo el chiste, algo así como: «Después de esta canción, una más tranquila, que soy un señor de cincuenta años». Meritorio equipo técnico francés (luces, proyecciones y efectos de sonido) para un gran concierto de dos horas y uno de los mejores cancioneros europeos del presente. Entre la rabia, la desolación, la melancolía y su particular «promesse de bonheur».

2 de abril

En unas semanas:

Uno de los textos crepusculares de Dickens que más me gusta. De hecho, siempre me hizo pensar y conmovió (apenas se había traducido hasta nuestra versión ilustrada de hace años). Ahora con un estupendo epílogo (Ferlosio ahí, en esas páginas finales, como es debido; ahora casi homenaje) de Rafa Reig.

Nadie podrá dejar de amar y compadecer a George Silverman una vez conozca su historia, la que narra esta fascinante novela corta, una de las menos conocidas pero más bellas de su autor, el gran novelista británico del siglo XIX. George es pobre y siempre tiene hambre; ha pasado su corta existencia en un lúgubre sótano; sus padres acaban de morir… Pero, por fin, va a salir al exterior; a una vida más pura, como insinúa cínicamente su nuevo tutor, el Hermano Hawkyard, uno de esos personajes dickensianos tan inolvidables como retorcidos. En el «exterior» conocerá otras formas de desconsuelo, pero también el amor.

«La declaración de George Silverman es una breve novela perturbadora, hipnótica, que no pude dejar de leer hasta que llegué a la última escena. (…) Esta inolvidable novela de Dickens está, para mí, entre sus grandes obras, y no sólo eso: es una de las más inquietantes y modernas que podemos leer hoy en día.» Del epílogo de Rafael Reig
«En los sacrificios de George Silverman querremos reconocernos todos antes o después.» G. K. Chesterton.

5 de abril

Hoy a las dos de la tarde ya estaba Zama disfrutando de la nieve. Y yo con ella. Trabajos, contratos, hospitales, propuestas, deadlines… todo se desvanece, se congela literalmente. No hay viento, no hay ruidos en esta campos: sólo el sonido en sordina de algunas esquilas, o el batir de las alas de los cuervos. El mundo se detiene, según el tópico… Releo la línea que anoté la otra noche en el cuaderno que hay sobre la chimenea: ”El destino es carácter, escribió Novalis”.
Un día más.
Hemos vuelto, aquí estamos. Una propina, como dice el verso.

La nieve de abril (aquí nieva hasta mayo) se funde en cuanto el sol primaveral calienta sin la interrupción de las nubes durante un par de horas. Pero aún nieva, y lo hará de cuando en cuando hasta el lunes.

6 de abril

Nevaba cuando desperté hoy a las siete de la mañana, pero aún estaba a oscuras el jardín. Encendí las luces del exterior para ver cómo caían los gigantescos copos. Zama bajó a comer en cuanto oyó ruido en la cocina. Me abrigué, busqué una de mis ushankas (desabotoné las orejeras) y un par de guantes viejos. La abracé para que entrara en calor: nos quedamos fuera unos minutos, en el banquito de madera del jardín, bajo la nevada. Ella trataba de soltarse para saltar y corretear, pero yo quería que nada tocara el perfecto manto de nieve fresca. La saqué a la calleja y nos fuimos (había claridad suficiente); un paseo corto, de media hora. A Zama pocas cosas le gustan más que la nieve (salvo nadar en ríos, lagos o mares): corrió lejos siguiendo las huellas de algún zorro o corzo; la dejé ir, luego silbé y vino enseguida, jadeaba contenta. De vuelta en casa, hice estas fotos: había dejado de nevar y el sol había encontrado un hueco entre las nubes. Incluso había hecho acto de presencia el petirrojo.

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Nieve en abril
Foto: Julián Rodríguez

6 de abril

Cada media hora, un ”golpe de nieve”, como decía Cendrars en aquel poema tan moderno y tan antiguo. Cuando dejan de caer los copos reaparecen las aves. Hay huellas de animales por todas partes, Zama no sabe cuáles seguir: va y viene de acá para allá, hasta el bosquecillo de acebos, hasta el riachuelo. Se mete en el agua y cruza al otro lado: en la orilla escarba tratando de invadir una madriguera. Me la llevo lejos, más abajo, junto a la Poza Seca (ahora no, sólo algunos veranos). Sigo caminando, ella trota, espanta a un milano. Pasan dos todoterrenos verdes de última generación en dirección a las cumbres. Casi nos sacan del camino por el que regresamos a casa. Los ocupantes van vestidos con colores fluorescentes, llevan gafas de sol y gorros de colores chillones. En invierno, siempre se pierde alguien en la montaña durante algunas horas, se alejan de las viejas sendas y se adentran en la parte del bosque a la que no llegan las madereros. En lo escasos bares de los pueblos cercanos, los lugareños hacen apuestas mientras comen torreznos: ¿Los encontrarán antes de que anochezca o no? Hace frío, no parece primavera. Nieva y nieva.

7 de abril

Ha desaparecido la primavera, el invierno está de nuevo aquí. Cinco grados bajo cero a esta hora. Ha caído otra nevada al amanecer. La chimenea está repleta de leña, las llamas son muy altas. El cuervo se ha posado en el tejadillo del cobertizo: miradlo ahí, inmóvil desde hace una hora. El azul de la nieve antes de la claridad (Zama se ha alejado un centenar de metros cuando hemos salido a contemplar los prados, las cumbres) ha dejado paso a un blanco lleno de matices, quizá porque algo del color de esta estación late bajo la nieve. Nevada de abril… Me equivoqué: nada parece derretir, fundir, el paisaje. No hay nubes pero tampoco hay sol, el cielo es gris; como una sábana o un lienzo bien extendidos cubre el horizonte. Huele de un modo especial cuando rozas algún arbusto congelado y se rompe un tallo. Me ha acercado hasta los rosales: los que yo mismo trasplanté hace un par de temporadas no resistieron las grandes nevadas (las mayores en cuatro décadas) del año pasado, pero éstos, traídos del norte de Inglaterra Dios sabe cuándo, lo resisten todo, y a finales de agosto ofrecerán sus grandes rosas otoñales. También he visto nevar sobre ellas.

10 de abril

Una estupenda noticia para compartir con vosotros:

El Gremio de Libreros de Gipuzkoa, al que queremos dar las gracias públicamente, acaba de conceder el Premio Euskadi de Plata a uno de nuestros libros más queridos del año 2018: «Cárdeno adorno», de la escritora austriaca Katharina Winkler.

Como señala en su carta el propio Gremio, dicho galardón reconoce «la excelencia literaria de la novela, tanto por su calidad narrativa como por el tratamiento elegante y lírico de un tema tan delicado y actual».
«Cárdeno adorno», traducido ya a varias lenguas, es una de las obras narrativas en alemán más destacadas de los últimos años. Se trata de una primera novela que exhibe un lirismo contenido que no oculta o disimula lo terrible de los hechos narrados en sus páginas. Un libro soberbio que ha obtenido un reconocimiento unánime de la crítica, y de muchos lectores, en buena parte de Europa.

Con anterioridad a Katharina Winkler (que visitará San Sebastián en mayo para los actos de entrega y presentación del premio) han sido galardonados nombres como Mircea Cartarescu, James Rhodes, William Finnegan o Vivian Gornick.

La galería, ya sabéis, está en San Lorenzo, 11. Por cierto, quiero dejar aquí un dato, creo, de interés: aunque los grandes conjuntos de fotografías de Ribalta no son para todos los bolsillos, je je, y por eso pasan «en grupo» a colecciones tan relevantes como las del Reina Sofía, Banco de España, Helga de Alvear, etcétera, etcétera, sí que podéis haceros con alguna de sus estupendas fotografías (siempre analógicas, «pasadas a papel» por él mismo en su laboratorio, gelatinas de plata, tiradas muy cortas…) por un precio más que asequible. Os sorprendería incluso… No dejéis de preguntar en la galería y animaos… Quizá no podréis comprar todo el proyecto, pero sí un par de las piezas que lo constituyen.

11 de abril

Una de las mayores alegrías de los años en Casa sin fin, nuestra galería de arte, fue trabajar con Jorge Ribalta; para mí, uno de los mejores fotógrafos de su generación (de este o de otro país, tanto da).

Hoy, precisamente, inaugura su nueva expo: presenta en la galería madrileña Elba Benítez uno de sus proyectos más ambiciosos, titulado «Renacimiento. Escenas de reconversión industrial en la cuenca minera de Nord-Pas de Calais» y expuesto con anterioridad en Francia (no os perdáis el libro, en el que colaboró Casa sin fin, sobre estos trabajos).

«”Renacimiento” examina la conversión de las infraestructuras obsoletas y el alterado paisaje de Nord-Pas de Calais, una antigua y vasta región minera del norte de Francia, en un nexo de instituciones culturales, intercambiadores de transporte, centros comerciales y nodos del nuevo trabajo inmaterial global. Realizadas durante la primavera de 2014, las fotografías de este proyecto -172 en total- están organizadas en secciones geográficas y conceptuales que muestran artefactos históricos, edificios y obras en construcción, archivos y materiales de archivo, individuos y paisajes.»

12 de abril

Zama está de vacaciones de Semana Santa. No la molesten, por favor.

13 de abril

Otra noticia para compartir:

Periférica acaba de obtener el Premio Fomento de la Lectura en Extremadura.

(En la categoría “mejor iniciativa para el fomento de la lectura desarrollada por libreros, editores, asociaciones e instituciones públicas o privadas en 2018”.)

Gracias.

13 de abril

Una recomendación… Un estreno “de ayer mismo” mal titulado en castellano:

He leído varías críticas entusiastas que se alejaban demasiado de lo que es a mi entender “A la vuelta de la esquina”, tercer filme del alemán Thomas Stuber. Otras críticas, por el contrario, eran condescendientes y se empeñaban (en el caso patrio) en minusvalorarla, insistiendo en que resultaba ser peor que algunos trabajos españoles nacidos de un impulso quizá similar… Para mí, sin embargo, ésta es una pequeña gran película (valga el fácil juego de palabras) sobre un tema mal tratado y maltratado por lo general en este tiempo, y en todas las artes: la clase obrera.

¿Todo lo que se cuenta en ella es nuevo u original? No, por supuesto. Ni falta que hace.
¿Eran necesarias dos horas para narrar esta historia que “surge” en un hipermercado y protagonizan coralmente varios reponedores, una máquina de café contra un mural caribeño y media docena de elevadoras? Sí, eso creo.
¿En verdad puede mostrarse la realidad de este cambio de siglo lejos de los espacios de trabajo? En mi opinión, no.

(Por cierto: la ausencia de banda sonora “convencional”, ese silencio sostenido, es un acierto, y las piezas musicales que suenan en algunos momentos están perfectamente elegidas: son también narración.)

Quizá toda las imágenes y tráilers y cartelería que acompañan el estreno se centran demasiado en uno solo de los aspectos de la peli, y no en los más importantes. De alguna manera, ese “envoltorio” parece (pretender) dulcificar los verdaderos mensajes…

14 de abril

Ha llovido esta noche y el jardín huele a tierra y a hierba mojadas. El sol va y viene… En realidad, son las nubes las que vienen y van. Es un sol tímido, agradable. Sentado en el banquito, releo un libro de Le Goff que recordé el otro día en el cine, durante la proyección de “A la vuelta de la esquina”. Hace poco, llené la maleta en Cáceres, donde guardo decenas de películas, con una buena selección de cine negro francés anterior a los años 80. (Para algunas de las noches de Semana Santa…) Esta mañana, cuando dejé la lectura y me puse a cocinar, traté de elegir mentalmente por cuál había que empezar ese “ciclo”. ¿Por el gran Jean-Pierre Melville o por el ex convicto, y colaboracionista durante la Ocupación, José Giovanni? Para hacer el arroz sofrío dos dientes de ajo, un poco de tomate rallado, las yemas de los espárragos verdes, los corazones de alcachofa apenas cocidos previamente, el pimentón… Saco del congelador medio litro de caldo de verduras que preparé el otro día. Casi al final de la cocción añadiré el bacalao desalado y las espinacas. En la radio suena una ópera de Porpora, Zama se cuela desde el jardín para que le dé algo de comida.

JR-revistadadaistaextremadura

En España Ya Todo Está Preparado Para Que Se Enamoren Los Sacerdotes.
Año 1—Mayo, 1931—Núm. 1

18 de abril

“Anarquista, surrealista, dadaísta.” Eso dicen de esta revista fundada en 1931 por Herrera Petere (el autor de “Cumbres de Extremadura”, etc.) y el pintor Díaz Caneja. Fernando Pérez, a quien echo de menos, y yo dedicamos muchas tardes de conversación al escritor de Guadalajara muerto en el exilio, en Ginebra. Una tarde llevé a casa de Fernando un ejemplar de la revista, que yo había conseguido por azar en Sevilla hacía unos años. Recordamos también aquel día el texto que María Zambrano escribió a la muerte de Petere y leyó en su entierro.

20 de abril

HERMANOS

Anoche estudiaba, como cada poco, sobre la literatura y el arte ligados a la Naturaleza y leí un interesante artículo guri sobre elllos. Los hermanos Achenbach, aquellos dos artistas germanos amantes de la “naturaleza desatada” (el verano último pude ver varias obras suyas en Hamburgo)… El cuadro de la izquierda lo pintó Oswald (quien, por otra parte, sentía devoción por el Grand Tour y por Italia); el de la derecha, su gran faro y maestro, Andreas. Ambos militaron primero (cada cual a su manera) en las filas del Romanticismo, pero finalmente se les ha considerado parte esencial (o iniciadores) del Realismo alemán.
27 de abril

Salgo de casa a la calleja, al camino, dejo a un lado los muros del jardín, Zama corre, corre hoy muchos metros delante de mí, la pierdo de vista, ni una nube en el cielo de la mañana, los milanos vigilan desde lo alto los prados, ratones y topos se esconden, un zorro adulto, de pelaje entre rojo y gris, se escabulle en el camino del regato y Zama lo persigue hasta cansarse, Leslie Stephen escribe esa frase, “un caudal de luz mágica”, poco antes de morir, en las sombras aletea el cuervo unos segundos y luego alza el vuelo, cinco grados y medio al salir y siete al volver, cuando sobra la bufanda, el robledal huele hoy a algo parecido al almizcle, los animales festejan las noches sin lluvia, rastro y aromas nuevos de la estación confunden a Zama, el fuego nos espera dormitando: un resto primitivo en la chimenea.

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Zama en reflexión
Foto: Julián Rodríguez

Zama en su jornada de reflexión. Aunque ella ya tenía muy claro el voto…

28 de abril

Me gustan las malas hierbas. Las “no previstas”, escribió Bonnefoy. Se apoderan del jardín del mejor modo posible. No hay que arrancarlas, nunca hay que segarlas. “Sobreviven incluso a lo fatídico”, por usar otro verso. Pensaba en ellas esta mañana, en el primer paseo del día, camino del robledal. Dos fresnos estaban atravesados en el sendero, un poco más allá de la vaquería, donde JC trajinaba con sus animales. Lo saludé con la mano, uno de sus perros vino junto a Zama, corrieron un poco persiguiéndose. El viento de estas madrugadas desgaja algunas ramas secas de los árboles… Había mucha animación en ese pueblo de la tahona. Antes de que, a las doce, el sol calentara por primera vez en estos días. Los ocupantes de un par de todoterrenos japoneses compraban hogazas y miel y rosquillas fritas antes de regresar a Madrid para votar. Los ocupantes de un viejo renault blanco esperaban, tras ellos, su turno en la cola. Pidieron pan de centeno y trigo y un tarro de miel ”de bosque”. Yo compré mantequilla de Soria, leche fresca y un bollo de pan dorado y crujiente. (Casi como un tópico. Así es siempre el pan en algunos relatos.) Sobrevolando la carretera, que atraviesa una parte de la comarca y discurre en paralelo a las montañas, había buitres y más buitres. Al girar hacia el camino que lleva a casa, y tras atravesar un par de “barrios” (así llaman aquí a las pedanías -en realidad, aldeas de un solo habitante en algunos casos-), vi otros dos buitres, estaban posados junto a un animal muerto. El ruido del motor los ahuyentó. “Han vuelto a bajar los lobos esta noche”, me dijo luego JC. El ganado muerto no era suyo, sino de ese matrimonio malencarado que siempre mira con cara de pocos amigos a Zama y pastorea sus ovejas casi con rabia, los dueños del mastín loco, una pareja que ya he citado aquí antes y suele montar gresca en el bar de la carretera nacional.

CocoFronsac-colage

Coco Fronsac. Chimères et Merveiles, Le rêve de l’éléphant blanc 2008

30 de abril

Piano piano, Coco Fronsac (Francia, 1962) se ha convertido en «una creadora al margen, “rara” en el mejor sentido, poco habitual, heredera tanto de Max Ernst, del collage surrealista, como de Marcel Duchamp, de cierta Louise Bourgeois…», según leíamos recientemente en la revista francesa Les inrockuptibles. Pero en otra publicación he vuelto a leer de nuevo aquello de «artista menor» referido a ella. En este segundo caso citaban una serie reciente: AMBROTYPE Autoportrait(s) et Autre(s), que no es menor (aunque tenga muchas deudas). «Su obra no es muy contemporánea», me han dicho en ocasiones; otras veces: «Lo que no se le puede negar es que trabaja ajena a las modas»… Una de sus series me recuerda a la gran Meret Oppenheim, la siguiente a Maurice Tabard. Etcétera y etcétera.

1 de mayo

JC me lo contó cuando estábamos ya sentados en el jardín y con un par de cafés delante. En aquella época, divorciado desde hacía tiempo (su hija era aún una niña de once o doce años y vivía con él), se ganaba la vida con muy distintos trabajos. En invierno conducía un camión quitanieves, el resto del año era guía ecuestre (incluso se había sacado el título de maestro herrador) y “pastoreaba” (como dijo entre risas) una docena de caballos y a sus jinetes por los bosques. “Partíamos de la Boca del Asno; ya existía un chiringuito para tomar algo, sí, aunque apenas había turistas entonces… Los domingueros -algunos había, claro- eran los peores: se presentaban con sus pantalones cortos o de chándal y con ganas de llegar enseguida a todas partes. Yo les decía que lo más apropiado para un largo paseo hasta los 1600 metros no eran, precisamente, una camiseta y unas zapatillas de deporte, pero ni caso. La mayoría de las veces teníamos que darnos la vuelta cuando sólo llevábamos media hora de ascensión.” En aquella época fue cuando todo empezó a cambiar en esos bosques, volvió a decir. “Por suerte, nosotros vivimos ahora ‘lejos’, en la parte pobre”, le dije consolándolo un poco. Hablamos también de las últimas elecciones, y de las próximas, y del alcalde de su pueblo. Enseguida saltó: “Es un analfabeto y le molesta todo lo que no controla… Como tiene un montón de parientes y tres buenos rebaños de ovejas es el boss del pueblo. Y el más rico de los cuarenta y pocos que vivimos allí. Entre él y su familia controlan la mitad de las tierras del municipio”. Yo le había traído dos o tres libros recientes de Periférica desde Madrid. “El viernes, cuando me den la pickup nueva en Segovia, me acerco para que la veas y te traigo un pollo… Ojo, que no es capón como el de Navidad.” Así se despidió. El sol era primaveral al fin, calentaba de lo lindo. Subido al coche, JC dijo antes de arrancar: “La segunda semana de mayo sí que será ya primavera. Siempre se retrasa todo por aquí. Por cierto, ¿sabes que el otro día vinieron unos extranjeros para aprender a podar bien los fresnos? Me los encontré en el bar de mi pueblo, donde estaban comiendo unos bocadillos”.

2 de mayo

1
Comenzó a llover a última hora de la tarde. Acababa de sentarme en el brocal del pozo, de vuelta del segundo paseo del día, cuando se oscureció el cielo. Encendí el fuego en la chimenea y, tras poner unas flores silvestres en agua, me puse a leer de nuevo la “Alabanza del caminante” de Leslie Stephen, un texto muy breve pero lleno de sugerencias y sabiduría. En otro artículo suyo muy lúcido habla de abejas, y lo leo como si no hubieran pasado cien años desde que lo escribió. Precisamente este año “han vuelto” en gran número. Zumban en el jardín, se cuelan en las fotos que hago a algunas plantas, van de fuentecilla en fuentecilla. Escucho a Brahms.

2
Brahms antes del psiquiátrico, el Brahms paseante al que cita Stephen en otro tramo de su obra y adelantándose a tantos. Una visión que algunos llamarían “empática”… El técnico de la calefacción me preguntó qué música era la que sonaba. Le ofrecí una cerveza. Apuntó el nombre del compositor. “A mi mujer le gusta la música clásica”, dijo; “ella eligió la música de nuestra boda.” El tatuaje que lucía en un antebrazo aparecía reproducido también en la puerta de su furgoneta. “Otra cosa de mi mujer”, sonrió. “Es un dios griego, ¿no?”, dijo. “En realidad es Ícaro; pero no era un dios… Su historia no acabó muy bien”, le respondí. Aun así sonrió de nuevo y arrancó. “Todos acabamos en el hoyo o en el fuego”, dijo antes de subir el cristal de la ventanilla. “Ícaro no”, pensé. Junto al laurel cantaba el petirrojo.

2 de mayo

En los años noventa leí con fascinación tres libros de Hermann Ungar (Boskovice, Moravia, 1893 – Praga, 1929) que acababan de traducirse al castellano. En 2017, Siruela reunió aquellos textos que había publicado Seix Barral y les sumó unos pocos más. Vuelvo a ese volumen casi cada mes. Para releer unas líneas o un relato completo… En sólo quinientas páginas se nos ofrece la obra de uno de los grandes escritores secretos de su época. Thomas Mann dijo que Ungar había escrito varias obras maestras, Thomas Bernhard lo elogió también. Es un escritor sin fuegos artificiales en torno a él, así que le costará no convertirse en olvido.

Otra fascinación, ésta es nueva: llevo dos días en las montañas seducido (suena y vuelve a soñar) por este disco [Lamentations from the Renaissance, por Huelgas Ensemble y Paul van Nevel] de hace unos años que no había escuchado aún, aunque el “género” que aborda es uno de los que más me interesa. Volveré pronto sobre él, para referirme a uno de los compositores que presenta (y al que sí he “frecuentado” antes). Lecciones de tinieblas…

3 de mayo

Tras el primer paseo del día…

En el jardín, Zama se tumbó a mis pies y enseguida se quedó dormida. Caían algunas flores del manzano debido al viento, los muñones del sauce llorón (ramas podadas como acostumbran en estas tierras) estaban cubiertos del nuevo verde. Afuera, más allá de la calleja, gran parte del paisaje se parecía a algunas pinturas de Gabriele Münter. (Ya he hablado mucho de ella aquí… Dentro de un mes se subasta ese famoso cuadro suyo -el de la imagen- de 1909.)

RT llegó a estos campos hacia 1975, cuando aún era muy joven. Compró, gracias a una pequeña herencia, un prado y la casita que había en un extremo del mismo. No había otra en un kilómetro a la redonda, así que no tenía vecinos. Las leyes de entonces (o la permisividad de algún alcalde) le dejaron ampliar notablemente aquellos treinta metros. No se atrevió a levantar una segunda planta, aunque, además de sumar las nuevas habitaciones de la casa, excavó una bodega y construyó un gallinero, un cobertizo y un invernadero. Su pozo era uno de los mejores de la comarca, instaló una bomba para llevar el agua hasta la casa.
LD llegó diez años después, en 1985. Acababa de divorciarse discretamente de su marido, un conocido político de la UCD. Compró el terreno necesario para apacentar a una yeguada y su hijo pequeño aprendió a montar a caballo antes que a andar. Tiene dos hijos: uno de ellos es ahora veterinario; el otro, piloto de Iberia.
SM, que había sido fontanero en Francia y Holanda, vivió algún tiempo en Navafría; luego, mientras se empleaba como técnico de calderas de calefacción, se mudó a una casa situada a treinta kilómetros, a un lugar, como él dice, “más agreste y solitario”. Hace su propio pan, se cose y recose la ropa para las labores del huerto, cocina y lee todos los días. Su segunda mujer es belga y trabaja en Segovia.

El cuervo se posó en el tejado de la leñera. Me miró un buen rato, yo hacía un listado de nombres y ocupaciones en una libreta. Cuando levanté la vista, al final, había desaparecido.

3 de mayo

Pieter de Hooch, uno de los pintores que influyeron en Vermeer. Al menos, en sus interiores.

7 de mayo

No suelo (puedo) ir a la inauguración de expo alguna, pero ayer sí, y acudí, gracias a la invitación de un amigo, al acto que abría una que, sin duda, resulta tan misteriosa como apabullante: «Giovanni Battista Piranesi en la Biblioteca Nacional»; es decir, la «puesta al día» (Piranesi, en realidad, siempre está muy presente) de uno de esos artistas de otro tiempo que nos ha fascinado casi desde niños.

Josef Frank

Josef Frank (1885-1967)
‘Flora’ cabinet, Svenskt Tenn, Suecia circa 1950’s, modelo 852.

11 de mayo

El gran Josef Frank realizó estos diseños de papel pintado entre 1940 y 1950. Lo hizo (como también lo mejor de su excelente trabajo textil) para Svenskt Tenn, firma creada en Suecia en los años veinte por Estrid Ericson.

Ya en los años cincuenta, Frank diseñó varios modelos de “cabinets” para la firma sueca. Hoy buscadísimos y muy apreciados.

13 de mayo

La lista de buenos diseñadores nórdicos parece inacabable… Durante los años cincuenta y sesenta fue muy popular (en todos los sentidos) Stig Lindberg, que nació en Suecia en 1916 y fue a morir a Italia (de un infarto) en 1982. Su trabajo para Gustavsberg (de quienes ya he hablado aquí en otras ocasiones) es imitado hoy más que nunca.

Jean Marsh

Jean Marsh

14 de mayo

La gran ¿actriz secundaria? Jean Marsh fotografiada por Brian Shuel en 1961. Actriz, guionista y co-creadora de la serie de televisión ‘Arriba y abajo’, ha actuado en series como “La dimensión desconocida“, “El Santo”, “Doctor Who” o “Vacaciones en el mar”, además de co-protagonizar “Arriba y abajo”. Su carrera cinematográfica también ha sido “ingente”, sobre todo desde que rodara ”Frenesí“, de Alfred Hitchcock.

16 de mayo

El mes de mayo en la oficina de Periférica… El recibidor.

(Pieza de dos metros del fotógrafo portugués Jorge Molder, regalo del artista, y butacas danesas de los años cincuenta. Sobre la mesa, dos de las apuestas de la editorial para la Feria del Libro de Madrid: Giuseppe Scaraffia y Maja Haderlap… Precisamente hoy acaba de llegar de la imprenta otra más: “Animales célebres”, de Michel Pastoureau. Muy pronto en librerías.)

18 de mayo

Dos grados a las nueve de la mañana; cuatro a las doce. Y hasta ahí… Las nubes van y vienen, ¿o es el sol? Todo es gris o todo es dorado. Los caminos, casi pasadizos verdes, devuelven ahora el esplendor que sembraron las lluvias y las nevadas. Águilas, buitres. Zama sigue el rastro de los corzos, luego persigue un zorro joven y muy rápido. De vuelta en casa, abro el volumen de Cavalcanti que he traído para estos días y leo algunos versos sobre una doncella convertida en ánade o en gamo, hago un par de llamadas (una a mi madre); desde el balconcillo veo cómo el milano desciende a toda velocidad hacia el prado, en busca de alguna presa. “El cuervo le susurró el futuro entre sueños”, leo en otro libro, y recuerdo que no he vuelto a ver al cuervo de estas montañas, antes tan presente. “Al despertar, el cuervo le susurró el futuro.” En la chimenea arden la primera piña, unas tablas viejas y dos ramas grandes y secas de fresno. Dejo la leña de encina para más tarde. El petirrojo sí que regresa cada día, le queda poca timidez. Me quedo dormido frente al fuego.

19 de mayo

“Il pittore maledetto” para muchos. El napolitano Salvator Rosa, “mezcla” fascinante de Ribera y Poussin, fue un gran retratista (y autorretratista), pintó demonios y brujas, cuevas y bosques sombríos. Representa como pocos pintores de su época esa figura que llamamos “artista de culto”. Interesó a los románticos, a los metafísicos, a los surrealistas. Aunque su obra se encuentra en los principales museos del mundo (del Prado a la National Gallery, del Hermitage al Palazzo Pitti…), muchos siguen considerándolo, por desgracia, un artista “menor”. Sin embargo, cada vez parece más sólida esa teoría que trata de demostrar su influencia en la obra de Goya. ¿Para cuándo una exposición con obras “sintomáticas” de ambos?

20 de mayo

Dentro de pocas semanas, en plena Feria del Libro de Madrid, llegará a las librerías esta extraordinaria novela autobiográfica de Lalla Romano, “vecina” de algunas obras de sus amigos Cesare Pavese y Natalia Ginzburg…

Con traducción del italiano de Natalia Zarco y dibujo de cubierta de la joven artista Irene González (un dibujo que habíamos visto hace algún tiempo en su galería y que, según nos pareció, era ideal para acompañar este texto).

¿Qué se nos narra en estas páginas que, desde el título, citan a Marcel Proust y su «tiempo recobrado»? Una escritora madura vuelve a los lugares de su infancia, recreados en los detalles escondidos en cada piedra, detrás de cada puerta, a la sombra de los pórticos, en los olores que lleva el viento… Cuando era niña, la escritora pasó los primeros años de su vida observando las maravillas de la montaña, imaginando cómo eran sus padres realmente y qué hacían antes de que ella y su hermana pequeña vinieran al mundo. El padre, a principios del siglo xx, era fotógrafo aficionado; la madre, mucho más joven que él, parecía algo apartada de todo…

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George Nakashima

21 de mayo

El norteamericano, de origen japonés, George Nakashima (1905 -1990) fue tanto carpintero como arquitecto. Eso le gustaba decir. Vivió en Francia, África, India y Japón, además de en Estados Unidos; en estos lugares se dedicó a estudiar con ahínco las viejas técnicas de la carpintería. La influencia de sus diseños, que mezclan la lección de Lloyd Wright con la de la ebanistería tradicional de varios continentes, entre otras, se ha vuelto más y más relevante a medida que pasaban las décadas. En la actualidad, su trabajo es imitadísimo; y sus “originales”, por desgracia, caros, muy caros, hasta llegar a la especulación.
Siempre defendió la tesis de que el tiempo no sólo envejecía los muebles «reales», sino que los mejoraba, y era algo que también le gustaba decir de la arquitectura; prefería la «arquitectura a escala humana, por supuesto».
También dejó escrito esto: «Me gustaría que lo espiritual -el alma de los árboles- estuviera presente en mi obra de igual manera que lo está en muchos trabajos del pasado que no tienen firma. Los artesanos anónimos del pasado y del presente son parte de mi esencia… Me interesan los objetos hechos con las manos y destinados al día a día de las personas. Pienso en personas que viven solas y en personas que viven en comunidad».

23 de mayo

Madrid. Sentado en la terraza de mi casa, descansando. Veintidós grados y un poco de viento aquí en las “alturas”. A un lado y otro, a debida distancia, tejados, balcones, ventanas, antenas…
24 de mayo

Llovía un poco en el puerto esta mañana. Y había llovido (poco también) sobre los prados que hay cerca de la casa… En la tahona discutían entre risas acerca de las elecciones del próximo domingo, se burlaban especialmente de algunos alcaldes de la comarca, “más brutos que un arao”… “Que nos dejen en paz de tanta política mediocre”, se quejó un anciano que hojeaba el Adelantado de Segovia mientras hacía cola. Sin embargo, él se puso a hablar de políticos en cuanto los demás callaron: estaba muy contento porque Zamarrón había tenido ya algo de protagonismo en el Congreso. “Lo conozco desde hace cincuenta años por lo menos, es un buen muchacho.” Dijo muchacho y se quedó tan fresco. Iba a seguir con su charla pero le tocaba la vez, así que pidió, lo atendieron, pagó y se fue. Me enteré entonces de que él era de Miranda de Ebro y su mujer de Segovia, de que casi toda su vida había trabajado como veterinario en los pueblos de la comarca y de que tocaba muy bien el clarinete.
La búlgara que ayuda al carnicero de ese pueblo en el ultramarinos (venden de todo) tenía la muñeca izquierda vendada y se quejaba del dolor. “Pero hoy no puedo dejar solo al jefe”, dijo, “que empieza el fin de semana y es cuando se vende un poco.” El jefe entraba y salía con género de la cámara frigorífica que había a sus espaldas. Se parecía bastante al último Gérard Depardieu (aunque con bigote). En el bar de al lado había otro corrillo, clientes cargados con bolsas del ultramarinos (sobre todo carne de ternera, costillas de cerdo, chuletillas de cordero, torreznos para freír y morcillas, lo habitual por aquí) y, detrás de la barra, el camarero al que le tocó un cupón de la ONCE compartido hace unas semanas. “La búlgara vuelve a estar accidentada”, decía uno que tomaba cerveza; “yo creo que el Depardieu le arrea.” “Qué va”, replicó otro que estaba a su lado; “si está chochito por ella.” El carnicero y la búlgara llevan diez años casados, tienen veinte o treinta vacas, un rebaño de ovejas que pastorea el hermano pequeño de ella y un piso en Aluche para cuando se jubilen. Es ella la que se empeñó en que compraran el apartamento. El mejor informado del corrillo ha dicho esa palabra, “apartamento”, y todos ha asentido moviendo la cabeza.
Zama ha corrido durante una hora mientras se calentaba la casa lo suficiente para comer a gusto. Además, hacían falta algunas brasas para asar el pescado que compré esta mañana en Madrid. He encendido el fuego con leña menuda.

26 de mayo

Tengo un pueblo materno y otro paterno, ambos en Extremadura. Mi pueblo materno es éste, Las Mestas, entre ríos, bosques y montañas. En Las Hurdes…

26 de mayo

El amigo que deseaba cambiar de vida me dijo por teléfono que había pensado hacerse un tatuaje. Algo que señalara el Primer Día de su Nueva Existencia. Al principio, había pensado en un salmo de la Biblia, luego en el estribillo de una canción antigua. No quería imágenes, sino un “texto”, palabras, una “declaración”. Le sugerí la primera estrofa de ese poema de Cavafis titulado “Cuanto puedas…“ (en la versión de José Ángel Valente):

“Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo, que agita movedizas palabras”.

Hoy me ha enviado una fotografía de su antebrazo. La caligrafía parece de otro siglo, pero es armoniosa.

27 de mayo

Ayer domingo, por la mañana, no había ni una nube. Llegaron de noche, con los telediarios. Pero ya habíamos hecho el día, el mes, el año, la década incluso… Desde las alturas, y desde ese silencio, el siglo ha ido cambiando para bien. Había más cadáveres de animales que nunca (otra metáfora). Y huellas de los lobos, que recorren en la oscuridad veinte o treinta kilómetros por la antigua cañada del puerto. Zama, como Manfred en la Jungfrau, con la vista en las cumbres, parecía recitar las palabras de Byron:

… Behold the tall pines dwindled as to shrubs…

Le hice una foto con el móvil… Para recordar en el futuro lo que está en nuestras manos y lo que no.

30 de mayo, 17:35

Laurence Stephen Lowry. “Un pintor dominguero”, se ha dicho muchas veces de él. “El Henri Rousseau británico tardío”, “El miniaturista perdido en el tiempo de la Modernidad”. Le gustaba pintar la Inglaterra que iba construyendo el siglo XX (fábricas tristes, calles abarrotadas de trabajadores, gente “con rumbo y sin rumbo”). Le gustaban las ferias populares y la diversión callejera de los más humildes. Le gustaba el fútbol (era hincha del Manchester City). Le gustaban las ciudades, aunque fueran inhóspitas. Era solitario, depresivo, apreciaba a los niños. Durante una época, muchas escritores de izquierda británicos eligieron sus cuadros y dibujos como portadas de sus libros. Las chimeneas ”y los hombres como chimeneas“ (en el decir de Wendy Cope sobre él) poblaron sus pinturas. Él mismo dijo de sí que “en ocasiones no siento como un hombre, sino como una máquina”. Robot de hojalata antes de los robots “modernos”, así lo retrató uno de sus pocos discípulos.

JR-Otto Freundlich

Otto Freundlich

31 de mayo, 20:40

Otto Freundlich. Su apellido significa “amistoso” en alemán, y así lo llamaron muchos en otras lenguas… Como era judío, comunista y “artista degenerado”, murió en un campo de concentración nazi. Prusiano de nacimiento, fue más parisino que muchos franceses. Amigo de Picasso (cerca del cual vivió durante sus primeros años en París), Max Ernst y los Delaunay (además de numerosos escritores, entre ellos Alfred Döblin), fue cubista, dadaísta y militó (después) en grupos como Cercle et Carré y Abstraction-Création. Buena parte de sus pinturas y esculturas fueron destruidas; aun así, y a pesar de ser un artista casi secreto hoy, su influencia se hizo notar en numerosos pintores posteriores a su época.

1 de junio, 09:30

Hablaba ayer, aquí, de Freundlich. Y del eco de su obra en otros artistas… Uno de ellos fue el ruso-francés Serge Poliakoff. Cada año, desde hace una década, visito en París una discreta galería que siempre exhibe algunas de sus pinturas en pequeño formato. Cuanto más pequeños, mejor son, por lo general, los poliakoff. Los de, con perdón, “tamaño cuartilla o folio” (casi “pintura de bolsillo”, según Dupin) son excelentes, mis preferidos.
Hijo de uno de los proveedores de caballos del zar de Rusia antes de la Revolución, lector compulsivo, buen guitarrista, Serge fue un pintor “poético y espiritual” (Michaux), en la línea de Kandinsky, aunque con una tendencia mayor al ensimismamiento.
”Un pintor para burgueses sutiles”, dijjeron de ėl poco después de morir, y no era un insulto, sino un elogio a la francesa. Y también: “Un poeta sin texto”… Sotheby’s anuncia la subasta de un gouache (el de la fotografía que acompaña estas líneas) y dos lienzos. Todos ellos de una de sus épocas más prolíficas: años cincuenta y sesenta. Le he enviado la información a un coleccionista español al que conocí en Casa sin fin, pero con una nota final: “Los precios de la casa de subastas británica son más altos que los que encontrarías en París para piezas de esa misma etapa”.

(Por cierto, el Museo Reina Sofía cuenta en su colección con dos pinturas, de época tardía.)

15 de junio, 21:06

Suena el teléfono fijo en mi casa de Madrid.
Es mi madre, desde Cáceres. Con mi propio teléfono fijo de Cáceres.
-Hemos venido a tu casa para cortar unas flores del patio y hacer un ramo -dice mi madre-. ¿Cuándo vienes tú?
Se lo digo. Hoy han visto, en un telediario, que la Feria del Libro ha ido muy bien.
-Lo ha dicho un librero -dice mi madre. Luego me pregunta por mi día.
-Hoy no he ido a la Feria -respondo.
-¿Y qué has hecho entonces?
-Pensar -he dicho, bromeando.
-No pienses tanto, hijo -ha dicho ella después de rumiarlo un poco-. No te va bien para la cabeza…
Como he colgado mientras aún me reía (sonoramente), Zama ha venido desde la terraza y se ha metido entre mis piernas para que le hiciera unas cucamonas. “Ya vamos, ya vamos”, le he dicho. Me he puesto unas zapatillas y hemos bajado a la calle un rato.

21 de junio, 21:23

Tres semanas sin venir hasta la casa de las montañas. Como cada año, como cada Feria del Libro en el Retiro, con sus obligaciones… Sin venir hasta el silencio y los minutos largos. En la calleja, parece que la segunda oleada de la primavera se ha hecho presente en estos días (aquí el verano se retrasa); los rosales del jardín, sin embargo, ofrecen su primer esplendor; nuevas florecillas asoman en el suelo (más resistentes: han de imponerse al sol durante algunas semanas). Dieciséis grados al llegar, tanto dentro como fuera de la casa. Dentro: olía un poco a mirra y a miel, la madera cambia de olor en estas fechas. El suelo de la segunda planta, el artesonado, las puertas y ventanas: la madera de sabina parece bíblica. No quedaba el olor de la ceniza, ni el de otros fuegos; adiós, invierno. Nuevos nidos, algunos casi al alcance de la mano; cantos renovados; un cuervo más joven y pequeño (con un plumaje de estreno) que mi viejo amigo. Tres semanas parecen poco tiempo, pero no. Zama lo olisquea todo, se tumba al sol estirando las cuatro patas. Ya estamos aquí.

22 de junio, 21:15

En el valle buscaba pescado fresco (en esa pescadería que abrieron a una docena de kilómetros del cruce de la comarcal), pero encontré rebaños en movimiento por todas partes. Vacas, ovejas. Los prados iban vaciándose ante mis ojos. Anuncian semanas de mucho calor (en la radio, en los telediarios; o lo anticipan, para los mayores, las populares cabañuelas), así que algunos han decidido subir el ganado a los pastos “intermedios” ya. A la vuelta, me quedé dormido en el jardín con un libro de Thomas Mann junto a la cabeza. Lo leí por primera vez durante la Navidad de hace dos años, de principio a fin; ahora me apetecía ir y venir por sus páginas a mi capricho, volver a algunos de sus días de verano, precisamente. Zama dormitaba a mi lado; si las nubes oscurecían el cielo, se pegaba a mí para que le diera calor. El sol iba y venía, los carboneros nos sobrevolaban, el petirrojo se había hecho dueño de uno de los montones de alpiste del murete más cercano. En lo alto del silencio, una docena de buitres volaba hacia el sur, quizá alertados por tanto movimiento de animales en los prados (sí, pronto llegarán a los campos vecinos)… Cuando desperté era la hora de hacer la comida. Tenía hambre ya. “Ay qué gusto, morder el currusco / justo antes de comer”, dice esa canción.

23 de junio, 20:53

Domingo por la tarde. Mañana habrá que volver a la ciudad; mientras tanto, después de revisar, temprano, una traducción nueva, había trabajo pendiente en la leñera, en los rosales, en el arriate. Zama me seguía a todas partes, hasta el laurel, como si fuera un aprendiz de carpintería; y si caía algún fruto del manzano, corría en su busca. Dos, tres mordiscos y adentro. Fanny Hansel y “su año italiano” vuelven a sonar por estas fechas. Hoy, casi todo el día; en distintas versiones. Algunas veces, esa música de la hermana de Felix Mendelssohn parece compuesta para momentos como éstos. En el paseo de la mañana vi un corzo (Zama estaba a otra cosa, persiguiendo lagartijas), recogí una pluma de milano, saludé a uno de los vaqueros del robledal (el pelirrojo, cuyo nombre nunca recuerdo). Apenas hizo calor en todo el día, a pesar de lo anunciado. Y el viento se presentó a media tarde. El viento y las nubes, que bajaban desde las cumbres con olor a agua. (No llovió, pero refrescó tanto que tuve que ponerme un jersey.) Antes de la cena, Zama volvió a los prados. Salió del jardín dando saltitos, buscando en la calleja huellas de gatos silvestres o de algún mastín de los pastores. Cuando se hartó, corrió hacia el abrevadero y el sonido de las esquilas.

JR-ultimafoto

Julián Rodríguez. La última foto (28/6/2019)

28 de junio, 18:54

-¿Huyendo del calor? ¿Qué haces hoy jueves por aquí? -me ha preguntado, como saludo, el frutero. Había montado su puesto en una esquina de la plaza, bajo un toldillo de color canela. En ese pueblo de las montañas donde está la mejor tahona de la comarca… En realidad, suelo encontrármelo los viernes en otro pueblo, con su furgoneta multicolor atestada de cajas de fruta y verdura-. Los melones, de Villaconejos, son muy buenos -ha dicho luego, y también, para convencerme-: Tres por seis euros, majo… Te pongo uno para comer ya, y los otros te durarán una semana tranquilamente; o más, si los guardas a la fresca…
He sido su último cliente del día: eran ya casi las dos, y él quería comer en un asador qué está a media hora al menos por estas carreteras, subiendo y bajando cuestas. Ha comenzado a guardar el género mientras silbaba.
-Estás contento, ¿eh? -le ha dicho un tipo vestido con un mono de mecánico lleno de grasa; había aparcado su pick up un poco más allá-. ¿Te vas?
-Me voy, sí… A ver si me dan de comer donde Justo… Y luego aparco a la sombra por ahí y duermo un rato antes de volver a casa, que hoy a las cinco de la mañana ya estaba en danza.
El otro se ha despedido con un gesto de la cabeza y ha entrado en la tahona, pero de repente se ha vuelto hacia el frutero:
-Cuidado, que aquí estás casi fresquito, pero en cuanto bajes por ahí te da un soponcio… Hoy, la gente va como aletargada…
Un coche había caído en la cuneta en la carretera comarcal, no lejos de la gasolinera, pero ya estaba allí la grúa de Mapfre, cuyo conductor, que es rumano, conocí hace unos meses. Lo saludé, y sonrió con su buen humor habitual. Las vacas estaban un poco más allá, pastando al sol. El bosquecillo de abetos arrancaba justo detrás del prado.
El termómetro del jardín marcaba veintisiete grados al llegar; el de la cocina, veintidós. Zama corrió hacia el cobertizo primero, luego volvió a la calleja (el portón del jardín estaba abierto) e hizo su ronda. Revisé el nivel del agua en el pozo, puse Radio Clásica, calenté el pisto que sobró el otro día en Madrid.